Hoy he traducido el artículo en The Washington Post "Why many rapevictims don’t fight or yell" y voy además de traducirlo al español, tratar
de interpretarlo con términos de AT, si es que la neurociencia y este
metamodelo pudieran caminar juntos.
James W. Hopper, PhD, es un consultor independiente y un formador a
tiempo parcial en psicología en el Departamento de Psiquiatría de la Facultad
de Medicina de Harvard. Ha llevado a cabo investigaciones sobre la
neurobiología del trauma y capacita a investigadores, fiscales, jueces y
profesionales de la educación superior sobre sus implicaciones. Aquí, ofrece su
explicación de por qué las personas no siempre responden a un ataque como otros podrían esperar: En medio de una agresión sexual, el circuito de miedo del cerebro domina.
La corteza prefrontal puede verse gravemente afectada, y solo actuaremos con nuestros reflejos y hábitos.
Digamos en términos de AT que el Adulto deja de funcionar
y sólo el Estado el Yo Niño y el Padre quedan al mando.
En la reciente serie del Washington Post sobre asalto sexual en la
universidad, muchas víctimas describen cómo reaccionaron, y no reaccionaron,
mientras eran agredidas. Otro artículo publicado también este mes, en la
Harvard Review of Psychiatry, muestra que la evolución ha programado algunas
respuestas en cerebros humanos.
Penfield realizó
experimentos en los que con una sonda estimulaba la corteza cerebral de sus pacientes.
Se llegó a la conclusión que mediante la estimulación apropiada, los acontecimientos
pasados eran evocados en detalles y, que simultáneamente, eran revividas las
emociones relativas a los mismos acontecimientos.
Con base en esas
experiencias Berne extrajo la idea de que los mensajes valorativos serían
grabados en lo que Berne llamó Estado del yo Padre, mientras que las emociones
asociadas serían grabadas en el Estado del yo Niño (Harris, 1997).
Estas respuestas programadas en nuestro cerebro serían
grabaciones arcaicas del Estado del yo Padre y del Niño.
De ahí que cada uno de nosotros ante la emoción del miedo tendrá permisos diferentes asociados
a su supervivencia.
El Padre estaría también representando a nuestra memoria no declarativa, implícita (Nadel,
1992) que es la memoria dedicada a aquellos aspectos de la experiencia
que no son conscientemente procesados, esto quiere decir que pueden
ser almacenadas experiencias que el sujeto no sabe que ha tenido (circuito no
consciente) (por ej. plegarse a modos familiares o sociales donde “la vida es
así “ o improntas de experiencias corporales antes de la maduración del
hipocampo).
El Niño podría
ser la metáfora de la memoria emocional según Damasio (1994) y Nadel
(1992) se procesa sobre todo en la amígdala y en la corteza órbitofrontal,
aunque hay otros centros de evaluación de estímulos con los que está
interconectada. Los cambios
corporales que acompañan la emoción son los que le dan a la emoción su
particular calidad. El cerebro los percibe como sensaciones.
Reunir los relatos de aquellos que han sido atacados y estudiarlo desde la
neurobiología del trauma puede desempeñar un papel esencial en el apoyo a la
curación y la búsqueda de la responsabilidad y la justicia.
Por ejemplo, congelarse es una respuesta del cerebro al detectar el
peligro, especialmente al detectar el ataque de un depredador. Piensa en los ciervos
al ser alumbrados por los faros.
Como dijo una mujer al Post: "No dije que no, pero realmente no sabía
qué hacer. Simplemente me congelé".
La congelación se produce cuando la amígdala, una estructura crucial en los
circuitos de miedo del cerebro, detecta un ataque y envía señales al tronco
encefálico para inhibir el movimiento. Sucede en un instante, automáticamente y
más allá del control consciente.
Es una respuesta cerebral que rápidamente cambia el organismo a un estado
de alerta y vigilancia hacia los ataques probables y las posibilidades de escapar.
Los ojos se agrandan, las pupilas se dilatan. El oído se vuelve más agudo. El
cuerpo está preparado para luchar o huir. Pero como veremos, ni la lucha ni la
huida se produce necesariamente.
El Estado del yo Niño expresaría todo este proceso químico y
fisiológico.
Simultáneamente con la respuesta de congelación, los circuitos de miedo
liberan una oleada de "sustancias químicas del estrés" en la corteza
prefrontal, la región del cerebro que nos permite pensar racionalmente:
recordar que la puerta del dormitorio está abierta o que hay personas en la
habitación de al lado, por ejemplo, para
hacer uso de esa información. Pero la oleada de sustancias químicas va a deteriorar rápidamente la corteza
prefrontal. Eso es porque, a pesar de nuestro rol dominante en el planeta
ahora, evolucionamos como presas, y cuando un león o un tigre nos atacan,
detenernos a pensar es fatal.
El sistema autónomo de supervivencia nos desconecta del
Estado del yo Adulto
De hecho, nadie entiende mejor que los militares que el miedo intenso
afecta nuestra corteza prefrontal y nuestra capacidad de razonar.
Cuando las balas vuelan y fluye la sangre, es mejor que tengas un hábito
realmente efectivo en el que puedas confiar. Es por eso que el entrenamiento de
combate es riguroso y repetitivo: para grabar los hábitos de disparar las armas
con eficacia, ejecutar las formaciones de combate, etc.
Pero, ¿qué pasa si estás siendo asaltado sexualmente y no hay un hábito
efectivo aprendido al que recurrir?
Con esos hábitos y experiencias repetitivas (Mandatos,
Impulsores, etc) hemos construido nuestros Estados del yo Padre y Niño. ¿Las mujeres hemos sido preparadas para hacer frente a un ataque? ¿o se nos ha descontado nuestra capacidad agresiva una y otra vez? En cualquier caso, ante el peligro no siempre la lucha es la respuesta más sensata, el instinto de supervivencia puede decidir que incluso aunque estemos preparados para la lucha, no tenemos todas las posibilidades de ganar.
¿Qué pasa si eres mujer y los únicos hábitos que tu cerebro marca son
aquellos en los que siempre has confiado para evitar avances sexuales no
deseados, como decir: "Tengo que irme a casa ahora" o "Tu novia
lo descubrirá"? Esas frases, y los comportamientos pasivos que las
acompañan, pueden ser tus únicas respuestas, hasta que sea demasiado tarde.
Innumerables víctimas de agresión sexual describen exactamente esas
respuestas. Con demasiada frecuencia, los policías, los profesores, incluso los amigos y familiares piensan y dicen en voz alta:
"¿Por qué no saliste corriendo de la habitación?" "¿Por qué no
gritaste?"
Para aquellos que tienen una corteza prefrontal funcional -que incluye
muchas víctimas mientras recuerdan lo
que sucedió-, las respuestas de hábito pasivo pueden ser desconcertantes.
Parece que fueron exactamente lo opuesto de cómo seguramente querrían o
deberían haber respondido.
Y efectivamente, la agresión sexual no es esperada, no porque no sea frecuente, sino porque la victima no suele contarla, hasta hace poco ni denunciarla, porque tiene vergüenza. Si es mujer porque teme que la culpabilicen y si es hombre porque teme que se mofen de su falta de agresividad. Y no, en general no hemos sido preparados para afrontarla, como no nos preparamos para ser
robados en la calle o en casa, nuestras respuestas no las conocemos hasta
después de que la agresión haya ocurrido.
Pero cuando el circuito del miedo (las células nerviosas del tálamo -núcleo paraventricular posterior- se comunican con la parte lateral de la amígdala central -lugar donde se guardan los recuerdos del miedo-.) toma el control y la corteza prefrontal
se ve afectada, los hábitos y los reflejos pueden ser todo lo que tenemos a
nuestra disposición en ese momento.
Y si el circuito del miedo percibe el escape como imposible y la
resistencia como inútil, entonces no luchará ni huirá, sino que los reflejos de
supervivencia extrema (que los científicos llaman "respuestas de defensa
animal") se harán cargo. Estos pueden activarse automáticamente cuando el
cuerpo está en manos de un depredador, y cuando, como informan la mitad de las
víctimas de violación, se teme la muerte o lesiones graves.
Una de esas respuestas es la inmovilidad tónica. En la congelación, el
cerebro y el cuerpo están preparados para la acción. Pero en la inmovilidad
tónica, el cuerpo está literalmente paralizado por el miedo, incapaz de
moverse, hablar o gritar. El cuerpo se pone rígido. Las manos pueden
adormecerse.
La inmovilidad colapsada será la respuesta. Piensa en la zarigüeya, quedándose como muerta. Puedes verlo (y poner una nota cómica en este difícil
tema), en el video de
YouTube :
Algunas personas lo describen sentirse "como una muñeca de trapo" ya
que el perpetrador hizo lo que quería con ellas. Y gracias a las rápidas bajadas
en la frecuencia cardíaca y presión sanguínea, algunas se debilitan e incluso
pueden desmayarse. Algunas describen sentirse "somnolientas".
Con demasiada frecuencia, desde las comisarias hasta las salas de
audiencia, las víctimas se topan con la incredulidad: ¿Cómo podría ser una
violación si tenían sueño?
Otra respuesta reflexiva más común es la disociación: separación, sensación
irreal, desconectada de las horribles emociones y sensaciones de una violación
tan íntima.
A menos que alguien esté drogado o intoxicado e inconsciente, normalmente
el circuito de miedo del cerebro detectará el ataque.
La mayoría de las víctimas se congelarán, aunque sea brevemente. Algunas
lucharán, efectivamente. Algunas resistirán de la manera habitual y pasiva.
Algunas de repente cederán y llorarán. Otras se paralizarán, se desmayarán o se
disociarán.
Los que hayan experimentado estas respuestas se dan cuenta de que son
reacciones automáticas cerebrales al ataque y al terror.
Las victimas se culpan a sí mismas por "fallar" en resistirse. Se
sienten avergonzadas. (Los hombres, especialmente, pueden verse a sí mismos
como cobardes y sentir que no son hombres de verdad.) No se lo pueden contar a
nadie, incluso durante una investigación. Tristemente, muchos investigadores y
fiscales todavía no conocen algunas o todas estas respuestas cerebrales.
Ninguna de estas respuestas, en mujeres u hombres, implica consentimiento o
cobardía.
Ninguna es evidencia de poca resistencia o consentimiento que pueda rebajar nuestro
respeto y compasión.
Son respuestas que deberíamos esperar de cerebros dominados por el circuito
del miedo (así como deberíamos esperar después recuerdos fragmentados e
incompletos).
Ojalá llegue el día en que todos los
que conocen a alguien que ha sido agredido sexualmente, que somos todos, lo
sepamos aún o no, comprendan estas formas básicas en que nuestro cerebro puede
reaccionar ante esos ataques y use este conocimiento para conseguir la curación
y la justicia.
La buena noticia es que podemos cambiar la forma de como funcionamos. Es tan fácil o difícil como crear nuevas conexiones mediante repeticiones de una habilidad o técnica. ¿Alguna vez te has preguntado porqué fue tan difícil al principio recordar frenar el automóvil ante un obstáculo cuando estabas aprendiendo a conducir? ¿Qué pasa ahora que has estado conduciendo durante 10 años? La respuesta está en tu red neuronal. Has creado mediante repeticiones una respuesta automática en la que también ha intervenido el Estado Adulto en su origen; creando nuevas conexiones desarrollarás un nuevo hábito que reescribe y anula el impulso natural.
Mientras se debate como luchar contra este drama desde el lado del agresor, por el lado de la presa o víctima, será esta la solución para acabar con la impunidad de las agresiones sexuales, aprender respuestas automáticas mas eficientes ? Este es el reto.
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