Todos podemos ser manipuladores o manipulables. De hecho todos lo somos de una o de otra manera. En beneficio de una
vida con autonomía y libre albedrío, en la medida que esto es posible, podemos aprender a detectar y evitar la manipulación. Esto es posible si la persona sabe con qué se enfrenta cuando se halla frente a un programador (manipulador).
Nadie escapa al control mental,
desde que nacemos estamos inducidos a determinados pensamientos que nos imponen
o referencias mentales que seguir; primero nuestra familia, después la
sociedad. Incluso podemos acabar siendo explotados en beneficio de intereses
políticos o económicos de un grupo (empresa, asociación, grupo religioso, etc.)
En la mayoría de los casos, se
parte de una “buena fe” desde la cual las pautas mentales que nos transmiten son
consideradas como sanas y beneficiosas para el individuo y para el grupo, aunque
en otros casos, y estos son los que vamos a describir aquí, son pura manipulación y programación para la obtención de
beneficios personales a costa de terceros.
La manipulación la podemos encontrar en cualquier tipo de relación interpersonal, cuanto más cercana, más profunda; la encontramos entre padres y madres hacia hijos, en hijos hacia padres, jefes a empleados, empleados a jefes, entre amigos, etc. En este artículo vamos a hablar del manipulador en la pareja, que llamaremos programador y que puede ser hombre o mujer, si bien en este caso, hablaremos del programador como hombre y la víctima como mujer, teniendo en cuenta que lo mismo serviría a la inversa.
En el caso de la mujer, no podemos obviar, que la desigualdad de género, las creencias patriarcales básicas sobre hombres (poder) y mujeres (sumisión) hacen que se sean víctimas fáciles para su reprogramación y se agraven las consecuencias. Aquí no vamos a entrar en la violencia de género, que sería mucho mas profundo de abordar, aunque si podréis reconocer en esta descripción de la manipulación o programación patrones que también se dan en la violencia de género.
Perfil del programador:
Para poder iniciar su
programación ha de ser una persona que inspire admiración en la víctima. El programador es alguien
que conoce bien la naturaleza humana y sabe que todos deseamos ser felices.
Todos necesitamos afecto, atención y comprensión. Todos buscamos algo mejor en la vida:
más sabiduría, más conocimientos, más dinero, mejor posición social, más afecto, más medios, más salud, etc. El programador descubrirá muy pronto cuál
es la tecla que necesita tocar en la víctima (carencias - deseos) para despertar y mantener su
interés hacia él. Y es muy hábil para detectarlo. Como en las sectas, es muy
importante tener presente que, en general, la víctima no se une al programador
por su voluntad, es el programador el que la “recluta”.
La imagen que él proyecta es
grandiosa en algún área o en todos: profesionalmente, intelectualmente,
económicamente, aunque en la mayoría de los casos todo sea falso. Su forma de
aproximarse será cortes, perseverante y segura. Irradian encanto y confianza. Apelan ser guías confiables para conseguir muchos
y diferentes deseos humanos, triunfar, tener la familia ideal, la estabilidad
definitiva, progresar, viajar, superar situaciones difíciles, etc. Todo aquello que responda a un deseo íntimo
de la víctima será realzado. Aquello que, como veremos, la víctima nunca conseguirá mientras esté a su lado.
Objetivo de la programación:
Convertir a la víctima en
dependiente de ellos emocionalmente, de manera que pierdan su capacidad para
actuar autónomamente. Subordinar a la víctima. Destruir su identidad (creencias, comportamiento, forma de pensar y creatividad) y reprogramar
su personalidad.
En análisis transaccional sería
construir una relación simbiótica, en el que el programador utilizaría en la
relación el Padre y el Adulto y la víctima sólo podría relacionarse desde su
Niño.
Estrategia:
1. Fase de captación I: Sorprender
a la víctima con un interés “genuino” por ella, bien compartiendo sus sueños y
necesidades con ella, haciéndola sentir
importante o bien solicitando su ayuda como persona única y excepcional. La
Victima se siente reconocida y halagada. Produce un impacto sorprendente en la víctima
porque nunca ella habría esperado, ni pedido tal cosa de esa persona.
2. Fase de captación II: Crear un vínculo
“amistoso” o “amoroso” muy cercano. Llamadas frecuentes, emails, visitas, etc.
3. Fase de captación III: El
“bombardeo amoroso” comienza pronto, el programador le enviará mensajes más o
menos sutiles de lo la magnífica persona, única, lista o dinámica que es, y así
reiterativamente, esto provocará un subidón de autoestima en la víctima.
4. Fase de congelamiento: Sutilmente
y de forma gradual pasará a ir destruyendo esa autoestima y su sentido de
identidad. Los marcos de referencia que la víctima hasta entonces ha utilizado
para comprenderse a sí misma y a su entorno serán cuestionados y eliminados.
5. Fase de aislamiento: Poco a
poco los vínculos con el entorno de la víctima se deterioran o se rompen,
y, en algunos casos pierden por completo
el contacto con sus familiares y amigos durante largos períodos de tiempo.
Perfil de la Víctima:
Personas capaces, idealistas e
inteligentes, con grandes valores y empatía hacia los demás. No en todos los
casos, pero muy a menudo están enfrentándose a una crisis personal, laboral o
emocional, con la correspondiente situación de estrés. La mayoría de las
víctimas confiesan que fueron abordadas en un momento de tensión en que eran
vulnerables. Al encontrarse con el programador se sienten vigorizadas ante su
“bombardeo amoroso”, que les hace sentirse especiales e ilusionadas.
Algunas cualidades de las
víctimas facilitan la tarea del programador, como su empatía, que las hace personas que eluden el conflicto frontal y están dispuestas a no cuestionar los sentimientos e intenciones del otro. Creen
en la “buena fe” de las personas. Son
capaces de sacar el relato más positivo de las situaciones y no suelen imponerse
para conseguir sus fines, sino que utilizar el diálogo y la argumentación para
negociar o convencer, dedican mucho tiempo y esfuerzo a racionalizar las situaciones.
No suelen dejarse llevar por emociones o su intuición. Estas cualidades facilitan la tarea del
programador.
Cuando la víctima empieza a
sentir las incongruencias, la intensidad de la presión o el control que el
programador está produciendo en ella, siente confusión, pero se cuestiona así
misma.
¿Por qué no puedo confiar en una
persona que me quiere tanto? ¿Hay algo en mí que me impide crecer y aprovechar lo
bueno que me llega? ¿Qué está sucediendo que no comprendo? ¿Qué puedo cambiar
en mi para que esto no se produzca?
Cuando acaba la fase del
bombardeo amoroso y empiezan los conflictos, la víctima focaliza su atención en
comprender el problema, es la fase de las incongruencias, la mente de la
víctima entra en bucle, se disocia, piensa una cosa y hace otra, analiza
y repasa cada emoción, frase, mirada, lo que dije, lo que el otro insinuó, lo
que tendría que haber hecho y no hice, etc. y esto solo le sirve para
profundizar en su confusión. Termina concluyendo que necesita más información
para comprender lo que sucede, su curiosidad se activa y su interés se
potencia, se focaliza más en comprender al programador, adentrándose más y más en la ciénaga.
Su vida ya ha cambiado, ha
empezado el reseteo de su mente. Sus valores, sus principios, sus juicios de
cómo han de ser las cosas empiezan a resquebrajarse. Ahora una nueva autoridad
empieza a definir su realidad: el programador ya se ha instalado en su mente.
Instalar el nuevo programa se
realizará en código binario, ahora eres, ahora no eres. Ahora te miro arrobado,
ahora te reprendo, ahora te alabo, ahora te descuento. Ahora te permito, ahora
te reprimo. Ahora me intereso, ahora no me intereso. Incrementándose poco a
poco los ceros del código.
También tendrán “ordenes” creadas
para ser aceptadas y no comprendida. Así pues, la idea que se transmite debe
ser vaga y global, a la vez que lo bastante simétrica como para que parezca
congruente: “Interésate más por las cosas”, “Se una buena esposa para que todo
vaya bien”
El programa se está instalando y
la víctima va a reflejar emocionalmente esta nueva reparentalización. La
persona que hasta entonces había sido, ahora queda atada y amordazada. Llena de
inseguridades y buscando volver a recuperar aquella sensación de poder y
vivacidad que tuvo durante la fase de captación.
Todos necesitamos amor, amistad,
atención y aprobación en nuestra vida. Casi todos nosotros estaríamos de
acuerdo, por ejemplo, en que es maravilloso enamorarse y sentirse ilusionad@s y
admirad@s. Todos por tanto podemos ser víctimas de un/a programador/a.
Nuestros deseos siempre
permanecen activos, solo una personalidad muy bien construida sabe que todas
estas atenciones no son gratis, no aparecen por arte de magia, sino que en las
relaciones sanas se construyen de manera natural con el tiempo y desde una
participación bidireccional. En las relaciones sanas también se respetan la integridad personal y las diversas relaciones que cada uno ha construido y no se pretende cambiar al otro o que sólo se focalice en la relación.
El programador, necesita que todo suceda muy
rápido, actúa unilateralmente y se dispone a ser la única fuente emocional y moral de
la víctima para controlar su mente.
¿Por qué cuando la gente alrededor de la víctima le advierten del peligro al detectar las señales, ella no reconoce que está siendo víctima? Por ejemplo, cuando unos amigos, le advierten que él le está faltado al respeto, o de un engaño, ella justifica o descuenta la importancia del hecho. La respuesta es simple y profunda, porque todos necesitamos sentir que poseemos el control de nuestra propia vida.
No nos gusta creer que no tenemos control sobre los que nos ocurre, así que organizamos la realidad de manera que tenga sentido para nosotros y nos aleje de la vulnerabilidad. Por ejemplo, cuando nos enteramos de que a alguien le ha sucedido algo malo (tal vez le han maltratado o violado), nuestro primer impulso puede ser tratar de encontrar una razón que explique por qué aquella persona ha sido víctima. ¿Paseaba él o ella en el momento «inadecuado» por un barrio «peligroso»? ¿Había cometido la víctima un hecho anterior que despertara la agresividad del otro? Las personas inconscientemente buscan una relación directa de causa-efecto para sentir control sobre lo que nos sucede: si algo malo le ha ocurrido, entonces tiene que haber hecho algo mal. Este tipo de respuesta se denomina revictimización.
Culpar a la víctima nos permite
que nos distanciemos de la posición de la víctima real, por el dolor y la sensación de vulnerabilidad que nos produciría. De esta forma, nos decimos a nosotros
mismos: «Esto no me pasaría a mí porque soy diferente. Yo haría o habría hecho tal o cual cosa».
La gente quiere creer «que nunca les pasaría a ellos» porque que son más
fuertes y mejores que los que han sido víctimas de la manipulación.
Nuestra necesidad de creer que
somos invulnerables es, en realidad, una debilidad de la cual se aprovechan
fácilmente los programadores. De hecho esta debilidad humana la utilizan en la
primera etapa, entre sus bombas amorosas, ellos van a destacar tu personalidad o
tus cualidades tan sorprendentes. Podrán decir que te ven cómo piezas únicas,
diferente al resto de los mortales que no tienen tus capacidades y tu inteligencia.
Sus técnicas de control mental
van a servir para para cambiar el sistema de valores de la víctima, sin que
ella sea consciente, para finalmente hacerla dependiente y sin capacidad de razonar; sus efectos son devastadores.
Técnicas
Veamos algunas:
Control de la información (Adulto), control del pensamiento (Padre) y control de las emociones (Niño). Si
modificamos un estado del yo, los otros dos se modificarán. Si conseguimos cambiar los tres,
desaparecerá la persona que era.
Un individuo puede tolerar sólo una cierta discrepancia entre sus pensamientos, sentimientos y comportamiento, que, en definitiva, son los diferentes componentes de su identidad. Por tanto, si cualquiera de estos tres componentes se modifica, los dos restantes cambiarán para reducir la disonancia cognitiva.
La disonancia
cognitiva hace referencia a:
- la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto
- por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias.
- dos mensajes contradictorios al mismo tiempo (verbal o no verbal)
El individuo necesita mantener un
orden y un sentido interno. Necesita pensar que actúa de acuerdo con su
propia imagen y sus propios valores. Si por cualquier motivo su comportamiento
cambia, también cambian su propia imagen y sus valores para mantener el
equilibrio.
El programador crea a propósito
disonancias cognitivas en la víctima y las utiliza para controlarla.
El control del comportamiento
Incluye el control de su entorno
-el lugar donde vive, qué ropa viste, qué come, cuántas horas duerme-así como
su trabajo, aficiones, rituales y otras acciones que realiza.
El programador controlará el
tiempo libre y su comportamiento, bien asignando tareas, bien solicitando ser
esperado para realizar cualquier acción o participar en ella, bien ocupando
todo su tiempo o bien solicitando ser informado de todo para evitar
“preocuparse”.
Cuando todo el comportamiento de
la víctima está tan controlado por el programador, este ya puede castigar o
premiar ante cualquier movimiento que se aleje de lo esperado. Saben que si
controlan su comportamiento (Adulto), el
Niño y el Padre vendrán a continuación.
Control del pensamiento o control del Padre
Proceso de adoctrinamiento. Lo
bueno y lo malo. Los buenos y los malos. El programador es capaz de responder a
todas las cuestiones planteadas por cualquier problema o situación. La víctima
no necesita pensar y si lo hace será sistemáticamente descontada y reconducida
al pensamiento único.
Se utiliza la negación («Lo que
dices no ocurre en absoluto»), la racionalización («Esto ocurre porque hay una
razón muy buena para que así sea»), la justificación («Esto sucede porque tenía
que ser así»), y el deseo intelectual («Me gustaría que fuese verdad, así que
tal vez lo es»).
Si la víctima contraargumenta, se producirá el rechazo pleno, interpretándose como un ataque
personal. No se aceptará ninguna crítica. La crítica será inmediatamente convertida
en un “defecto” de la víctima, la cual finalmente aprenderá a culparse a sí
misma y a poner más esfuerzo para sintonizar con el programador.
Control emocional o del Niño
El programador también intenta
manipular las emociones de la víctima. El miedo y la culpa son las herramientas
necesarias para mantener a la gente bajo control. La culpa es, con toda probabilidad,
el arma emocional más sencilla y eficaz que existe para conseguir la
conformidad y la sumisión.
El miedo se utiliza para
paralizar a la víctima y se puede hacer de dos formas. La primera es la
creación de un enemigo exterior: el mundo frío y cruel que tendrías sin mí. Y
la segunda, es miedo al castigo (violencia psíquica o física) si no se hace lo
que se espera.
Las emociones de la víctima se
redefinen durante el proceso. El programador puede decirle cuando ella está expresando tristeza,
que realmente ella sólo está tratando de manipularle y por tanto merece toda su
rabia y su desprecio. Obligándola, a partir de entonces, a esconder su tristeza y proyectar otras
emociones aceptadas.
Los afectos o vínculos fuera de
la relación con otras personas serán redefinidos o suprimidos en función del
interés del programador.
Usan regularmente la técnica de
recompensa y castigo que mantiene a la víctima en constante desequilibrio y
produce una sensación de dependencia e indefensión.
La técnica emocional más efectiva
es la creación de fobias. De forma más o menos sutil, el programador, va a
convencer a la víctima de que su vida sin él sería desastrosa, que no podría
conseguir “sobrevivir”.
La estructura de una fobia incluye
diversos componentes internos que interactúan originando un círculo vicioso.
Estos componentes incluyen los pensamientos preocupantes, las imágenes internas
negativas y los sentimientos de temor y de estar fuera de control. A veces, el
simple hecho de pensar en el objeto temido puede poner el ciclo en marcha.
Algunos programadores
experimentados consiguen que la víctima tenga fobia a abandonar la relación debido a sus reacciones físicas y emocionales al imaginar lo peor. La mayoría ya han
invertido demasiado en la relación, su situación y estabilidad interna es
precaria y las imágenes que se le han sugerido sobre sus posibilidades fuera de
“la protección” de su programador son
devastadoras. Los programadores saben cómo implantar de forma efectiva en el
subconsciente de la víctima, vívidas imágenes negativas sobre lo que podría
suponer para ella la ruptura, que hacen muy difícil, cuando no imposible, que ella pueda imaginar siquiera la
posibilidad de ser feliz y tener éxito fuera de esa relación.
Cuando se programa el inconsciente para que acepte las imágenes negativas, éste se comporta como si fueran realidad. Haz la prueba del limón, imagínate un limón, córtalo por la mitad, nota su jugo, acércatelo a la boca. ¿Qué has sentido en tu boca? A pesar de que todos estos pensamientos no representan la realidad, la víctima está tan condicionada para suprimir su parte racional que ni tan sólo se da cuenta de su necesidad de marcharse. La víctima ya no puede generar imágenes positivas de sí misma sin ser dependiente del programador.
Porqué es tan difícil salir?
Porque la victima sufre contaminación y confusión y pierde su posibilidad
de elegir. La programación ya está terminada, su nuevo Padre, Adulto y Niño
están creados. Con una autoestima por los suelos, un razonamiento contaminado
por las nuevas creencias sobre su identidad, las posibilidades de salir del
lazo son escasas.
Nuestras creencias son el medio
más especializado que tenemos para procesar la información y para determinar
nuestro comportamiento. Estas creencias, la mayoría inconscientes, van a configurar nuestra realidad. Poseemos un
cierto grado de control consciente con nuestra parte racional, pero hay
muchísimas más creencias que se disparan paralelamente y muy rápidamente a nivel inconscientemente. La
mente consciente tiene un estrecho campo de atención y es más lenta. También
tenemos todos incorporados una amplia capacidad para la fantasía y la
visualización, parte esencial del ser humano. En Análisis Transaccional le
llamamos Padre (Creencias-Pensamiento), Adulto (Razonamiento-Datos) y Niño (Lo
sentido-deseado).
Nuestros estados del yo PAN funcionan
correctamente cuando disponen de un suministro de información coherente. Si
ante un mensaje enviado, espero una respuesta coherente y esta no se produce,
la incoherencia se instala en mí. Necesito encontrar la coherencia para
terminar el proceso de pensamiento y si no la encuentro el proceso entra en
bucle. Si somos sobrecargados con informaciones incoherentes, la mente se «adormecerá» como medida de
protección, o, en términos de programación informática, se bloquea el proceso.
Se nublan las ideas y entras en confusión; las razón ya no
trabajan correctamente. En tal estado de debilidad, las personas son muy
vulnerables a las sugestiones de los demás. Son más dóciles.
Nuestras creencias son marcos de referencia para poder estructurar la realidad. Si modificamos un marco de referencia, la información recibida será interpretada de una manera diferente. Por ejemplo, las creencias o marco de referencia que justifican que una mujer africana acepte o practique la ablación genital, entre otras, son que lo consideran fundamental para su “purificación”, que es una limpieza tan importante y necesaria para la mujer que, si no pasa por la práctica de la ablación, no se le permitirá tocar los alimentos, así pues, pierde la posibilidad de alimentar a sus hijos. O que durante el parto, si la cabecita del bebé llega a tocar el clítoris de la madre, habrá riesgo de muerte tanto para el bebé como para la madre. Estas creencias son reforzadas por el premio y el castigo para que no se puedan cuestionar, ya que cualquiera que se aparte de la norma puede enfrentarse a la condena, el acoso y al ostracismo. El castigo hace que ni siquiera las consecuencias nefastas de esta práctica como las hemorragias, muertes, infecciones, lesiones crónicas, etc. sean percibidos como suficientes razones para rechazar la ablación. Para que estas mujeres pudieran tomar conciencia de cómo esta práctica las perjudica tendrían que cambiar su marco de referencia, un nuevo marco de referencia que pudiera aceptar los nuevos datos.
Cuando una persona es programada
mediante un proceso de control mental, se le han destruido o neutralizado sus marcos de
referencia para valorar la experiencia y por lo tanto acepta con frecuencia los
marcos de referencia que le ofrece el programador.
La mayor parte de las víctimas de
los programadores confían en el programador porque cuando lo conocieron, a él o
a ella, nada hacía pensar que fueran desconfiables, al contrario, transmitían
una sensación de «confianza» que les permitió franquear las defensas de la víctima.
Por lo general, son grandes conversadores o escuchadores pero sin llegar a
parecer demasiado astutos. La «astucia» les denunciaría. El programador solo quiere
evaluar a su víctima, montar el código, coger el beneficio y si ya no obtiene
beneficios, huir.
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