viernes, 5 de noviembre de 2021

El prejuicio y el cambio

Nos cuesta contactar con nuestros patrones mentales desadaptativos o no funcionales. Solo algunas dificultades  emocionales o físicas ( ansiedad, preocupaciones, inquietudes) nos hacen intuir que algo no va bien.

Incluso aunque seamos conscientes, nos cuesta cambiar patrones desadaptativos, en el aquí y ahora, que nos impiden avanzar o que directamente nos meten en problemas una y otra vez.

El cerebro humano está formado por patrones neuronales, reforzados por la repetición y que predicen y nos preparan para actuar de la misma forma la próxima vez. Estos patrones harán que nos enfoquemos en seleccionar de la realidad aquello que encaja con ellos.

Si de niña tuve un padre con conductas autoritarias y críticas y mis respuestas era de miedo y sobreadaptación, mis reacciones de adulta ante cualquier comportamiento autoritario y crítico serán las mismas que durante mi infancia, descontando la posibilidad de afrontar dicha experiencia desde el poder personal y la asertividad. Y probablemente, cuando me sienta en una posición de autoridad, repetiré aquellos comportamientos autoritarios y críticos de mi padre. De esta manera el original patrón construido en la niñez se irá reforzando por la repetición automática que se dará a lo largo de la vida, salvo que cambios externos o internos nos impulsen a cambiar ese viejo patrón a través de la repetición de nuevas conductas.

Nótese que hablamos de conductas, no de personas. Las personas no son desadaptativas, solo algunas de sus conductas. La mayoría de nosotros confundimos las conductas con la persona que las ejecuta, perdiendo la capacidad de ver, detrás de esa conducta, todo un mundo oculto de motivos y necesidades  genuinas que todas las personas pretendemos satisfacer aunque para ello no dispongamos de la conducta adecuada.

Las experiencias infantiles se graban neuronalmente. El diseño y la estructura de nuestro mundo interno se creó en nuestra primera etapa vital. A partir de esa estructura vamos incorporando nuevas experiencias interpretándola con aquellos viejos patrones infantiles, reforzándolos o confirmándolos, configurando lo que lo que Berne llamó Guión de Vida.

En esos viejos patrones se encontrarán las emociones, pensamientos y conductas propias y de nuestro entorno más cercano que configurarán nuestra manera de vernos y de ver el mundo.

Gracias a nuestros padres o figuras parentales (padres, cuidadores, etc) pudimos sobrevivir. Nuestra vida psíquica y física dependió de los estímulos recibidos que nos permitieron construir esas sinapsis que estructuraron nuestro cerebro y nos dieron un marco para situarnos el mundo. Si al niño no se le estimula, no desarrollará adecuadamente sus capacidades intelectuales. Por otro lado, la familia solo reforzará aquellas las conductas, pensamientos y emociones del niño que encajen dentro de su esquema. De esta manera, el niño necesitará adaptarse de la mejor forma a esos esquemas previos para obtener los máximos beneficios o evitar problemas.

Tan responsable es el adulto del presente de su personalidad en el aquí y ahora, como lo fueron sus padres o figuras parentales de las que mostraron. Dieron lo que tenían, de donde no hay, no se espere recibir.

Acabo de leer un artículo de un periódico digital en el que se promociona un libro titulado 'El hijo del capitán trueno' que Miguel Bosé va a publicar este mes. En el artículo se extraen algunos episodios que Bosé recuerda de su niñez. Me ha sorprendido un relato muy duro sobre cómo su padre rechazaba su afición a leer porque creía que eso le iba a impedir desarrollarse como un “hombre” y le haría una “Mariquita Pérez”. En aras de hacerle un "hombre" y de que aprendiera “las cosas de hombres” como la caza, se lo llevó durante un mes a un safari a África. El médico, antes de partir, entregó un frasquito al padre con unas píldoras diciendo: “que no se te olvide, que no se te olvide Luis Miguel, son contra el paludismo, y me da igual si tú no te las tomas, pero al niño se las das religiosamente o te mato”. Por supuesto, el padre que rechazaba el poder o la utilidad del conocimiento y la lectura, confiando ciegamente en la fuerza bruta, no le protegió con las píldoras de quinina, argumentando que “eso era una mariconada que no servía para nada” y el niño volvió sufriendo los efectos del paludismo que le provocaron un gran deterioro y una recuperación difícil.

El extracto del libro termina con la frase: “El bicho que se me había instalado en el hígado, bien al reparo, fue otra de las desgraciadas herencias que recibí de mi padre”.

Esta frase me ha llevado a pensar en el posicionamiento acérrimo que ha liderado Miguel Bosé contra la medicación para evitar otra amenaza vírica, descontando la peligrosidad  de la Covid19 y negando cualquier beneficio de la vacuna, tomando una posición tan cerrada y absoluta como su padre, que se describe como impertérrito ante los hechos que mostraban el riesgo de muerte de su hijo. En el pasado el padre enfrentaba prejuicios sobre hombría e intelecto, como si la hombría impidiera lo intelectual o la racionalidad. En el presente, el hijo, enfrenta ciencia y libertad, como si la investigación científica impidiera el disfrute de la libertad personal o como si responsabilidad personal fuera en contra de libertad ¿Se trata quizás de otra desgraciada herencia que recibió? Lo dejo a vuestra reflexión.

Las personas que se autocompadecen o se sienten resentidos por no haber recibido de sus figuras parentales la ternura y el cariño que hubieran deseado, suelen perdonar con facilidad y agradecer a sus cuidadores lo recibido, cuando comprenden que aquello que experimentaron, tanto lo negativo como positivo, le permitieron desarrollarse hasta alcanzar la edad adulta. De no haber recibido esos estímulos, incluso los negativos, les hubiera supuesto su muerte psíquica.

Es curioso, en general,  como vemos los defectos de nuestros padres sin ser capaces de ver como los reproducimos también nosotros. A consecuencia de esto, las virtudes y defectos familiares siguen cultivándose en las siguientes generaciones, aunque las nuevas circunstancias vitales las revistan de nuevos ropajes. Podemos entonces hablar de “en mi familia somos así”, “soy como mi padre”, “los Pérez somos tozudos”, o “no quiero ser como mi madre” (implica que queremos ser lo contrario de lo que tememos que podamos estar siendo y por tanto nos polarizamos), etc; asumiremos las creencias que el niño decidió adoptar influidos por ese entorno y que incorporamos como propias: No puedo equivocarme, debo hacerlo perfecto, los cambios son dolorosos o peligrosos, si no hago lo que los demás quieren no me van a querer, tengo que ser fuerte, etc.

Y así, estaremos viviendo bajo un corsé mental más o menos rígido del que solo lograremos escapar si nos enfrentamos al cambio. En ese cambio estaremos solos, con la plena responsabilidad de la reparación o modificación de aquellos patrones disfuncionales que no deseamos.

Eso o lamentarnos eternamente.

Un cambio que será más fácil desearlo que conseguirlo y que requerirá de la conciencia del prejuicio, esfuerzo y regularidad.

miércoles, 3 de noviembre de 2021

Abrazar el sufrimiento: la sabiduría del Padre Nutritivo

 


El desarrollo de un Padre Nutritivo Positivo interno es tan importante para la autogestión emocional como el Adulto. Un Padre Nutritivo Positivo interno que cumple con las funciones de permiso y protección del Niño interno nos proporciona una base segura interna necesaria para enfrentarnos a todas las adversidades inevitables de la vida y también para sortear las evitables. 

Ante estas adversidades, el PNPi nos ayuda a atravesar con el menor coste posible los eventos dolorosos externos, las frustraciones y las emociones "negativas"  internas. Es nuestro padre emocional, como buen padre su objetivo es el máximo beneficio con el menor coste posible, donde el beneficio es el bienestar y el coste es el sufrimiento. El PNPi hace suya la afirmación de Buda: «El dolor es inevitable, el sufrimiento es opcional».

El Padre Nutritivo sabe que un espacio seguro interno nos permite tomar mejores decisiones, mantener los proyectos y descubrir oportunidades; puede seleccionar que críticas aceptamos adecuadas en el  camino de crecimiento, nos garantiza la coherencia y nos permite la creatividad. También conoce que cuando el estado interno es inseguro nos focalizamos en el problema y en sus pequeños detalles, alejándonos de las soluciones, haciendo más profundo el hoyo del que pretendemos salir. Y sobre todo que, fuera de una base segura, perdemos el sentido de lo importante, nuestra salud física y mental y calidad de nuestras relaciones con los demás, con comportamientos de evitación, de agresión o de pasividad (internos o externos).

El Padre Nutritivo Positivo interno comprende las necesidades del Niño interno y las cubre. Por eso no reprime las emociones del Niño ni las evita o ignora, si no que escucha sus mensajes y le ofrece salidas nutritivas. Sabe que detrás de la inquietud, el Niño busca la claridad, detrás de la cólera busca ser protegido y defendido, que con la tristeza el Niño expresa su necesidad de tiempo para la introspección, con la desesperación indica su pérdida de sentido y su necesidad de recuperarlo, que con la culpa señala su necesidad de replantearse creencias y comportamientos; el PNPi conoce el proceso que necesita cada emoción, un proceso interno de reconocimiento de la situación emocional y de búsqueda e implementación de las acciones dirigidas a encontrar o crear las soluciones.

Cuando el PNPi acepta los estados emocionales del Niño interno el sufrimiento es menor y la información que le aporta es esencial para nuestra calidad de vida y nuestro desarrollo personal. El PNPi acoge la emoción del Niño con amor, ternura y compasión. Empatizando con su dolor y aportándole vías de salida, de superación y de reparación. A veces, no se puede hacer nada más que aceptar el dolor del Niño y nutrirlo acompañándole, otras le puede señalar acciones adecuadas y claras para atravesarlo.

El PNPi “abraza los sufrimientos”, más que “los acepta” pues la aceptación puede ser asociada fácilmente a la resignación del Niño Sumiso, asustado y confuso. El Padre Nutritivo sigue activo, cuidando, protegiendo y filtrando o reformulando aquello que está acogiendo del dolor emocional, separando el dolor real del sufrimiento erróneo.

Acoger, nutrir y asegurar al Niño que sufre es la acción necesaria para mantener el equilibrio interno.

Veamos cómo esto sucede en la práctica cotidiana desde una perspectiva interpersonal, que puede representar a la relación de nuestros estados del yo internos:

Un niño jugando con la pelota tropieza y cae al suelo, se tuerce un tobillo, no puede apenas caminar hasta su casa, el dolor es muy fuerte. Al llegar a casa, su madre le reprocha su torpeza, también su afición por la pelota, le dice que al día siguiente no podrá ir al campo a jugar con sus primos, como a él tanto le gusta, que todo es por ser tan bruto y que va a tener que estar encerrado todo el tiempo por culpa de su inutilidad, que ella ahora no va a poder ir a la boda de su mejor amiga, cuando ya había comprado un vestido que le había costado un dineral. 

Claramente comprenderás que al dolor físico se sumará todo un sufrimiento emocional y relacional que persistirá incluso cuando el pie se haya recuperado. 

Veamos como de opcional es el sufrimiento cuando un Padre Nutritivo, en este caso hacia el otro, actúa:. 

Imaginemos al mismo niño con el mismo dolor en el tobillo después de su accidente. Al llegar a casa su madre lo abraza, le pregunta cómo se siente, qué le ha pasado, donde le duele y lo escucha atentamente, le tranquiliza con palabras tiernas y serenas, empatiza con su dolor y con sus necesidades de ser calmado y cuidado. Mientras le lava y le aplica un antinflamatorio le dice que ahora tiene que estar unos días con el pie en reposo,  que al día siguiente podrá ir al campo a ver a sus primos y que podrá seguir su reposo viendo sus programas favoritos en la casa, que ella organizará un juego de mesa muy divertido para que todos lo puedan pasar bien juntos y él pueda estar participando. Le cuenta que ella también se cayó de pequeña cuando jugaba con su prima a subirse a caballito en sus hombros y se rompió un brazo, que se lo escayolaron y estuvo todo el verano utilizando una aguja de tricotar para introducirla en el hueco de la escayola poder calmar sus picores. Qué suerte, le dice, si no te tienen que escayolar, no tendrás esa incomodidad! Le prepara una silla cómoda y un taburete para poner su pie en reposo y después le dice que le va a preparar una sopa caliente que le va a sentar muy bien. Siguen hablando de su día y de sus cotidianidades con la serenidad del vínculo seguro. Él le pregunta por la boda de su amiga, si ella podrá ir. Ella le responde que todavía hay tiempo, que decidirán como lo harán cuando llegue el momento, que todo irá bien, mirándolo a los ojos con todo su amor le dice que lo importante ahora es que él esté tranquilo y que su pie se recupere.

Apenas que te pongas en el lugar del niño podrás notar nítidamente las diferencias de su dolor en ambos casos. 

Y si bien no elegimos a nuestros padres y sus capacidades para asegurarnos el cuidado y la protección ante el dolor, sí tenemos la capacidad de aprenderlas si no han sido modeladas adecuadamente durante la infancia.

Cuál es tu primer reflejo ante el dolor físico o emocional: ¿perseguirte o perseguir a otro? o ¿Cuidarte? ¿Qué hacían contigo ante el dolor físico? y ¿ante el dolor emocional? Quizás hacían lo mismo ante los dos tipos de dolor, descontarlos, hacerte culpable o hacerse las víctimas, o reaccionaban de forma diferente, cuidando uno y rechazando el otro. O tuviste suerte y te sentías arropado y cuidado en ambos casos. 

En cualquier caso ahora, ya adulto, eres tú el que respondes a tus dolores físicos y emocionales. Quizás sería bueno preguntarte si sigues aquellos patrones vividos o has ido aprendiendo gracias a nuevas experiencias o por un “darse cuenta” a evitar y modificar la parte que añade sufrimiento. 

Desarrollar nuestro Padre Nutritivo Positivo Interno  consiste en estar atento a los propios sufrimientos en lugar de evitarlos u ocultarlos con actos distractorios, es conectarnos con ellos para aliviarlos en lugar de castigarnos o perseguirnos, es ser amable y comprensivo con uno mismo.

Darnos cuenta de cómo distorsionamos el dolor añadiéndole sufrimiento con nuestros diálogos internos durante las pequeñas cosas en el día a día, en los pequeños detalles, incluso en los insignificantes, nos ayudará a prepararnos para atravesar los grandes dolores.

martes, 2 de noviembre de 2021

Recalculando: sentido de la vida, meditación y análisis transaccional

 


En busca del sentido de la vida vamos construyendo nuestra vida. Incluso aquellos que nunca se plantean la cuestión, lo buscan cada día de manera inconsciente, con más o menos acierto. Es nuestro motor desde que nacemos, primero lo hacemos con un sentido prestado, aquel que la sociedad y nuestra familia nos facilita: si haces esto, obtendrás esto, debes de ser, sentir, hacer…, tendrías que….indicaciones a las que nos adaptamos más o menos bien y a medida que van alejándose de nuestra realidad del presente,  en el mejor de los casos,  nos invitan a buscar nuevos sentidos, en el peor, nos instalan en la confusión y el sufrimiento.

Si usamos la acepción de sentido como orientación, ir de un punto hacia otro, el sentido no se puede concretar, no es una meta, es sólo una dirección, por tanto, podríamos pensar que el sentido de la vida solo es la energía que fluye, a través del bienestar o malestar, en el proceso de vivir hacia una dirección cuya parada solo está en la muerte; es posible que ese sentido solo pueda ser definido a posteriori, cuando al final de la vida nos enfrentemos al balance final. Quizás es mejor que vayamos haciendo pequeñas evaluaciones y no posterguemos todo para aprenderlo en el último momento.

El Análisis Transaccional es una magnífica herramienta para comprender hacía dónde estamos yendo, nos ofrece un lenguaje muy concreto para poder describir nuestra relación con nosotros mismos y con los demás. Los conceptos del AT nos permiten descubrir la dirección hacia la que estamos enfocados, dándonos la oportunidad  de mantener, corregir o cambiar el rumbo.

Conocemos la realidad cuando la podemos describir. Nuestras sensaciones se convierten en emociones cuando las nombramos.  Nos ubicamos frente o con los demás en los relatos que nos hacemos sobre nosotros mismos y/o los demás. El relato es importante por tanto, el relato nos hace protagonistas o víctimas, héroes o villanos, aventureros o presos. El relato nos permite comprender el guión que seguimos y su estructura.

El relato puede ser construido desde el exterior o desde el interior. Puedo ser un mero actor del guión impuesto o autoimpuesto, o un autor creativo de cada acto. Si soy mero actor, atenderé  a lo que se espera de mí, a los mandatos, prescripciones y atribuciones recibidas. Si decido ser autor,  utilizaré mi creatividad, aceptaré mis bloqueos creativos y mi responsabilidad y poder en las elecciones que hago en cada momento de mi vida.

Cada una de las herramientas de autoconocimiento que nos ofrece el AT puede ser utilizada como brújula cuando andamos perdidos. Y en estos tiempos, en los que la meditación o el mindfulness “está tan de moda” para encontrar la serenidad, el equilibrio y la ecuanimidad, utilizar los conceptos del AT durante la meditación puede reforzar sus beneficios.

Personalmente no sé a qué se dedican las demás personas cuando meditan. Unos cuentan que les basta centrarse en su respiración dejando ir sus pensamientos sin aferrarse a ninguno. Otros buscan la emoción profunda e intensa que encuentran al entrar en contacto con la sensación básica, tan simple, de estar vivo. También se utiliza para trabajar emociones, desarrollar la compasión o la ecuanimidad. Los más atraídos por la biología buscan desconectar su sistema simpático y activar el parasimpático, relajando sus músculos, regulando su respiración y recreando pensamientos positivos y emociones agradables. En cualquier caso, el tiempo de meditación se utiliza para alcanzar cierto bienestar interno o desconectar del malestar que nos habita.

En mi caso, en el tiempo que dedico a la meditación, practico un poco todo lo anterior, dependiendo de la necesidad del momento, y reservo la mayor parte del tiempo para hacer lo que yo llamo “recalcular ruta”. Es un tiempo dedicado para ubicarte en tu mapa y contrastarlo con la realidad. Como sentencia la PNL el mapa no es el territorio, por ello estamos obligados a realizar actualizaciones constantes.

Para poder comprender qué actualizaciones se deben realizar en el mapa, el AT me ayuda a identificar cuando se necesita seguir, retroceder o modificar el camino, si tengo suficiente combustible o si he de parar a descansar para poder proseguir.

Meditar sobre mis estados del yo me permite equilibrarlos. Contactar con mi cuerpo, mi respiración y mis emociones me ponen en contacto con el Niño, notar como se siente y qué necesita para sentirse seguro y calmado. Cuando mi Niño está atendido, paso a escuchar a mi Padre, a distinguir los mensajes constructivos y protectores de los críticos y paralizantes, puedo mantener un diálogo con él desde mi Adulto, de manera que le ayudo a aclarar sus valores, sus límites sanos y sus mensajes nutritivos hacia el Niño, de manera que Niño y Padre se sientan en cooperación.

Una vez equilibrados los estados del yo, puedo hacer un recuento de mis entradas y salidas de estímulos (caricias), los condicionales e incondicionales que doy y que recibo. Cómo es el balance. Donde necesito poner o quitar. Así como la estructuración de mi tiempo, donde necesito recortar y donde fomentar.Me resulta muy útil también meditar sobre mi posición existencial ante los conflictos vividos y buscar en ellos mis descuentos o sus descuentos, mi rol en las triangulaciones y los juegos en los que he podido enganchar o provocar. 

Desde las gafas que me facilita el AT puedo examinar  los actos y escenas que me acercan a lo hamártico o banal que otros han escrito, buscando responder adecuadamente, cada vez mejor, a los estresores externos y reaccionar menos.

El encargado de toda esta actualización es mi Adulto, como describe Erskine, con la “plena capacidad neopsíquica del yo adulto para integrar valores, procesar información, responder a emociones y sensaciones, ser creativo y estar en contacto” (p. 87). O como confirma Tudor, con la capacidad del Adulto de procesar e integrar sentimientos, actitudes, pensamientos y comportamientos apropiados para el aquí y ahora.

No es posible revisar todo esto en el tiempo de una sola meditación, por ello voy atendiendo a demanda, a demanda de mi Niño, de mis relaciones, de mis dudas o de mis emociones. Siempre hay una herramienta de AT que me podrá facilitar el proceso, el proceso de tomar perspectiva suficiente para poner orden en el caos. La metáfora que puede representar el proceso es la del jardín, mi jardín cada día necesita ser atendido, quitar malas hierbas, abonar cuando se necesita, podar para fortalecer, regar, etc. Cada día hay nuevas tareas a demanda del jardín, no todos los días se necesitan las mismas, pero sé que cuento con la caja de herramientas de AT que me ayudaran en el proceso.

Aquello que cultivamos crece, cultivando regularmente el Adulto mediante el tiempo de la meditación lo empodero, es fácil si se crea el hábito, el hábito de atender y detectar las necesidades del Niño y los valores del Padre, de manera que podamos mantener nuestra armonía y coherencia interna y con los demás. 

Todo esto no evita que te salgas o te pierdas en el camino, pero no cabe duda que te  ayuda a volver a él y seguir el sentido qué tú eliges.