domingo, 30 de septiembre de 2018

Reparentarización o el camino al equilibrio interno

Las constantes crisis de muerte y renacimiento

Nuestra primera gran crisis ocurre en el parto. Nuestro mundo perfecto, donde todo estaba organizado y bien organizado se destruye un horrible día y se nos lanza afuera, sin tener ni idea de lo que nos espera.

Lo normal sería que no pudiéramos sobrevivir, porque somos las criaturas menos preparadas de la naturaleza para andar solos afuera del útero materno,  divino lugar en el que todas nuestras necesidades están cubiertas sin siquiera tener que pedirlo. En términos de AT, y para simplificar (no es así tan simple, pero aquí nos servirá) diremos que Estado del Yo en el Útero es un círculo perfecto. Sólo está el Niño. No es un Estado del Yo, es el Yo mismo. No existe nada mas que yo y todo es para mi, todo está bien, haga lo que haga. No tengo que luchar por mi supervivencia, mi supervivencia está garantizada automáticamente.





Si, es al útero al que se debe referir en clave metafórica la religión católica cuando hablan del paraíso de Adán y Eva del que fueron expulsados.

Y de pronto ese Rey de Reyes que andaba tan tranquilo se encuentra que tiene carencias, que tiene frío, calor, hambre, escozor, dolores, incomodidades,  que no entiende que son y porqué, pero que no le gustan y que lo quiere evitar. Buscará siempre el placer y el sosiego de su paraíso perdido en el que todas sus necesidades estaban cubiertas.

Menos mal que al nacer, como cualquier otro animalito, de fábrica,  ya traemos instalados ciertos programas absolutamente necesarios para nosotros. Programitas que hacen que funcione la respiración, la regulación cardiaca, la circulación de la sangre, la digestión, etc, que sin que tengamos que atender las tareas de supervivencia nosotros de forma consciente, nuestro cuerpo las realiza de manera inconsciente y automática. Gracias a nuestro sistema nervioso autónomo o vegetativo nuestro cuerpo funcionará de la mejor manera posible para cubrir todas nuestras necesidades internas.

Digamos que es la parte del útero que siempre llevaremos encima, la parte protectora y nutritiva que se nos ha regalado, que trabaja día y noche, segundo tras segundo para mantenernos con vida y de la mejor manera posible. La mayoría no somos consciente de que esa parte tiene una importancia tan vital en nuestro bienestar y  por eso, a veces, no la tratamos adecuadamente. Pero eso es otro tema.

Bueno, volvamos al bebecito o bebito perdido en el espacio del afuera y rodeado de un mundo que desconoce, del que no tiene ni idea, que no sabe cómo le va a afectar (recuerda que el estaba en su yo mismo tan ricamente satisfecho). Ahora empieza a sentir cosas que no le gustan y cosas que si le gustan. Menos mal que su parte automática del sistema autónomo también tiene una función muy interesante que le ayudará a relacionarse con el mundo. Es una parte que le moverá buscando y expresando el placer y rechazando el displacer. Estas acciones  estimularán a su entorno a cubrir sus necesidades, o no, ya veremos, ahora ya no es automática la respuesta.

El sistema autónomo activará el sistema simpático para que reclamemos, nos quejemos, gritemos, nos agitemos, busquemos, rechacemos, etc. Es decir, el sistema simpático hará que busquemos evitar las emociones negativas que nos provoca alguna incomodidad o amenaza y nos impulse a demandar que nuestra comodidad o seguridad sea restituida. Inmediatamente recuperado el estado deseado,  la activación automática del parasimpático permitirá regenerar todo nuestro organismo y volver a un cómodo equilibrio interno en el que todo volverá a funcionar de forma optima.

Aquí es dónde el programa por defecto puede tener dificultades. Este programa, es un tanto más complejo de ejecutarse y ser eficiente, porque a medida que vayamos interactuando con el mundo y cocreandolo con los demas, nuestras respuestas internas van a estar muy conectadas a esa otra realidad externa y nuestra interpretación. Ahora,  al contrario de cuando estábamos en el útero materno, que no teníamos ninguna responsabilidad en cubrir nuestras necesidades, no podíamos elegir, ahora sí. 

Una vez que estamos en la intemperie del “afuera” tenemos que aprender a responsabilizarnos de nuestro proceso de reequilibrio, desarrollando una conciencia (Adulto) y una voluntad y guía (Padre) que nos permita volver al equilibrio u homeostasis interna.

En el largo camino de aprendizaje (los humanos somos muy lentos en esto) es cuando intervienen papa y mamá y todos esos mayores que nos rodean y nos dicen (o vemos cómo lo hacen) cómo estar bien con nosotros mismos y con el mundo. De todos esos mensajes iremos formando nuestro Estado del Yo Padre. Esta será la teoría que estudiaremos para luego prácticarla durante la vida. Se instalará en nosotros como un sombrero del que apenas somos conscientes. Dice Kurtn Lewin “Nada más práctico que una buena teoría” . Y así es cuando las teorías nos ayudan a manejarnos tanto en los buenos como en los malos momentos. Sin embargo, no siempre las teorías son las adecuadas, incluso si son adecuadas en algunos momentos, no tienen porqué seguir siendolas en otros.

  Y no hace falta que a estas alturas te diga, que a pesar de los siglos que llevamos practicando esto de mantener la homeostasis o el equilibrio interno y el externo, parece que no es algo en lo que todo el mundo haya coincidido en cómo hacerlo. Mas bien discrepamos bastante.

Por eso podremos ver sombreros de muchas clases.


El Estado del Yo Padre es un programa que pasa de padres a hijos y de generación en generación y de sociedad en sociedad con pocas actualizaciones. Precisamente porque pretende ser sencillo, claro y  eficaz. No se roba, no se mata, no se meten los dedos en la nariz, no se grita, en fin… valores absolutos y el más absoluto de todos "no es no", o "no porque lo digo yo y basta".

Los mayores suelen dar al pequeño proyecto de adulto aquellas reglas generales que a ellos les dieron, y que ni siquiera han reflexionado si funcionaban o no, porque normalmente las reglas del Estado Parental no se cuestionan, a no ser que te interese complicarte la vida e invertir mucho esfuerzo. Sabemos que el esfuerzo, en general, lo preferimos evitar. Por tanto “esto es así porque es así y punto” nos ahorra mucha energía.

Otros mensajes parentales que son introyectados en el Estado del Yo Padre, de manera más discreta pero no menos inefable, es la manera de ver el mundo de los padres. Por ejemplo, Lucas odiaba que su padre catalogara a la gente como los cultos y los que no saben hacer la “o” con un canuto. Él rechazaba y renegaba de esta visión tan soberbia sobre la gente, le parecía muy fascista y poco humilde, lo cual le llevó a rebelarse una y otra vez contra los discursos morales e ideológicos de su padre y elaborar una ideología totalmente opuesta progresista y solidaria. Además de las discusiones que mantenía con su padre sobre lo absurdo de las “clases sociales”,  él  se relacionaba con los otros de forma “ritual”, creía que debía invitar a su casa a todo tipo de gente sin distinción de clases ni erudiciones, eso le hacía sentirse en paz con lo que “tenía que ser” reactivo. Él se cree en la antípodas ideológicas de su progenitor, y eso parecería a cualquiera que lo escuchara y lo observara, si no se quedan el tiempo suficiente como para descubrir en su discurso, en debates apasionados, y en momentos de apuro emocional, una clara tendencia a clasificar a la gente y abortar el conflicto juzgando al otro como… cateto.


Si, el Estado del Yo Padre es como un sombrero que ni siquiera sabemos que llevamos puesto pero que todo el mundo ve. La gente ve el tipo de sombrero que llevamos y a veces ya no ve lo que hay debajo de él, nuestro sombrero nos etiqueta socialmente, ante el otro y nos define incluso ante nosotros mismos. Y esto ocurre,  pese a que el sombrero sea la parte menos nuestra, la que menos representa a ese ser que realmente somos, ese bebecito que lucha cada día por cubrir sus necesidades fuera de su maravilloso útero.



Afortunadamente la naturaleza (ya sabéis de su sabiduría) nos otorga una herramienta más para que podamos coordinar el sombrero con el bebito, no vaya a ser que el sombrero asfixie al bebito y en vez de protegerle lo anule y/o maltrate (hay sombreros muy peligrosos). El cerebro poco a poco va desarrollando un área que le permite reflexionar sobre sí mimo, sobre lo que aprende, sobre lo que significan sus emociones, sobre su sombrero. Es la última área que terminamos de desarrollar,  es la corteza prefrontal. De esta área dependerá nuestra capacidad de razonamiento, permitiendo el pensamiento lógico y la consciencia. Es una de las áreas más relevantes a la hora de poder adaptar nuestra conducta a las situaciones en el aquí y ahora, además de permitirnos realizar operaciones cognitivas complejas.

Termina de desarrollarse en las chicas sobre los 21 y 22  años y en los chicos sobre los 30 según algunos investigadores (me ahorraré el chiste fácil). De ahí que la adolescencia sea tan dura, padres e hijos, ambos sufren el retraso en el desarrollo de corteza prefrontal.

Así pues, la corteza prefrontal, el Adulto,  es la parte que más tarde termina de desarrollarse y casualmente la que más pronto empieza a deteriorarse.


Permitidme pensar que empieza a deteriorarse cuando el bebito ha construido un lugar mas seguro en su “afuera”, que le permite cubrir sus necesidades, que ahora conoce y sabe cómo satisfacer de manera autónoma.






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