lunes, 2 de agosto de 2021

Aristóteles y Análisis Transaccional para educar

Aquello que nos desagrada del otro, es lo que no nos gusta de nosotros mismos, en psicología se denomina , efecto espejo. Rechazamos en los otros lo que no nos gusta de nosotros mismos y hemos enterrado bajo el dolor y la vergüenza.

Decía Cicerón que “Cuanto más virtuoso el hombre, menos acusa de vicios a los demás”. Entendía Cicerón por virtud la honestidad, que dividía en cuatro partes: la justicia, la sabiduría, la fortaleza y la templanza. La virtud del conocimiento lo pone en segundo plano respecto a la acción, en la cual se manifiesta, en cambio, plenamente la virtud. Concreta que lo útil puede no coincidir con lo honesto y debe siempre subordinarse a ello. Lo útil que persigue en cambio interés particulares es fruto de malicia.

Quizás por llevados por intereses particulares y no por honestidad, rechazamos nuestras vulnerabilidades porque no aceptamos la dualidad de la que todos participamos. Rechazamos partes de nuestra naturaleza (Niño) y sus mensajes y seguimos patrones de pensamientos rígidos y estereotipados (Padre) proyectando lo negado en el otro.

“Los defectos de un hombre se adecuan siempre a su tipo de mente. Observa sus defectos y conocerás sus virtudes” La manera en que pensamos o nos sentimos va a condicionar nuestra percepción sobre los defectos de los demás. Diferentes perspectivas o sentimientos van a apuntar hacia el defecto o la virtud de un comportamiento. No es la escena sino el juicio que se hace de ella la que la define.

Si partimos de que esto es así, como padres o educadores, tenemos una responsabilidad fundamental en reflejar la mejor versión de nosotros mismos, si queremos conseguir la mejor educación en el otro. Para ello, se supone que nos hemos educado correctamente y que podemos ofrecer esa mejor versión. ¿Y que es estar educado correctamente?

Muchos de nosotros, sobre todo los que ya peinamos canas, hemos sido educados desde creencias, hoy consideradas nefastas, como “la letra con sangre entra”, “el que bien te quiere te hará llorar” o “más vale lo malo conocido, que lo bueno por conocer”.

La dureza, el sufrimiento, el dedo acusador, el castigo y la descalificación eran consideradas prácticas necesarias para educar o conseguir en el otro el comportamiento adecuado. Señalar el defecto era considerado el camino para alcanzar la virtud, por la vía del miedo, sin tener en cuenta la justicia, la sabiduría, la fortaleza y la templanza de la acción que aconsejaba Cicerón;.

El miedo, como han demostrado los actuales estudios de neurociencia, al activar la amígdala, impide funcionar adecuadamente a las áreas frontales de nuestra corteza cerebral que es la encargada de los procesos cognitivos y reflexivos, lo que nos aleja de poder decidir y actuar de la mejor manera. No nos lleva, por tanto, a la virtud, sólo nos inunda de ansiedad.

Haciendo una metáfora podríamos decir que los métodos educativos tradicionales pretendían mostrar como curar la herida, señalandola y haciéndola más profunda. Esta metodología también se observa cuando gritamos al niño para que aprenda a callar. Todo ello fuera de toda lógica, pero que asegura el vaciado emocional del educador sobre el educando, quizá era útil como vía de expulsión de la ansiedad interna para el primero, a costa del daño inevitable para el segundo.

 Así pues, si aprender es adquirir conocimientos válidos y convenientes para la vida, el dedo debería señalar hacia el fin correcto, hacia la virtud. Estas creencias pasadas siguen vigentes en nosotros de una u otra manera, seguro que no te suenan ajenas estas frases: “Eres muy quejica, tienes que hacer las cosas sin rechistar”, “Eres un desastre con tus cosas”, “Eres muy vago, no vas a terminar a tiempo los deberes.” Todos estos mensajes transmiten netamente una calificación de la persona: quejica, desastre, vago, justamente lo que queremos que el otro no sea. Paradoja interesante, verdad?

Sigamos recurriendo a los clásicos para ver si, junto con el Análisis Transaccional, nos aportan luz a cómo educar y auto-educarnos.

Aristóteles dice que se ha de educar para la vida, y que la educación es un problema que pertenece radicalmente al ámbito de la ética. El AT considera que vivir plenamente se logra cuando se alcanza la autonomía. Para Berne el logro de la autonomía se manifiesta por la liberación o recuperación de tres capacidades: la consciencia, la espontaneidad y la intimidad. Más tarde, Carlo Moiso añadió a éstas la ética.

  • Ser consciente implica vivir en el “aquí y ahora”, diferenciando lo que es objetivo (lo que es) de lo subjetivo (lo que he aprendido o lo que quiero que sea) (Adulto).
  • La espontaneidad se relaciona con la expresión de los pensamientos, los sentimientos, las emociones y las necesidades de uno mismo (Niño).
  • La intimidad es la capacidad de abrirnos a otra persona, compartiendo libremente nuestro pensar, sentir y actuar (PAN).
  • La ética o capacidad de elegir actuar en cada contexto respetando los propios valores asumidos (Padre).

En Aristóteles la ética se fundamenta en:

  • La vida es fundamentalmente actividad, “la vida es praxis” (lo que hacemos).
  • Todo lo que hacemos tiene que tener un fin: la vida buena.

Luego educar para la vida es educar para el bienestar o felicidad. La felicidad consiste en un modo de vida adecuado al ser humano, digno y satisfactorio. Como este fin, la vida buena, puede ser relativo y subjetivo para cada persona, Aristóteles busca una herramienta fiable para que nos sirva de medida, y dice que lo característico del ser humano es la inteligencia, la razón, y por tanto, la forma de vivir específicamente humana consistirá en vivir racionalmente (Adulto). Es el Adulto por tanto el que debe de encontrar este modo adecuado de vida.

Sigue afirmando que hay en el ser humano una parte racional, la razón o entendimiento, cuya función es el conocimiento (Adulto), y hay además una parte irracional, aquella que corresponde a las pasiones y a los apetitos (Niño). Esta parte, aun siendo de suyo irracional, puede, sin embargo, «obedecer» a los dictados de la razón.

Por tanto, para el ser humano «vivir racionalmente» tiene una doble vertiente:

  • como aspiración más elevada, vivir racionalmente consistirá en cultivar el conocimiento, en ejercitar la actividad intelectual; (Desarrollar el Adulto)
  • vivir racionalmente consistirá en acomodar los deseos y las pasiones a los dictados de la razón. (Padre: proteger y contener al Niño)

El Adulto por tanto debe de educarse intelectualmente mediante el aprendizaje y el razonamiento. Para educar las pasiones y apetitos (Niño), Aristóteles propone una educación moral (Padre) que se llevará a cabo mediante la formación del carácter (Padre).

Siembra un pensamiento (Adulto) 
y recogerás un deseo (Niño),
 siembra un deseo (Niño)
 y recogerás la acción (Adulto),
 siembra la acción (Adulto)
 y cosecharás una costumbre (Padre),
 siembra la costumbre  (Padre)
y segarás el carácter (Padre). 
Tihamer Toth

Sigue diciendo Aristóteles que las pasiones y las emociones (Niño), al contrario que en los animales, en el humano no están reguladas por el instinto. El humano debe de aprender a regularlas y son los hábitos morales o virtudes del carácter (Padre) los que pueden hacer los ajustes adecuados, para que las reacciones emocionales y conductuales se sitúen en el «término medio».

«La virtud ética (Padre) —dice Aristóteles— se refiere a las acciones (Adulto) y a las pasiones (Niño), y en éstas se da el exceso, el defecto y el término medio».

La virtud aristotélica, es la fuente de las mejores acciones (Adulto) y pasiones del alma (Niño); es capaz de disponernos a realizar los mejores actos y a obrar bien y siempre mejor, de acuerdo con la recta razón que es elegida desde una disposición intelectual denominada prudencia; encargada de unir el conocimiento (Padre) y la acción (Adulto). Además la virtud tiene que ver también con los placeres y con los dolores (Niño): «si las virtudes se refieren a las acciones y a las pasiones, y toda acción y toda pasión van seguidas de placer o de dolor, por esto mismo la virtud se ha de referir a los placeres y dolores»  por tanto «La virtud moral (Padre) se refiere, ciertamente, a los placeres y dolores (Niño). En efecto, por causa del placer hacemos lo malo y por causa del dolor nos apartamos de lo bueno. De ahí la necesidad de haber sido educados de cierto modo ya desde jóvenes, como dice Platón, para poder complacerse y dolerse (Niño) con las cosas que conviene (Adulto). En esto consiste, en efecto, la buena educación (Padre)»

La educación moral (Padre) tiene como objetivo, por consiguiente, ajustar de manera adecuada estas tres escalas de modo que nuestras acciones, nuestras reacciones emocionales y nuestra experiencia de placer y dolor se sitúen en el punto adecuado, en concierto y coincidencia con lo marcado en la escala del bien. O dicho desde nuestro lenguaje transaccional, el Padre tiene como objetivo proteger y  cuidar del Adulto y el Niño mediante los hábitos y el carácter.


Puesto que “el bien” no es un término absoluto identificable por todos de la misma manera, esta tarea le corresponde a la «prudencia» (Adulto), es decir, al discernimiento moral (Adulto) (juicio por cuyo medio percibimos y declaramos la diferencia que existe entre varias cosas), a la parte racional en su dimensión práctica (Adulto). En su definición vemos que Aristóteles adjudica la prudencia, el discernimiento moral y a la razón práctica al Adulto. Y distinguiremos aquí el discernimiento moral como función del Adulto y la educación moral como función del Padre, una vez que el Adulto ha elegido lo apropiado en la escala del bien desde el conocimiento y la acción y ha promovido la formación de hábitos. 

Será después, cuando el  Adulto mediante la prudencia haya identificado el “bien” en la escala de lo bueno, cuando el Padre, formado por los hábitos, acompasará al Adulto y al Niño: “A la razón (Adulto) le corresponde, pues, fijar los puntos adecuados en la escala de lo bueno, y a la educación moral, mediante la formación de los hábitos (Padre), le corresponde acompasar el resto de las escalas (acciones, pasiones, placer y dolor) a los puntos fijados (por el Adulto) en la escala de los bienes.



En el arte de acompañar o educar, dice Aristóteles los tres factores que influyen son «la naturaleza, el hábito y la razón». La naturaleza nos viene dada (Niño), entonces nos queda considerar si la educación ha de comenzar por la razón (Adulto) o por el hábito (Padre). Ambos deben estar entre sí en la mejor armonía, pues es posible que la razón no atine con el mejor objetivo y que los hábitos produzcan un extravío semejante. Considera que la razón y la inteligencia (Adulto) son el fin de la naturaleza (Niño), de modo que a ellas deben ordenarse la generación y la formación de los hábitos (Padre). O dicho de otra manera más transaccionalista, el Adulto debe gestionar la creación y formación del Padre. 

La razón (Adulto), sin la voluntad (deseo-motivación en el Niño) no funcionará ni creará hábito ni carácter (Padre), dice Aristóteles, apuntando ya la necesidad de sinergias entre los tres estados del Yo tanto en el educando como en el educador.


En niño no puede atender a razones hasta determinada edad, por tanto Aristóteles sugiere que se debe empezar su educación por la formación de los hábitos (no olvidar que han sido elegidos por el Adulto del educador) para posteriormente, y en la medida de lo posible, reforzarlos por medio de la razón cuando su Adulto esté desarrollado. 

«El llegar a ser buenos (buena vida) piensan algunos que es obra de la naturaleza (Niño), otros que del hábito (Padre), otros que de la instrucción (Adulto). En cuanto a la naturaleza (Niño), es evidente que no está en nuestras manos, sino que por alguna causa divina sólo la poseen los verdaderamente afortunados; el razonamiento y la instrucción (Adulto) quizás no tienen fuerza en todos los casos, sino que requieren que, como la tierra destinada a alimentar la semilla, el alma del discípulo haya sido modelada previamente por los hábitos (Padre) de modo que se deleite y aborrezca debidamente (Niño), pues el que vive según sus pasiones no prestará oídos a la razón que intente disuadirle, ni aun la comprenderá (Contaminación del Adulto), y al que tiene esta disposición ¿cómo persuadirlo para que cambie? En general, la pasión (Niño) no parece ceder ante el razonamiento, sino ante la fuerza. Es preciso, por tanto, que el carácter sea de antemano apropiado de alguna manera para la virtud, y ame lo noble y rehúya lo vergonzoso» (X 9,1179b20-31) Ética a Nicómaco

Quizás, en el pasado, una interpretación inadecuada de Aristóteles llevó a aplicar y a resaltar el uso de la fuerza y producir la vergüenza como forma de educar, obviando la primera recomendación de Aristóteles de forjar un carácter apropiado a la virtud, que ame (Niño) lo noble (Padre).


viernes, 30 de julio de 2021

Manipulación o desprogramación de la identidad



Todos podemos ser manipuladores o manipulables. De hecho todos lo somos de una o de otra manera. En beneficio de una vida con autonomía y libre albedrío, en la medida que esto es posible, podemos aprender a detectar y evitar la manipulación. Esto es posible si la persona sabe con qué se enfrenta cuando se halla frente a un programador (manipulador).

Nadie escapa al control mental, desde que nacemos estamos inducidos a determinados pensamientos que nos imponen o referencias mentales que seguir; primero nuestra familia, después la sociedad. Incluso podemos acabar siendo explotados en beneficio de intereses políticos o económicos de un grupo (empresa, asociación, grupo religioso, etc.)

En la mayoría de los casos, se parte de una “buena fe” desde la cual las pautas mentales que nos transmiten son consideradas como sanas y beneficiosas para el individuo y para el grupo, aunque en otros casos, y estos son los que vamos a describir aquí,  son pura manipulación y programación para la obtención de beneficios personales a costa de terceros.

La manipulación la podemos encontrar en cualquier tipo de relación interpersonal, cuanto más cercana, más profunda; la encontramos entre padres y madres hacia hijos, en hijos hacia padres, jefes a empleados, empleados a jefes, entre amigos, etc. En este artículo vamos a hablar del manipulador en la pareja, que llamaremos programador y que puede ser hombre o mujer, si bien en este caso,  hablaremos del programador como hombre y la víctima como mujer, teniendo en cuenta que lo mismo serviría a la inversa. 

En el caso de la mujer, no podemos obviar, que la desigualdad de género, las creencias patriarcales básicas sobre hombres (poder) y mujeres (sumisión) hacen que se sean víctimas fáciles para su reprogramación y se agraven las consecuencias. Aquí no vamos a entrar en la violencia de género, que sería mucho mas profundo de abordar, aunque si podréis reconocer en esta descripción de la manipulación o programación patrones que también se dan en la violencia de género. 

Perfil del programador:

Para poder iniciar su programación ha de ser una persona que inspire admiración en la víctima. El programador es alguien que conoce bien la naturaleza humana y sabe que todos deseamos ser felices. Todos necesitamos afecto, atención y comprensión. Todos buscamos algo mejor en la vida: más sabiduría, más conocimientos, más dinero, mejor posición social, más afecto, más medios, más salud, etc. El programador descubrirá muy pronto cuál es la tecla que necesita tocar en la víctima (carencias - deseos) para despertar y mantener su interés hacia él. Y es muy hábil para detectarlo. Como en las sectas, es muy importante tener presente que, en general, la víctima no se une al programador por su voluntad, es el programador el que la “recluta”.

La imagen que él proyecta es grandiosa en algún área o en todos: profesionalmente, intelectualmente, económicamente, aunque en la mayoría de los casos todo sea falso. Su forma de aproximarse será cortes, perseverante y segura. Irradian encanto y confianza.  Apelan ser guías confiables para conseguir muchos y diferentes deseos humanos, triunfar, tener la familia ideal, la estabilidad definitiva, progresar, viajar, superar situaciones difíciles,  etc. Todo aquello que responda a un deseo íntimo de la víctima será realzado. Aquello que, como veremos, la víctima nunca conseguirá mientras esté a su lado.

Objetivo de la programación:

Convertir a la víctima en dependiente de ellos emocionalmente, de manera que pierdan su capacidad para actuar autónomamente. Subordinar a la víctima. Destruir su identidad (creencias, comportamiento, forma de pensar y creatividad) y reprogramar su personalidad.

En análisis transaccional sería construir una relación simbiótica, en el que el programador utilizaría en la relación el Padre y el Adulto y la víctima sólo podría relacionarse desde su Niño.


 

Estrategia:

1. Fase de captación I: Sorprender a la víctima con un interés “genuino” por ella, bien compartiendo sus sueños y necesidades con ella,  haciéndola sentir importante o bien solicitando su ayuda como persona única y excepcional. La Victima se siente reconocida y halagada. Produce un impacto sorprendente en la víctima porque nunca ella habría esperado, ni pedido tal cosa de esa persona.

2.  Fase de captación II: Crear un vínculo “amistoso” o “amoroso” muy cercano. Llamadas frecuentes, emails, visitas, etc.

3. Fase de captación III: El “bombardeo amoroso” comienza pronto, el programador le enviará mensajes más o menos sutiles de lo la magnífica persona, única, lista o dinámica que es, y así reiterativamente, esto provocará un subidón de autoestima en la víctima.

4. Fase de congelamiento: Sutilmente y de forma gradual pasará a ir destruyendo esa autoestima y su sentido de identidad. Los marcos de referencia que la víctima hasta entonces ha utilizado para comprenderse a sí misma y a su entorno serán cuestionados y eliminados.

5. Fase de aislamiento: Poco a poco los vínculos con el entorno de la víctima se deterioran o se rompen, y,  en algunos casos pierden por completo el contacto con sus familiares y amigos durante largos períodos de tiempo.

 

Perfil de la Víctima:

Personas capaces, idealistas e inteligentes, con grandes valores y empatía hacia los demás. No en todos los casos, pero muy a menudo están enfrentándose a una crisis personal, laboral o emocional, con la correspondiente situación de estrés. La mayoría de las víctimas confiesan que fueron abordadas en un momento de tensión en que eran vulnerables. Al encontrarse con el programador se sienten vigorizadas ante su “bombardeo amoroso”, que les hace sentirse especiales e ilusionadas.

Algunas cualidades de las víctimas facilitan la tarea del programador, como su empatía,  que las hace personas que eluden el conflicto frontal y están dispuestas a no cuestionar los sentimientos e intenciones del otro. Creen en la “buena fe” de las personas.  Son capaces de sacar el relato más positivo de las situaciones y no suelen imponerse para conseguir sus fines, sino que utilizar el diálogo y la argumentación para negociar o convencer, dedican mucho tiempo y esfuerzo a racionalizar las situaciones. No suelen dejarse llevar por emociones o su intuición.  Estas cualidades facilitan la tarea del programador.

Cuando la víctima empieza a sentir las incongruencias, la intensidad de la presión o el control que el programador está produciendo en ella, siente confusión, pero se cuestiona así misma.

¿Por qué no puedo confiar en una persona que me quiere tanto? ¿Hay algo en mí que me impide crecer y aprovechar lo bueno que me llega? ¿Qué está sucediendo que no comprendo? ¿Qué puedo cambiar en mi para que esto no se produzca?

Cuando acaba la fase del bombardeo amoroso y empiezan los conflictos, la víctima focaliza su atención en comprender el problema, es la fase de las incongruencias, la mente de la víctima entra en bucle, se disocia, piensa una cosa y hace otra,   analiza y repasa cada emoción, frase, mirada, lo que dije, lo que el otro insinuó, lo que tendría que haber hecho y no hice, etc. y esto solo le sirve para profundizar en su confusión. Termina concluyendo que necesita más información para comprender lo que sucede, su curiosidad se activa y su interés se potencia, se focaliza más en comprender al programador,  adentrándose más y más en la ciénaga.

Su vida ya ha cambiado, ha empezado el reseteo de su mente. Sus valores, sus principios, sus juicios de cómo han de ser las cosas empiezan a resquebrajarse. Ahora una nueva autoridad empieza a definir su realidad: el programador ya se ha instalado en su mente.

Instalar el nuevo programa se realizará en código binario, ahora eres, ahora no eres. Ahora te miro arrobado, ahora te reprendo, ahora te alabo, ahora te descuento. Ahora te permito, ahora te reprimo. Ahora me intereso, ahora no me intereso. Incrementándose poco a poco los ceros del código.

También tendrán “ordenes” creadas para ser aceptadas y no comprendida. Así pues, la idea que se transmite debe ser vaga y global, a la vez que lo bastante simétrica como para que parezca congruente: “Interésate más por las cosas”, “Se una buena esposa para que todo vaya bien”

El programa se está instalando y la víctima va a reflejar emocionalmente esta nueva reparentalización. La persona que hasta entonces había sido, ahora queda atada y amordazada. Llena de inseguridades y buscando volver a recuperar aquella sensación de poder y vivacidad que tuvo durante la fase de captación.

Todos necesitamos amor, amistad, atención y aprobación en nuestra vida. Casi todos nosotros estaríamos de acuerdo, por ejemplo, en que es maravilloso enamorarse y sentirse ilusionad@s y admirad@s. Todos por tanto podemos ser víctimas de un/a programador/a.  

Nuestros deseos siempre permanecen activos, solo una personalidad muy bien construida sabe que todas estas atenciones no son gratis, no aparecen por arte de magia, sino que en las relaciones sanas se construyen de manera natural con el tiempo y desde una participación bidireccional. En las relaciones sanas también se respetan la integridad personal y las diversas relaciones que cada uno ha construido y no se pretende cambiar al otro o que sólo se focalice en la relación.

El programador, necesita que todo suceda muy rápido, actúa unilateralmente y se dispone a ser la única fuente emocional y moral de la víctima para controlar su mente.

¿Por qué cuando la gente alrededor de la víctima le advierten del peligro al detectar las señales, ella no reconoce que está siendo víctima? Por ejemplo, cuando unos amigos, le advierten que él le está faltado al respeto, o de un engaño,  ella justifica o descuenta la importancia del hecho. La respuesta es simple y profunda,  porque todos necesitamos sentir que poseemos el control de nuestra propia vida. 

No nos gusta creer que no tenemos control sobre los que nos ocurre, así que organizamos la realidad de manera que tenga sentido para nosotros y nos aleje de la vulnerabilidad. Por ejemplo, cuando nos enteramos de que a alguien le ha sucedido algo malo (tal vez le han maltratado o violado), nuestro primer impulso puede ser tratar de encontrar una razón que explique por qué aquella persona ha sido víctima. ¿Paseaba él o ella en el momento «inadecuado» por un barrio «peligroso»? ¿Había cometido la víctima un hecho anterior que despertara la agresividad del otro? Las personas inconscientemente buscan una relación directa de causa-efecto para sentir control sobre lo que nos sucede: si algo malo le ha ocurrido, entonces tiene que haber hecho algo mal. Este tipo de respuesta se denomina revictimización

Culpar a la víctima nos permite que nos distanciemos de la posición de la víctima real, por el dolor y la sensación de vulnerabilidad que nos produciría. De esta forma, nos decimos a nosotros mismos: «Esto no me pasaría a mí porque soy diferente. Yo haría o habría hecho tal o cual cosa». La gente quiere creer «que nunca les pasaría a ellos» porque que son más fuertes y mejores que los que han sido víctimas de la manipulación.

Nuestra necesidad de creer que somos invulnerables es, en realidad, una debilidad de la cual se aprovechan fácilmente los programadores. De hecho esta debilidad humana la utilizan en la primera etapa, entre sus bombas amorosas, ellos van a destacar tu personalidad o tus cualidades tan sorprendentes. Podrán decir que te ven cómo piezas únicas, diferente al resto de los mortales que no  tienen tus capacidades y tu inteligencia.

Sus técnicas de control mental van a servir para para cambiar el sistema de valores de la víctima, sin que ella sea consciente, para finalmente hacerla dependiente y sin capacidad de razonar; sus efectos son devastadores.


Técnicas

Veamos algunas:

Control de la información (Adulto), control del pensamiento (Padre) y control de las emociones (Niño). Si modificamos un estado del yo, los otros dos se modificarán. Si conseguimos cambiar los tres, desaparecerá la persona que era.

Un individuo puede tolerar sólo una cierta discrepancia entre sus pensamientos, sentimientos y comportamiento, que, en definitiva, son los diferentes componentes de su identidad. Por tanto, si cualquiera de estos tres componentes se modifica, los dos restantes cambiarán para reducir la disonancia cognitiva. 

La disonancia cognitiva hace referencia a:

  • la tensión o desarmonía interna del sistema de ideas, creencias y emociones (cogniciones) que percibe una persona que tiene al mismo tiempo dos pensamientos que están en conflicto
  • por un comportamiento que entra en conflicto con sus creencias.
  • dos  mensajes contradictorios al mismo tiempo (verbal o no verbal)

  
El individuo necesita mantener un orden y un sentido interno. Necesita pensar que actúa de acuerdo con su propia imagen y sus propios valores. Si por cualquier motivo su comportamiento cambia, también cambian su propia imagen y sus valores para mantener el equilibrio.

El programador crea a propósito disonancias cognitivas en la víctima y las utiliza para controlarla.

El control del comportamiento

Incluye el control de su entorno -el lugar donde vive, qué ropa viste, qué come, cuántas horas duerme-así como su trabajo, aficiones, rituales y otras acciones que realiza.

El programador controlará el tiempo libre y su comportamiento, bien asignando tareas, bien solicitando ser esperado para realizar cualquier acción o participar en ella, bien ocupando todo su tiempo o bien solicitando ser informado de todo para evitar “preocuparse”.

Cuando todo el comportamiento de la víctima está tan controlado por el programador, este ya puede castigar o premiar ante cualquier movimiento que se aleje de lo esperado. Saben que si controlan su comportamiento (Adulto),  el Niño y el Padre vendrán a continuación.

Control del pensamiento o control del Padre

Proceso de adoctrinamiento. Lo bueno y lo malo. Los buenos y los malos. El programador es capaz de responder a todas las cuestiones planteadas por cualquier problema o situación. La víctima no necesita pensar y si lo hace será sistemáticamente descontada y reconducida al pensamiento único.

Se utiliza la negación («Lo que dices no ocurre en absoluto»), la racionalización («Esto ocurre porque hay una razón muy buena para que así sea»), la justificación («Esto sucede porque tenía que ser así»), y el deseo intelectual («Me gustaría que fuese verdad, así que tal vez lo es»).

Si la víctima contraargumenta, se producirá el rechazo pleno, interpretándose como un ataque personal. No se aceptará ninguna crítica. La crítica será inmediatamente convertida en un “defecto” de la víctima, la cual finalmente aprenderá a culparse a sí misma y a poner más esfuerzo para sintonizar con el programador.

 

Control emocional o del Niño

El programador también intenta manipular las emociones de la víctima. El miedo y la culpa son las herramientas necesarias para mantener a la gente bajo control. La culpa es, con toda probabilidad, el arma emocional más sencilla y eficaz que existe para conseguir la conformidad y la sumisión.

El miedo se utiliza para paralizar a la víctima y se puede hacer de dos formas. La primera es la creación de un enemigo exterior: el mundo frío y cruel que tendrías sin mí. Y la segunda, es miedo al castigo (violencia psíquica o física) si no se hace lo que se espera.

Las emociones de la víctima se redefinen durante el proceso. El programador puede decirle cuando ella está expresando tristeza, que realmente ella sólo está tratando de manipularle y por tanto merece toda su rabia y su desprecio. Obligándola, a partir de entonces, a esconder su tristeza y proyectar otras emociones aceptadas.

Los afectos o vínculos fuera de la relación con otras personas serán redefinidos o suprimidos en función del interés del programador.

Usan regularmente la técnica de recompensa y castigo que mantiene a la víctima en constante desequilibrio y produce una sensación de dependencia e indefensión.

La técnica emocional más efectiva es la creación de fobias. De forma más o menos sutil, el programador, va a convencer a la víctima de que su vida sin él sería desastrosa, que no podría conseguir “sobrevivir”.

La estructura de una fobia incluye diversos componentes internos que interactúan originando un círculo vicioso. Estos componentes incluyen los pensamientos preocupantes, las imágenes internas negativas y los sentimientos de temor y de estar fuera de control. A veces, el simple hecho de pensar en el objeto temido puede poner el ciclo en marcha.

Algunos programadores experimentados consiguen que la víctima tenga fobia a abandonar la relación debido a sus reacciones físicas y emocionales al imaginar lo peor. La mayoría ya han invertido demasiado en la relación, su situación y estabilidad interna es precaria y las imágenes que se le han sugerido sobre sus posibilidades fuera de “la protección” de  su programador son devastadoras. Los programadores saben cómo implantar de forma efectiva en el subconsciente de la víctima, vívidas imágenes negativas sobre lo que podría suponer para ella la ruptura, que hacen muy difícil, cuando no imposible,  que ella pueda imaginar siquiera la posibilidad de ser feliz y tener éxito fuera de esa relación.

Cuando se programa el inconsciente para que acepte las imágenes negativas, éste se comporta como si fueran realidad. Haz la prueba del limón, imagínate un limón, córtalo por la mitad, nota su jugo, acércatelo a la boca. ¿Qué has sentido en tu boca? A pesar de que todos estos pensamientos no representan la realidad, la víctima está tan condicionada para suprimir su parte racional que ni tan sólo se da cuenta de su necesidad de marcharse. La víctima ya no puede generar imágenes positivas de sí misma sin ser dependiente del programador.

 

Porqué es tan difícil salir?

Porque la victima sufre contaminación y confusión y pierde su posibilidad de elegir. La programación ya está terminada, su nuevo Padre, Adulto y Niño están creados. Con una autoestima por los suelos, un razonamiento contaminado por las nuevas creencias sobre su identidad, las posibilidades de salir del lazo son escasas.

Nuestras creencias son el medio más especializado que tenemos para procesar la información y para determinar nuestro comportamiento. Estas creencias, la mayoría inconscientes, van a configurar nuestra realidad. Poseemos un cierto grado de control consciente con nuestra parte racional, pero hay muchísimas más creencias que se disparan paralelamente y muy rápidamente a nivel inconscientemente. La mente consciente tiene un estrecho campo de atención y es más lenta. También tenemos todos incorporados una amplia capacidad para la fantasía y la visualización, parte esencial del ser humano. En Análisis Transaccional le llamamos Padre (Creencias-Pensamiento), Adulto (Razonamiento-Datos) y Niño (Lo sentido-deseado).

Nuestros estados del yo PAN funcionan correctamente cuando disponen de un suministro de información coherente. Si ante un mensaje enviado, espero una respuesta coherente y esta no se produce, la incoherencia se instala en mí. Necesito encontrar la coherencia para terminar el proceso de pensamiento y si no la encuentro el proceso entra en bucle. Si somos sobrecargados con informaciones incoherentes,  la mente se «adormecerá» como medida de protección, o, en términos de programación informática, se bloquea el proceso. Se nublan las ideas y entras en confusión; las razón ya no trabajan correctamente. En tal estado de debilidad, las personas son muy vulnerables a las sugestiones de los demás. Son más dóciles.

Nuestras creencias son marcos de referencia para poder estructurar la realidad. Si modificamos un marco de referencia, la información recibida será interpretada de una manera diferente. Por ejemplo, las creencias o marco de referencia  que justifican que una mujer africana acepte o practique la ablación genital, entre otras, son  que lo consideran fundamental para su “purificación”, que es una limpieza tan importante y necesaria para la mujer que, si no pasa por la práctica de la ablación, no se le permitirá tocar los alimentos, así pues, pierde la posibilidad de alimentar a sus hijos. O que durante el parto, si la cabecita del bebé llega a tocar el clítoris de la madre, habrá riesgo de muerte tanto para el bebé como para la madre. Estas creencias son reforzadas por el premio y el castigo para que no se puedan cuestionar, ya que cualquiera que se aparte de la norma puede enfrentarse a la condena, el acoso y al ostracismo. El castigo hace que ni siquiera las consecuencias nefastas de esta práctica como las hemorragias, muertes, infecciones, lesiones crónicas, etc. sean percibidos como suficientes razones para rechazar la ablación. Para que estas mujeres pudieran tomar conciencia de cómo esta práctica las perjudica tendrían que cambiar su marco de referencia, un nuevo marco de referencia que pudiera aceptar los nuevos datos.

Cuando una persona es programada mediante un proceso de control mental, se le han destruido o neutralizado sus marcos de referencia para valorar la experiencia y por lo tanto acepta con frecuencia los marcos de referencia que le ofrece el programador.

La mayor parte de las víctimas de los programadores confían en el programador porque cuando lo conocieron, a él o a ella, nada hacía pensar que fueran desconfiables, al contrario, transmitían una sensación de «confianza» que les permitió franquear las defensas de la víctima. Por lo general, son grandes conversadores o escuchadores pero sin llegar a parecer demasiado astutos. La «astucia» les denunciaría. El programador solo quiere evaluar a su víctima, montar el código, coger el beneficio y si ya no obtiene beneficios, huir.



lunes, 19 de abril de 2021

Los cuatro nacimientos del desarrollo personal

Según Ken Mellor en nuestra vida transitamos por cuatro nacimientos con sus correspondientes "contracciones" de parto:

Nacimiento fisico

La primera transición es nuestro nacimiento físico, cuando desde el feto pasamos a ser un bebé. Las contracciones físicas son fundamentales en este proceso. Después de establecer lazos afectivos con la madre, el aprendizaje del bebé se realiza principalmente a través de la relación madre-bebé, y otros cuidadores que también influyen en el proceso. 

Nacimiento emocional

El segundo es un nacimiento emocional, cuando los niños hacen la transición de ser un bebé a ser un niño. Las "contracciones" en este nacimiento son las luchas habituales con los niños de dos años y que son esenciales para un parto exitoso. Después de vincularse con la familia, su aprendizaje como niño se realiza principalmente en su entorno familiar. 

Nacimiento cognitivo

El tercero es un nacimiento cognitivo cuando los niños hacen una transición de ser niños a ser adolescentes (un adulto recién nacido) alrededor de los catorce años. Sus "contracciones" esenciales son las luchas sobre "quién sabe qué" que son algo similares en el proceso, pero no en contenido, a las de los terribles dos años. Estos adultos recién nacidos se vinculan con el grupo, que se convierte en el contexto principal para su aprendizaje como adolescentes. 

Nacimiento espiritual

El cuarto es un nacimiento espiritual, es cuando las personas hacen una transición de vivir como adultos mundanos a ser seres espirituales con conciencia trascendente. Sus "contracciones" esenciales surgen en durante las luchas por gestionar las presiones a menudo extremas de la vida. Una vez unidos a la trascendencia, nuestro aprendizaje tiene lugar en dimensiones internas. Desde este estado puede podemos acceder a la plena realización de la autonomía.

El cuarto nacimiento es un caso algo especial. Puede durar muchos años y surge cuando nos enfrentamos a presiones y eventos que sobrepasan nuestros recursos, lo suficiente como para que nos demos cuenta de los desafíos que implican. Superar estos retos requiere que renunciemos a las visiones del mundo del pasado y a las formas de afrontarlo pasadas en favor de nuevas perspectivas y comprensión que trascienden nuestra mundanalidad anterior.

Con cada uno de estos nacimientos, los niños adquieren una gama de experiencias mucho más amplia en comparación con la gama disponible en el útero que acaban de dejar. Y después de que cada parto y de que el posterior aprendizaje se completen con éxito, tendrán un potencial significativamente más autónomo que antes de que comenzara el trabajo de parto. Esto es emocionante y muy alentador. Sin embargo, la intensidad de las "contracciones" durante estos partos puede ponernos tan a prueba a todos los interesados que algunos padres piensan que algo anda mal y tratan de encontrar formas de evitar estas las luchas. Sin embargo, si hacen esto, detendrán el progreso del `` nacimiento '' y mantendrán a sus hijos atrapados en el útero o canal de parto de ese nacimiento concreto, es decir, en la relación madre-hijo, en la dinámica familiar o en la estrecha experiencia de grupo en su adolescencia.

La naturaleza de esta intensidad también cambia con cada parto: la intensidad física que sienten las madres con las contracciones físicas; la intensidad emocional sentida durante el 'yo quiero / no quiero' de las luchas de dos años; las discusiones apasionadas y la contención sobre "quién sabe qué" con los catorce años, y, finalmente, las luchas existenciales en las que nos metemos como adultos. 

Al enfrentarnos a cualquiera de los tres nacimientos de la niñez, puede ser de ayuda darnos cuenta de que el trabajo duro que estamos experimentando es necesario para que nuestros hijos hagan la transición a una autonomía mucho mayor. 

¡Así que su consejo es aguantar!