sábado, 25 de septiembre de 2021

Mi reconocimiento a esos héroes que sufren la ciencia y la hacen crecer



La compulsión surge de la combinación de una necesidad de deshacerse de una emoción dolorosa, como es la ansiedad, con un comportamiento que tiene éxito, aunque sea momentáneo. La ansiedad por temer un accidente de tráfico de tu hijo, puede generar un comportamiento compulsivo que te hace mirar el teléfono cada minuto para "tranquilizar"  la ansiedad. Así pues, cuando la disminución de la ansiedad la vinculamos con una conducta: voilà, tenemos un aprendizaje condicionado.

La dopamina opera en los sistemas de recompensa cerebrales en el nucleus accumbens. Estos circuitos calculan como de gratificante se siente la experiencia comparada con lo gratificante que esperabas que fuera. Las experiencias que cumplen o superan las expectativas hacen que te sientas muy bien, lo que le da al cerebro una sensación de recompensa.

En los enfermos de Parkinson el intento de mejorar los síntomas de la falta de producción de dopamina significó finalmente una catástrofe para muchos. Veamos como.

Durante mucho tiempo se había dado a estos enfermos la Levodopa que era un precursor de la dopamina. La solución consistía en que si dabas al cerebro más precursor de dopamina, este produciría más dopamina. Es como si te aseguras de tener más proveedores sirviendo azúcar y harina para que la pastelería pueda producir más pasteles para servir a mas clientes.

Más tarde en el 1990 se pensó que actuando sobre los receptores de la dopamina, el proceso sería más potente y eficaz. Para ello desarrollaron los agonistas de la dopamina, que actuaban directamente en los receptores de la dopamina. Esto suponía, según la metáfora de la pastelería anterior, introducir directamente el azúcar y la harina en el estómago de los clientes, sin pasar por el proceso de horneado.

Una vez que un agonista de la dopamina se acopla con un receptor de dopamina, desencadena una reacción intensa y excesiva. Otra metáfora que nos ayudará a comprenderlo es pensar en  como se escucharíamos una pequeña radio reloj de la era de los setenta, con un sonido metálico, o como sería esta radio conectada a un amplificador de la guitarra  de 400 vatios mientras suenan primeros acordes de "Smoke on the Water" de Deep Purple en tus tímpanos. La diferencia es abrumadora.

Así es  tomar un agonista de dopamina: mismo receptor, diferente molécula conectada, resultado superpotente.

"Los agonistas de la dopamina actúan sobre receptores como una superdopamina ”, decía el psiquiatra Michael Bostwick de la Clínica Mayo en Rochester, Minnesota. "Tan orgullosos ellos!".

La euforia empezó a desinflarse cuando un septiembre de 2000, un equipo de neurólogos y psiquiatras del Hospital Universitario Doce de Octubre en Madrid, España, informó que diez de sus pacientes de Parkinson tratados con levodopa se habían convertido en jugadores patológicos. Las máquinas tragamonedas eran el "vicio" preferido. Se sugirió que “podría estar relacionado con el tratamiento dopaminérgico”. Dr. José Antonio Molina y sus colegas afirmaban en la revista Movement Disorders que era un efecto del que no se había informado antes.

Sin embargo en el 1989, el neurologo Ryan Uitti y sus colegas encontraron que trece de sus pacientes de Parkinson desarrollaron hipersexualidad muy pronto justo después de comenzar la terapia con levodopa. Su descubrimiento, sin embargo, apareció en Neuropharmacologie clinique , y atrajo poca atención.

Además, en el transcurso de solo dos semanas en 1999, el neurólogo Mark Stacy, entonces director del Centro de Investigación Muhammad Ali Parkinson en Phoenix, se enteró de que dos de sus pacientes de Parkinson, cuya medicación acababa de aumentar, inmediatamente se habían metido en apuestas, perdiendo 60 000 $ cada uno, pero no se publicó hasta el 2003.

Para entonces, la nueva generación de agonistas de la dopamina se había estado utilizado durante casi una década, es difícil explicarse porqué los comportamientos compulsivos no fueron vinculado a las drogas hasta el 2000. "Simplemente no era algo que se pregunta", dijo la neuróloga Erika Driver-Dunckley al ser preguntada. "Los pacientes entraban y le preguntábamos sobre su trastorno del movimiento. ¿Por qué tendría que ocurrírsele a alguien preguntar si el paciente de Parkinson había desarrollado repentinamente deseos compulsivos de jugar o de aficionarse al sexo?

Afortunadamente, después del informe español, los neurólogos comenzaron a investigar y escudriñar sus viejas notas. En el Muhammad Ali Center, Driver-Dunckleyy Stacy comenzó a buscar en la base de datos de los pacientes de Parkinson vistos desde 1 de mayo de 1999 al 30 de abril de 2000. De 1.281 que tomaban agonistas de la dopamina, nueve también habían referido un inicio repentino de juego compulsivo. De esto se informó en en la revista Neurologie en 2003.

Esa pequeña incidencia no constituía exactamente una epidemia, pero recordemos que había sido un análisis retrospectivo de meras notas archivada limitadas por el "no preguntes, no digas ", que como decía Driver-Dunckley: los neurólogos no tenían más razón para preguntarle a un paciente de Parkinson si había comenzado a sentirse inexorablemente atraído por los casinos que un oftalmólogo hubiera tenido para preguntar acerca de los juanetes de su paciente.

Una vez que Driver-Dunckley empezó a investigar, dijo: "Los pacientes mencionaban que habían pasado por un divorcio porque se habían ido con prostitutas, o porque habían perdió todo su dinero jugando. Eso era bastante inusual por sí mismo, pero incluso más aún porque estos pacientes de Parkinson habían sido descritos por conocidos y familiares como personas formales y sensatas ”. En definitiva, personas con aversión al riesgo y centrados,  a los que el suministro menguante de dopamina los había dejado privados de las señales cerebrales que posibilitan sensaciones hedónicas o de placer.

Continuó diciendo la doctora: “Estos pacientes no me estaban diciendo que habían gastado un poco más de dinero en juegos de azar de lo que normalmente hacían. Era más como: "Acabo de gastar todos mis ahorros para la jubilación jugando'. Algunos se fundieron todo en una semana, y algunos lo hicieron yendo a los casinos todas las semanas durante un mes. Pero no era solo el juego y la hipersexualidad. También tuvimos personas que desarrollaron compulsiones como peinarse compulsivamente o limpiar la casa todo el tiempo "

Para profundizar sobre esto del 2002 al 2004, James Bower y J. Eric Ahlskog de la Clínica Mayo preguntaron a sus pacientes de Parkinson si había comenzado a mostrar algún comportamiento inusual después de que le recetaron agonistas dopaminergicos. Once dijeron que habían desarrollado un impulso compulsivo de apostar, en la mayoría de los casos dentro de los tres meses después de comenzar el tratamiento de dopamina o al aumentar la dosis. La mayoría estaban tomando pramipexol (nombre comercial Mirapex/Mirapexin), que bloquea los receptores de la dopamina que son especialmente abundantes en el núcleo accumbens: circuito central de recompensa. “Esto muestra que el asunto es importante y que es algo a lo que se le debería prestar atención ”, dijo Bostwick. Se publicó en el  2005 en Archives of Neurology.

A partir de ahí se fueron recogiendo datos de comportamientos compulsivos de diversa índole que se hubieran iniciado después del consumo del medicamento. En todos los casos, tan pronto como los médicos eliminaron la medicación, las compulsiones desaparecieron.

Cuando el becario de neurología de Mayo Anhar Hassan y su equipo revisaron los registros de 321 pacientes con enfermedad de Parkinson desde 2007 hasta 2009,  periodo en el que los médicos de trastornos del movimiento eran ya muy conscientes de que las drogas estaban vinculadas a conductas compulsivas y se aseguraban de  preguntar sobre ellas, sesenta y nueve pacientes, o el 22 por ciento, habían desarrollado repentinamente una compulsión desde el  inicio mientras toma las drogas. La prevalencia alcanzó uno de cada tres entre los pacientes de dosis más altas, se informó 2011. Hassan contó veinticinco nuevos jugadores compulsivos, veinticuatro pacientes con comportamiento sexual compulsivo, dieciocho nuevos compradores compulsivos, seis usuarios de computadoras repentinamente compulsivos y ocho "con otras conductas compulsivas".

Los científicos estaban desconcertados sobre la causa por la que un paciente de Parkinson  que tomaba agonistas de la dopamina comenzaba a jugar compulsivamente mientras que otro comenzaba compulsivamente a hacer jardinería. 

Afortunadamente se logró progresar un poco mas en el conocimiento del mal que se estaba produciendo, al entender como los pacientes de Parkinson tienen mayor riesgo de sucumbir a las compulsiones con un fármaco con dopamina. Los hombres parecen especialmente susceptibles, al igual que los pacientes más jóvenes, aquellos a quienes la enfermedad afectó relativamente temprano en la vida y en los que han tenido Parkinson durante dos décadas o más. Así pues, el vínculo entre compulsiones y el fármaco actualmente es indiscutible. Un análisis de 2014 en JAMA Internal Medicine, utilizando una base de datos de la Administración de Alimentos y Medicamentos de reacciones adversas a medicamentos informadas por médicos, encontró que la proporción de informes que involucran conductas compulsivas fue 278 veces mayor para los agonistas de la dopamina que para otros fármacos.

Pero no es el placer lo que obtenían los enfermos de Parkinson, porque su comportamiento, si así fuera, se describiría como una adicción, motivada por un impulso al placer que el juego les podía generar, sino que responde a una compulsión motivada por una necesidad desesperada de evitar o calmar la ansiedad.

El circuito dopaminérgico potenciado estimulaba una conducta impulsiva, pero no satisfacción; estimulaba el querer, pero no el disfrute.

O dicho de otra manera, el circuito de dopamina, en lugar de estar a la altura de su apodo original, centro de placer, es más como una máquina de predicción. Pronostica cuán gratificante será algo  y luego lo compara con la realidad, una vez que ocurre. Si la realidad se queda corta, sientes una sensación de incompletitud, insatisfacción, de ser abandonado, de quedarte colgando ansiosamente.  En esa situación el núcleo accumbens genera una sensación de querer volver a intentar hacer que la realidad esté a la altura de su exagerada expectativa creada por la dopamina, jugando otra mano de póquer, probando otro bocado de tarta de queso o gastando en el centro comercial de nuevo. 

La compulsión surge de la necesidad de hacer que la realidad esté de acuerdo con la predicción, para poder acceder a la recompensa, para satisfacer la expectativa. Pero cuando eso sucede, el resultado no es la felicidad como solemos concebirla sino, en el mejor de los casos, alivio, una sensación de bienestar momentáneo. Es como la que se siente cuando el ruido ensordecedor para o cuando dejas de golpearte con dos ladrillos.

La actividad en el circuito de la dopamina no busca tanto de  proporcionar placer como de esperar placer, y cuando no se consigue, impulsa a buscarlo, desesperada y compulsivamente.

Las neuronas de dopamina responden a la diferencia que se da entre la predicción o expectativa de recompensas y la realidad experimentada, por tanto la recompensa obtenida. El neurobiólogo Wolfram Schultz, en la Universidad de Friburgo en Suiza, argumentó en el Journal of Neurophysiology en 1998 las siguientes posibilidades:

  • Si las recompensas llegan sin haber sido predichas, el circuito de la dopamina se activa y las neuronas se disparan. La realidad supera a las expectativas y las neuronas de la dopamina se vuelven locas. ( Hay chupitos en este picnic de la iglesia? ¡Sí! ) Te sientes eufórico. Conseguir un Porsche para tu cumpleaños cuando esperabas una corbata es sublime. 
  • Si no se obtienen las recompensas previstas, la actividad de las neuronas dopaminérgicas disminuye como en un precipicio. 

Esta es la situación en el cerebro del Parkinson de los pacientes: los medicamentos estimularon la activación de sus neuronas de dopamina, pero nada en la realidad cumplió con sus altas expectativas de recompensa. Entonces fueron en busca de emociones en los casinos o en las compras. Lo que comenzó con animar una mayor actividad en el circuito de dopamina, al activarlo artificialmente con drogas se convirtió en un impulso compulsivo hacia recompensas cada vez mayores.

 Fuente: "Can't Just Stop," by Sharon Begley

 

El 10 de marzo de 2012, los abogados de Ian, un residente de Melbourne, Australia, de sesenta y seis años, presentó una demanda ante el Tribunal Federal. Puso un pleito a Pfizer, el fabricante del fármaco, porque su medicación para la enfermedad de Parkinson, Cabaser, le había hecho perder todo lo que tenía. Él había desarrollado la enfermedad de Parkinson en 2003. Su médico le recetó Cabaser, y en 2004 le duplicaron la dosis. Ahí fue cuando surgieron los problemas. Empezó a jugar mucho en máquinas de videopóker. Estaba jubilado con una pensión modesta de unos 850 dólares mensuales. Cada mes, destinaba todo el importe a las maquinas, pero no bastaba. Para pagar su compulsión, vendió su coche por 829 dólares, empeñó casi todo lo que tenía por 6.135 dólares y les pidió prestados 3.500 dólares a sus familiares y amigos. Después, pidió préstamos por valor de más de 50.000 dólares a cuatro entidades financieras, y el 7 de julio de 2006 vendió su casa. En total, este hombre con escasos recursos perdió en el juego más de 100.000 dólares. Ian final consiguió parar en 2010, cuando leyó un artículo sobre la relación entre la medicación para la enfermedad de parkinson y el juego. Dejó de tomar Cabaser y el problema dejó de existir.

Algunos como Ian consiguieron grandes indemnizaciones de las farmaceútica, pero la mayoría solo sufrieron las terribles consecuencias de sus compulsiones y descontrol de impulsos.

Mi reconocimiento más profundo a todos los enfermos de Parkinson que confiaron en una mejoría y se encontraron con la destrucción de lo poco o mucho que les quedaba y, también, a la familia y/o amigos que siguieron arropándolos incondicionalmente después del debacle.


miércoles, 8 de septiembre de 2021

Los espejos en las relaciones



Nacemos con todas nuestras emociones naturales y espontáneas positivas, sentimos alegría, mostramos afecto positivo, cariño, ternura, amabilidad. Como dice Berne, nacemos siendo príncipes y princesas.

Nuestras figuras parentales actúan como espejos para nosotros, con esa imagen proyectada irá formándose parte de nuestra identidad.

Reflejo Positivo:

Si los adultos conectan con nosotros con sentimientos nutritivos y afectivos, como paciencia, amabilidad, aprecio, júbilo y ánimo, tendremos la posibilidad de aprender a gestionar y transformar nuestras emociones negativas en recursos positivos.

Reflejo Negativo:

Pero cuando nos falta amor, cariño y cuidado, sentimos miedo.

El miedo es lo contrario del amor y nos hace manifestar diferentes emociones, que son llamadas de atención, para pedir que nos ayuden a calmarnos, a regular nuestro malestar desde fuera. No aprenderemos a gestionar y calmar nuestras propias emociones negativas y seguiremos buscando esa figura comprensiva y amorosa que nos ame incondicionalmente. Lamentablemente, esa es una esperanza infantil que, en la edad adulta, nos va a llevar normalmente a experimentar relaciones tóxicas, una y otra vez.

 


Aunque en el dibujo aparezca la madre, cualquier figura de autoridad o parental va a proyectar sus sentimientos positivos o negativos sobre nosotros.

 

RELACIÓN SANA AMOROSA

  

Los estados Padre de cada miembro de la relación, cuida y da afecto al Niño del otro, cuando se lo solicitan.

Sus Niños se relacionan con alegría y espontaneidad.


RELACIÓN TÓXICA

Los estados Padre de cada miembro de la relación, controlan y persiguen  o sobreprotegen al Niño del otro, tanto cuando le solicitan ayuda, como cuando no se la han solicitado.

Sus Niños se relacionan con rebusques y emociones falsas.



¿Qué reflejan los espejos de tus relaciones más cercanas?

lunes, 6 de septiembre de 2021

Necesidades de dependencia en la niñez


Es posible que los niños no vengan con un manual de instrucciones, pero si lo hicieran, la sección sobre el niño feliz no sería muy complicada porque hay una fórmula simple ...

Necesidades de dependencia emocional satisfechas = un niño feliz.

Los niños pequeños no pueden satisfacer sus propias necesidades, al igual que una planta no se puede regar sola. El niño feliz depende de sus cuidadores para satisfacer estas necesidades. A medida que crecemos, nos volvemos más independientes , cada vez más capaces de satisfacer nuestras propias necesidades.

Hay dos grupos de necesidades de dependencia:

  • El primer grupo son las necesidades de supervivencia : son lo que Maslow llama las necesidades básicas de comida, refugio, ropa, atención médica, seguridad y protección. Si no se satisfacen estas necesidades, al menos en un grado mínimo, es probable que el niño muera. Tenga en cuenta que las necesidades de supervivencia incluyen la necesidad de sentirse seguro y protegido. Si un niño no se siente seguro, no puede relajarse. Siempre está en guardia, escaneando su entorno en busca de peligro. Su nivel de ansiedad es muy alto y tiene que mantenerse alerta y “sintonizado” con todo lo que sucede a su alrededor, lo que lo hace volverse hiper-vigilante, hiper-alerta y / o hipersensible… definitivamente no es una niña/o feliz. Sentirse seguro ayuda a un niño feliz a relajarse; si no puede relajarse, no puede jugar . Si no puede jugar, interfiere con su crecimiento. El juego es la forma en que los niños aprenden y crecen a lo largo del desarrollo normal.

 Debido a que sentirse seguros es tan importante, los niños tienen un mecanismo de defensa psicológico incorporado llamado idealización que funciona para ayudarlos a sentirse seguros. A través de la idealización, los niños, sin hacer referencia a los adolescentes aquí, colocan a sus padres en un pedestal viéndolos como "criaturas divinas". Esto los hace sentir seguros porque "si estoy protegido por una criatura divina,  entonces nada puede afectarme" (John Bradshaw ).

Por supuesto, los niños no lo piensan literalmente, pero "lo entienden" de esa manera en un sentido emocional. Es un concepto conocido como "pensamiento-sentido" . La idealización es el catalizador principal para la infección de la vergüenza, como vimos en el Iceberg”, Parte I.

  • Las necesidades de dependencia emocional son lo que Maslow llama las necesidades básicas de amor y estima. Estas son las necesidades que nutren emocionalmente a un niño feliz. Satisfacer plenamente estas necesidades de manera constante, hace que el niño feliz prospere y prospere. Si estas necesidades no se satisfacen de manera consistente, el niño sufre en un grado proporcional a su falta de satisfacción. Pia Mellody y John Bradshaw se refieren a lo siguiente como necesidades primarias de dependencia emocional : tiempo, atención, afecto y dirección .


Tiempo

El niño feliz necesita tiempo. En su video Shame and Addiction , Bradshaw afirma  "Los niños pequeños entienden que a lo que sus padres dan su tiempo es lo que aman". Entonces, para un niño feliz: tiempo = amor . Por ejemplo, si papá trabaja de 12 a 14 horas al día, que puede ser su forma de mostrar amor, los niños sienten que papá ama lo que hace más de lo que los ama a ellos.

No entienden de presupuestos y facturas que pagar. No entienden que esta puede ser la forma en que papá o mamá demuestra su amor por la familia. Todo lo que saben es que normalmente se va o no le presta atención. Y cuando llega a casa, está demasiado cansado para pasar tiempo con ellos, toda su energía la emplea en descansar, leer el periódico y mirar televisión.

El niño feliz recibe tiempo de calidad de ambos padres, no solo de uno. Necesita suficiente tiempo de cada padre para recibir el mensaje de que son amados tanto como cualquier otro miembro de la familia. No es tanto una cuestión de cantidad como de coherencia y calidad. El “tiempo de calidad” es cuando también se satisfacen las otras tres necesidades emocionales principales del niño.


Atención

El niño feliz necesita atención. Así como los niños comparan el tiempo con el amor,  lo entienden que: atención = valor . La atención es más que solo escuchar al niño, es atenderlo .

Padres para un niño feliz:

  • Escuche, intente comprenderle y tómelos en serio.
  • Mostrar preocupación genuina por quiénes son, qué piensan y cómo se sienten.
  • Observe cuándo están luchando con un sentimiento y ayúdelos a descubrir qué es y qué hacer al respecto.
  • Sepa cómo fue su día, con quién le gusta pasar el rato en el cole, cuál fue su mejor momento con sus amigos, etc.

Los niños felices reciben mucha atención pero si no la obtienen, su comportamiento se convierte en una búsqueda de atención. Por lo general, esto no es consciente por su parte. La mayoría de las veces los niños realmente no saben por qué actúan de maneras que obviamente están diseñadas para llamar la atención. Se ven obligados a hacerlo porque necesitan atención, no porque quieran atención.

¿Cuándo fue la última vez que escuchó "Oh, solo está tratando de llamar la atención, ignórelo!" A veces este es un mal consejo, otras veces no lo es. Hay dos razones por las que los niños muestran un comportamiento de búsqueda de atención:

  • Cuando no reciben suficiente atención y realmente la necesitan.
  • Cuando reciben demasiada atención, en cuyo caso se trata de una cuestión de disciplina más que de atención.

Piense en esto último como una solicitud de dirección o comportamiento de búsqueda de disciplina. Los niños necesitan dirección en forma de guía y disciplina. Si bien ignorar ciertos comportamientos puede ser útil, es importante brindar orientación cuando surge la oportunidad, especialmente si no se trata de un incidente aislado.

Encontrar un equilibrio entre la atención y la disciplina es difícil, pero el equilibrio debe lograrse desde el principio.


Afecto

El niño feliz necesita afecto. El afecto es el área en la que muchas familias parecen quedarse cortas. Hay personas que repiten patrones: “Bueno, los míos no eran los padres más cariñosos del mundo, pero siempre supe que me querían”. Seguro que es cierto que fueron amados. Sin embargo, también es seguro que los niños necesitan abrazos, besos, palmaditas en la espalda y palabras de aliento de forma regular.

Para los niños felices Afecto = Aprobación

Las muestras de afecto son la forma en que los padres envían mensajes de aprobación al niño feliz. El afecto dice:

  • "Me gustas",
  • "Me gusta quién eres y en quién te estás convirtiendo",
  • "Me alegro de que seas mi hijo",
  • "Me alegro de poder ser tu padre",
  • "Me alegro de que estés en esta familia",
  • "Estoy orgulloso de ti",
  • "Te quiero".

¡Algunos padres incluso se sinceran y les dicen estas cosas a sus hijos! El afecto es la forma en que el niño feliz recibe el mensaje de que está a la altura, es aprobado por esas criaturas divinas. ¿Cuántos de nosotros conocemos a un niño que no está seguro de lo que su padre piensa de él? ¿O alguien que no está seguro de estar a la altura de las expectativas de su madre? ¿Cuántos de nosotros todavía no estamos seguros de si estamos a la altura?

Los niños que no reciben suficiente afecto manifiestan su necesidad de aprobación tratando de complacer a mamá o papá. Cuando sus intentos de obtener aprobación pasan desapercibidos, se esfuerzan cada vez más por complacerlos,  esto crea una red neuronal profundamente arraigada y que los harán ver como personas complacientes.

Dirección

El niño feliz necesita dirección. Los niños nacen sin saber hacer las cosas. Están programados biológicamente para sobrevivir en la naturaleza llorando cuando lo necesitan. Sin embargo, todo lo demás, sobre cómo vivir en sociedad, debe aprenderse, incluyendo cómo entablar relaciones, cómo comportarse en público, cómo controlar nuestros impulsos y/o emociones, etc. Un niño feliz tiene padres disponibles y accesibles que les dan dirección y les enseñan estas cosas. Lo hacen a través de la orientación y la disciplina.

Orientación= Competencia .

Nuestros cuidadores son nuestros maestros. Papá nos muestra lo que significa ser un hombre en el mundo, mamá nos muestra lo que significa ser mujer, y juntos nos muestran cómo se llevan los hombres y las mujeres. En otras palabras, nuestras redes neuronales culturales e interpersonales provienen del modelado de nuestros padres, ya sea que se den cuenta o no, es por eso que el enfoque de orientación y disciplina de “haz lo que digo, no lo que hago”, no funciona.

Unos padres ideales se dan cuenta de la poderosa influencia que tiene su comportamiento en el desarrollo de su hijo feliz. También saben que para ser buenos educadores deben estar disponibles y ser accesibles, es decir, el niño feliz sabe cuándo y dónde encontrar a papá o mamá y saben que está bien acudir a ellos para pedirles consejo y ayuda.

Para estar disponible, los padres deben tomarse el tiempo para atender las preguntas de sus hijos. Para ser accesibles, también deben ser pacientes, tolerantes y cariñosos. Los buenos educadores entienden que los niños necesitan repetición para aprender, así es como se forman nuestras redes neuronales. Los niños tienen que preguntar y que se les muestre más de una vez para poder desarrollar la competencia en una determinada tarea.

Un sentido de competencia y dominio son fundamentales para el desarrollo de la identidad de un niño feliz. Por ejemplo, cuando un padre le enseña a un niño a andar en bicicleta, lo sujeta, lo sujeta y lo sujeta hasta que el niño recupera el equilibrio y luego le suelta. Por lo general, el niño se estrellará una o dos veces, pero pronto marchará.

¿Alguna vez vio a un niño en la bicicleta por primera vez? Se iluminan como un árbol de Navidad y casi universalmente gritan lo mismo… “¡Mírame! ¡Lo estoy haciendo!" - ¡Habla de un niño feliz! El "¡¡Puedo hacerlo !!" es una declaración de competencia y proporciona un gran impulso a su ego. Después de un tiempo, es posible que escuche al mismo niño gritar “¡Mírame! ¡Lo estoy haciendo sin manos! " Esto muestra que el niño feliz ahora tiene un sentido de dominio ... y quizás demasiado coraje.

¿Alguna vez se ha preguntado por qué los niños hacen lo mismo una y otra vez, una vez que se vuelven competentes y evitan cosas que quizás no hagan bien? La razón es que necesitan satisfacer su necesidad de un sentido de competencia y dominio. El niño feliz necesita obtener tantas experiencias de "yo puedo hacerlo" como podamos darle. Cosas como atarse el zapato por primera vez, conducir un automóvil, ir a una cita, aprender a bailar, sacar buenas notas, aprender cocinar, golpear una pelota de futbol, etc.

¡En cuantas más áreas se sientan competentes, mejor! Es como una bola de nieve rodando cuesta abajo, al final llegan a un punto en el que han fijado una red neuronal de "yo puedo hacerlo"; cuando eso sucede, están listos para la vida. Los educadores accesibles ayudan sin recurrir a críticas vergonzosas cuando educan a un niño feliz. Es realmente un arte, y la mayoría de nosotros fuimos criados con críticas negativas, y no es lo mejor para aprender.

La retroalimentación crítica saludable viene con amor, tolerancia y sin provocar vergüenza. Por ejemplo, una crítica sana puede sonar así: "Sé que es difícil" , "Realmente lo estás haciendo muy bien, Me caí más cuando tenía tu edad".  "Sé que puedes hacerlo, intentemos una vez más por hoy".

La crítica vergonzante suena así: "¡Vamos, no seas un bebé grande!" "Siempre haces las cosas más difíciles de lo que deberían ser". "Tu hermano lo consiguió en su primer intento ... ¿vas a dejar que te hagan quedar mal?" 

Otro problema con respecto a la educación es demasiada protección. Hay algunas familias que tienen reglas rígidas, a veces extremadamente controladoras, diseñadas para "proteger" al niño.

Por ejemplo, "las ruedas de apoyo no las sueltan hasta que tienes doce años", "no puedes trepar a los árboles", "puedes salir pero no hagas nada" y "debes llevar el casco si vas a subirte al columpio ”. El padre sobreprotector también hace todo por el niño, incluso lo que el niño debería poder hacer por sí mismo.

La sobreprotección y la participación excesiva son el resultado de la incapacidad de los padres para tolerar cualquier posibilidad de que su hijo se lastime física o emocionalmente, para evitarles el sentimiento de fracaso o la decepción de si mismos. La sobreprotección se puede confundir fácilmente con el amor, cuando en realidad no lo es. Se trata más de la necesidad de los padres de sentirse seguros que de la necesidad del niño.

El niño no solo se pierde las experiencias de "yo puedo hacerlo", sino que también recibe un mensaje de "las criaturas divinas" en su vida de que "no pueden hacerlo"; puede fijarse en un patrón neuronal de incompetencia. El niño sobreprotegido puede sentir: "Si mamá y papá no creen que puedo hacerlo (lo hacen por mi) ... entonces no debo poder hacerlo". Una red neuronal de incompetencia viene acompañada de indecisión y sentimientos de vergüenza, miedo y ansiedad.

La disciplina es la segunda forma de dirección necesaria para un niño feliz.

Disciplina = Carácter

Los niños nacen sin las estructuras internas para controlar sus propios impulsos. Por lo tanto, se les dio estructuras externas, llamadas padres o figuras parentales, para ayudarlos. Cuando los padres establecen límites para sus hijos, les dicen "Aquí está la línea, si la pasas, esto es lo que pasa".

Establecer y hacer cumplir buenos límites ayuda a desarrollar las estructuras internas necesarias para que los niños controlen sus propios impulsos. Estas estructuras construyen carácter. El carácter consta de dos estructuras internas primarias: 

  • valores: el conocimiento del bien y el mal
  • autodisciplina: la capacidad de retrasar o rechazar la gratificación de los impulsos basados ​​en el conocimiento de sus valores.

Si recordamos una fórmula simple, A = B, entonces tendremos claro sobre cómo establecer buenos límites. En pocas palabras, cuando nuestro comportamiento (A) es algo bueno, entonces el resultado (B) también debería ser bueno, cuando A es algo malo, entonces B también debería ser algo malo.

Las consecuencias consistentes (positivas o negativas) dan forma a los comportamientos - y las redes neuronales- de un niño feliz al reforzar lo bueno y disuadir lo malo. Si bien esta fórmula es simple en teoría, es difícil en la práctica porque esta vida no siempre sale como "debería".

Los buenos límites son firmes, efectivos y consistentes. Los buenos límites (B) también están en consonancias y son proporcionales al comportamiento (A), es decir, que el castigo se ajuste al delito. Cuando los padres establecen y hacen cumplir consistentemente buenos límites para sus hijos, les están enseñando una ley importante del universo (A = B).

Esto será extremadamente importante para ellos más adelante en su edad adulta, cuando la vida se convierta en su maestra. Por otro lado, cuando somos inconsistentes con los límites, o son inapropiados para el comportamiento, entonces les estamos haciendo un flaco favor a nuestros hijos.

Por ejemplo, cuando un adolescente hace "A" (llega a casa oliendo a alcohol) y debe recibir "B" (castigado por un cierto período de tiempo), pero el padre siente lástima por él porque el baile de graduación es este fin de semana, por lo que proporciona " C ”(Dejándolos libres y dándoles 50 euros para que se diviertan).

Entonces, el mensaje enviado y recibido es A = C. En otras palabras, "Si me equivoco cuando realmente importa, mamá y papá me ayudarán". Proporcionar "C", cuando "B" debe ser la consecuencia, permite que persistan los problemas de comportamiento, por eso se llama habilitación .

Las decisiones sobre buenos límites no siempre son fáciles. Algunos límites deben ser innegociables, por ejemplo, los relacionados con la seguridad del niño y los relacionados con valores familiares fuertemente arraigados. Otros pueden estructurarse para enseñar al niño la flexibilidad y cómo comprometerse o negociar.

Por ejemplo, cuando el niño hace "A" (rompe "su castigo" por 30 minutos) y la consecuencia acordada es "B" (castigado una hora el próximo fin de semana), el acuerdo negociado podría ser que el niño puede elegir qué fin de semana del mes siguiente desea el castigo.

Otro beneficio de los límites es la seguridad. Cuando los padres establecen y hacen cumplir constantemente los límites, están ayudando a sus hijos a aprender límites saludables. Los niños que no saben dónde están los límites, se sienten inseguros.

Por ejemplo, el síndrome del niño mimado es lo que se produce cuando un niño recibe una aprobación general para todo lo que hace. Cuando hay pocas o ninguna consecuencia para estos niños, ellos traspasan los límites, una y otra vez, hasta que alguien interviene y dice ¡"no"!

La mala conducta, en este caso, es una conducta de búsqueda de disciplina: el niño se ve inconscientemente obligado a hacer que alguien intervenga porque necesita ayuda para controlar sus impulsos y está obligado a conseguirlo. Al igual que en la sobreprotección, las buenas intencionadas de los padres excesivamente indulgentes fracasan.

Por lo general, los padres sanos se esfuerzan por no dañar la autoestima del niño con críticas destructivas. Con una educación sin límites, el niño puede recibir el mensaje de que "las criaturas divinas" en su vida no tienen expectativas sobre ellos, porque no serán capaces de estar a la altura de ellos, lo que provoca una sensación de incompetencia.

Otras formas de disciplina incluyen las que mamá y papá nos dan como modelo con su propio comportamiento habitual, incluyendo buenos modales, buena higiene, buena ética de trabajo, etc. Los observamos y aprendemos de ellos. El viejo adagio “haz lo que digo, no lo que hago” no es muy efectivo para ayudar a nuestros niños a desarrollar e interiorizar estas disciplinas diarias. La herramienta más eficaz para enseñar a los niños es un buen ejemplo a seguir. Los límites y las consecuencias simplemente refuerzan lo que demostramos.

sábado, 4 de septiembre de 2021

Mister Jekyll y Mister Hyde


Estaban tomando un café en la mesa de una terraza frente al mar. El quería, por enésima vez, que ella le perdonara y que no lo dejara. Cada vez que él se salía del tiesto, que aparecía el Mr. Hyde, que la insultaba, la perseguía, la culpabilizaba y tenía comportamientos irracionales y agresivos, ella, que no entendía nada de aquel comportamiento, esperaba a que se calmara y suavemente le decía: puedo ver que tu ves algo en mi que te hace daño, que no soportas, que te hace sufrir y no lo sabes expresar y me lo muestras emocionalmente. Soy incapaz de ver eso que tú me señalas, solo puedo percibir el maltrato, los insultos, sentir miedo a tus ataques y a tus comportamientos agresivos. Por todo ello, creo que no podemos hacernos felices el uno al otro, no se quién es el culpable, ni me importa, puedo suponer que los dos actuamos de buena fe, pero nos herimos mutuamente. Nadie en su sano juicio pensaría que esto es amor. Vamos a dejar la relación.

Esas palabras eran insoportables para él. Automáticamente Mr. Jekyll aparecía, sereno, sensible, arrobado, vulnerable, necesitado de comprensión y de amor. Entonces, él reconocía ser la víctima de su Hyde, y que solo ella podría rescatarle de tan dolorosa situación. Ella era toda su esperanza de redención, sólo él era su propia víctima y ella su única oportunidad.

Ella ya sabía, a estas alturas, que sólo había una víctima: ella. Sin embargo, todavía pensaba que podía hacérselo comprender a él. Explicarle, de nuevo, porqué ella no podía ser su rescatadora. Verás, le dijo, es como si tú me pegas una paliza y yo estoy herida en el suelo, queriéndome alejar para salvar mi vida, y entonces, tú, con lágrimas en los ojos, me dices que no me vaya, que necesitas que yo te salve de tu agresividad conmigo. Es un poco loco todo, no?

En ese momento, él se ponía a llorar desconsoladamente, no le importaba el público a su alrededor,  sabía que la batalla verbal estaba acabada, por ahí no podía seguir. Ahora solo quedaba la emocional. Mostrar tal vulnerabilidad y desvalimiento que le obligaría a ella moralmente a ocupar otra vez el rol de cuidador.

Y así fueron jugando el dramático juego, hasta que ella decidió salir de la simbiosis: lo dejó.


miércoles, 1 de septiembre de 2021

Ideas, mistificación y emociones

 


"Al estudiar el nacimiento de las ideas, o al menos sus metamorfosis; al seguirlas a lo largo de su camino en sus débiles inicios, en la manera que tienen de afirmarse y hacerse fuertes, en su progreso, en sus victorias y en su triunfo final, se llega a esta convicción profunda, que son las fuerzas intelectuales y morales, no las fuerzas materiales, las que dirigen y mandan en la vida"

PAUL HAZARD


Si partimos de esta “convicción profunda”, se podría deducir, en primer lugar, que existe una lucha de poder entre las ideas de las personas y que ganarán las mejores, desde el punto de vista intelectual y moral, pasando a ser aceptadas y adoptadas por el otro/otros. Una lucha, en la que según Hazard, habrían claros ganadores: fuerzas intelectuales (Adulto) o morales (Padre).

Para que haya lucha han de haber contrincantes con capacidad de defensa o de ataque, si no, estaríamos hablando de sometimiento o imposición sin resistencia, sin lucha. Y si es así, éste poder de la idea “de afirmarse y hacerse fuerte, a sus victorias y a su triunfo final”, sería mera retórica en el sentido Aristotélico, mero artificio a la hora de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir.

Entonces, si consideramos que es mera retórica, podríamos pensar, en segundo lugar, que Hazard pretende “persuadir” a los demás con esta idea construida desde su “autoridad” intelectual y moral. Y profundizando un poco más en el análisis, bien podríamos reconocer cierta mistificación, la cual, definida por José Luís Martorell, es una sutil forma de manipulación a través de la comunicación, empleada por la figura que generalmente ostenta el control de un sistema de interacción, con el objetivo de mantener su ventaja, ligada al “statu quo” de dicho sistema. O dicho de otra manera más coloquial, sería la habilidad de persuadir al otro para que funcione (piense y actúe) en interés del persuasor y no de sí mismo (incluso en contra de sus intereses).

La conclusión a la que llegaríamos, de ser cierta esta hipótesis interpretativa, es que Hazard estaría alimentado su narcisismo (intelectual y moral) y manteniendo su status quo, a expensas del poder intelectual y moral de los otros (fuera de su status quo). Técnica de la lucha por abajo del perverso narcisista. Lucha en la que el otro pierde sin participar conscientemente.

Sin embargo, yo también podría estar construyendo una mistificación, una explicación plausible, aprovechando una frase, para construir toda una interpretación general e interesada, si yo tuviera algún interés personal en ello.

Vamos entonces a retomar mi primera interpretación del texto, en la que la lucha de ideas es abierta y democrática (todos pueden participar en ella), todas las ideas tienen la misma oportunidad para vencer sobre las otras y todos los que pueden generar ideas (todos los humanos pueden) podrían ganar la batalla, con el único requisito de ser reconocidas como las mejores intelectual y moralmente, por lo que merecerán ser directoras y  obedecidas.

Este "ideólogo" (recordemos que las ideas pertenecen a un alguien) ganador, muy similar al hablante ideal de Chomsky, que conoce su lengua (la esencia de las cosas) perfectamente, y aplica su conocimiento lingüístico (ideas) en el uso real (praxis), sin verse afectado por ninguna condición "gramaticalmente irrelevante", tales como las limitaciones de la memoria o las pequeñas distracciones o errores. Es decir, ese poseedor de tal perfección “intelectual y moral” podría ser el aclamado para el triunfo final.

Luego, el poder estaría reservado para los que respondieran a esa fortaleza ideal. Pero como sucede en la lingüística, en el mundo de las ideas esa posibilidad no existe, porque todos estamos afectados por condiciones muy relevantes que afectan a nuestra intelectualidad: nuestra naturaleza emocional.

El poder del Niño, su poder mágico, creativo, reivindicativo, intuitivo, manipulativo y hedonista. O dicho de otra manera, el poder por abajo, oculto, velado, simulado o clandestino.

Dámaso Alonso nos dice que la emoción discrimina y valoriza entre todas las opciones racionalmente posibles y descarta aquellas que generan malestar, por tanto, la emoción contamina la razón dirigiéndola hacia un lugar cómodo “para el que razona”.

Para Damasio la emoción no sólo participa en las conductas sino que provoca un desencadenamiento de ideas asociadas a ese estado emocional. La comodidad o incomodidad que nos produce la emoción, va a dar lugar no solo a activación de ciertos circuitos neuronales y comportamientos, sino también de ideas asociadas con aquellos.

Cada individuo ha ido construyendo sus emociones, en función de las experiencias vividas y de cómo ha sido su respuesta interna a los eventos externos de nuestra historia personal. Así, todos podemos sentir el miedo, sin embargo, cada persona puede experimentarlo ante eventos diferentes. Alguien puede tener miedo a las arañas, otro puede tenerle miedo a las tormentas. Lo que es común en todos los humanos es que las emociones son una fuerza directiva que forman parte de nuestra naturaleza de seres vivos, y que nos impulsan hacia la vida y el bienestar personal o nos alertan de la muerte y el sufrimiento.

Incluso aunque una idea fuera compartida por todos como la mejor, no podría ser seguida emocionalmente con la misma unanimidad. Esa idea moral e intelectual, vendría respaldada por los deseos y afectos del que la expone, pero no podría contar con la diversidad de situaciones y vivencias que han configurado las necesidades y deseos de los Niños de los otros, incluso aunque sus Adultos y Padres estuvieran de acuerdo.

Incluso, aunque el ganador “ideológico” pueda someter o destruir las ideas y la moral de los otros, mediante la retórica perversa o no, nunca podrá someter a las emociones, que buscando cubrir sus necesidades mantendrán esa lucha contra la idea ganadora, aun cuando ni siquiera sea consciente de contra qué o contra quién está luchando.

Isaiah Berlin dice refiriéndose a los que ejercen el poder por arriba: “aquellos que descansan en los confortables lechos del dogma son víctimas de una miopía inducida, señal que puede ser de contentamiento, pero no de entendimiento de lo que es ser humano”. Se podría matizar, los que descansan sobre el dogma, sobre la idea vencedora, descuentan el poder de la emoción.  

Paul Henri Dietrich también acusa a la parte “perdedora”: “La ignorancia hace a los pueblos crédulos, su inexperiencia e ingenuidad los orillan a confiar con fe ciega en aquellos a quienes atribuyen la capacidad de pensar, de formar opinión y de orientar a sus prójimos.” También aquí podríamos incluir en esta ecuación la parte excluida, añadiría que, es posible que la ignorancia o la confianza ciega sea la parte complementaria para que la mistificación se produzca o las batallas se pierdan, pero es necesario reconocer que los Niños no atendidos y traicionados continúan la guerra indefinidamente.

Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor.