Como seres humanos somos criaturas con necesidades sociales
y relacionales. Cuando nacemos somos totalmente dependientes del cuidado y la
interacción de nuestros padres o cuidadores para que nos provean de lo que
necesitamos en términos de comida,
calor, protección y estímulos.
Sin embargo, nuestras primeras necesidades de dependencia van más allá de este
nivel material. También necesitamos que nuestros cuidadores nos estimulen el
cerebro para que podamos desarrollar estructuras para la fijación y la
regulación emocional. El bebé es una parte activa de esta relación con los
padres y sabe cómo ponerse en contacto e impactar en otras personas. Junto con
nuestros padres desarrollamos la estabilidad emocional, un sentido de
identidad, el uso del lenguaje y una responsabilidad compartida
"historia" o relato acerca de cómo nos vemos a nosotros mismos y al
mundo. Sin interacción con otros seres humanos, no seríamos capaces de crecer y
convertirnos en lo que verdaderamente somos.
Eric Berne, el
fundador de la teoría del Análisis Transaccional, denominó a nuestra necesidad
de relaciones como "hambre de
relación o de estímulos". Anhelamos relaciones que nos estimulen y nos
den la seguridad, la cercanía, el contacto físico y el sexo. La manera más
intensa para estar en una relación se denomina intimidad, un proceso en el que
ambos individuos están completamente
presentes y abiertos el uno al otro. La intimidad requiere de la espontaneidad
y la atención
Esto significa que tenemos que bajar la guardia y realmente
escuchar a la otra persona y sentir nuestro propio deseo de ser escuchados. La
intimidad no siempre tiene que ser sexual o amorosa. La gente puede estar en intimidad enojados unos con otros, siempre
y cuando estén honestamente y abiertas entre sí y comuniquen su ira desde una
posición de respeto por uno mismo y por el otro, es decir de una manera
asertiva. Otra forma de describir la intimidad sería pensar en el principio
budista de la atención, de estar completamente presente y abierto a lo que
sucede aquí y ahora.
La intimidad es muy gratificante, pero también puede ser
experimentada como una amenaza abrumadora, esto va a depender de nuestra
experiencia infantil de apego.
Hazan y Shaver (1987) vincula los estilos de apego infantil
con el apego romántico en las relaciones adultas (seguro, ansioso /
ambivalente, evitativo); posteriormente Bartolomé y su equipo (1991) identificó
no tres, sino cuatro prototipos de apego: seguro, desdeñoso, pre-ocupado y
temeroso. Cientos de estudios han sido publicados después de esta obra
fundamental. Sin embargo, hasta la fecha no ha habido prácticamente ningún
trabajo que una estos estilos de apego romántico a teoría del Análisis
Transaccional de Eric Berne (1962) con
respecto a las cuatro posiciones existenciales de la vida (Yo+ Tú+ Yo+ Tú ,
Yo-Tú+, Yo - Tú -).
R. Bleau de Universidad de Paisley S. utilizó cuestionarios
para identificar el estilo de apego romántico (Griffin y Bartholomew, 1994) y
la posición de la vida existencial (Cuestionario posición de vida, desarrollado
para los propósitos de este estudio, el alfa de Cronbach = 0,518 a 0,63 en las
cuatro sub-escalas) en 98 participantes (70% de respuestas).
Encontró una asociación que une estos aspectos fundamentales
de sí mismo ante sus expectativas de los demás, es decir, seguro con Yo+ Tú+,
desdeñoso con Yo+ Tú-, pre-ocupado con la Yo- Tú+ y temeroso con Yo - Tú -. (Universidad
de Edimburgo. Conferencia
anual 2005)
Los seres humanos tendemos
a pensar, sentir o actuar afectados por la forma según se desarrollaron nuestras
experiencias en la infancia, estas tienden a influir o dominar nuestras
experiencias del presente. Por lo tanto, confundimos o distorsionamos el juicio
sobre la realidad del aquí y ahora, creando conflictos en nuestras relaciones
con las personas con las que estamos teniendo vínculos actuales de intimidad
que proceden de los conflictos con nuestras relaciones del pasado.
La mayoría de nosotros aprendemos a protegernos contra la
repetición de experiencias desagradables construyendo un estilo de personalidad
determinada, un patrón defensivo principal, que desde el Análisis Transaccional
se llama "Guión de vida". Estos patrones en nuestra infancia nos permitieron
seguir adelante en el mundo y
mantenernos a salvo. También es importante tener en cuenta aquí que los niños
experimentan la pérdida de la relación con sus cuidadores - aunque sólo sea
brevemente - como una gran amenaza para su supervivencia. Un niño se adaptará
de alguna manera a esta amenaza, ya sea siendo más dócil a los estímulos
externos o mediante la administración su
mundo interno de manera diferente, es decir, negando o reprimiendo sus propias
necesidades o vulnerabilidades. Este método de afrontamiento puede seguir utilizándolo automáticamente como adulto para manejar sus actuales conflictos o
experiencias en una relación. Esto significa que estos mecanismos aprendidos
nos alejaran de la intimidad y nos limitaran nuestra capacidad de estar presente y
disfrutar de nuestro yo y del otro por completo. En algunos casos, esto
significa que en realidad nos estamos negando a nosotros mismos lo que nos
gustaría o nos gusta a la mayoría, como encontrar a alguien que realmente nos
ame como lo que somos verdaderamente.
Berne también se refirió a otras dos "hambres", el “Hambre
de Reconocimiento” y el “Hambre de
Estructura”.
Nuestra Hambre de Reconocimiento nos lleva a desear ser visto como lo que realmente somos, a ser
respetados y reconocidos como competentes, inteligente, especial, únicos, etc. Los
conceptos que, en el Análisis Transaccional, se refieren a caricias, se han
escrito y estudiado como "contacto", "unión",
"intimidad", "calor", "cuidado amoroso y tierno",
"necesidad de pertenecer", "cercanía "," relaciones
"," apoyo social "y sí, "el amor".
Tanto el hambre de estímulos como la de reconocimiento se
alimentan de lo que Berne llamó Caricias, en inglés “strokes” que son unidades de reconocimiento. Berne propone que no sólo la estimulación
positiva (caricias positivas) es necesaria, sino que también la estimulación
dolorosa (caricias negativas) podrían ser decisivas para el mantenimiento de la
salud si no hay positivas. Los Juegos estarían justificados, porque las personas aceptan y buscan la estimulación negativa aunque prefieran la
estimulación positiva, puesto que lo insoportable es no tener ningún tipo de
caricia, al fin y al cabo la caricia negativa satisface el hambre de relación,
de de reconocimiento y de estructuración del tiempo.
Nuestra “Hambre de
Estructura” se refiere al hecho de que nuestros cerebros están construidos para
crear una estructura a partir del caos. Nosotros organizamos nuestras percepciones
en patrones para poderlos identificar rápidamente y poderlos manipular en
nuestra imaginación o de la vida real. También creamos la estructura de
nuestras relaciones, en función de nuestro Guión de Vida, del que ya trataremos
en otra ocasión.
Las tres hambres están relacionadas. Si nos falta una de
ellos, a menudo, si podemos, lo compensaremos
con otra o las otras dos. Si no tenemos satisfecha el hambre de relación,
podemos luchar más y más por el reconocimiento
profesional o económico, o podríamos compensar la falta de relaciones por un
exceso en la estructuración de nuestras vidas, asegurándonos de mantenernos ocupados
con todo tipo de cosas para no sentir nada y sobre todo no sentirme solo o
sola.
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