Leo C. Sprietsma
El diagrama del “medidor de caricias” es una especie de pantalla de radar donde podemos situar las caricias según su tipo, estilo e intensidad. Se basa en la definición de Eric Berne: Caricia es la unidad de base de toda transacción. Dicho de otra forma, cada flecha en el diagrama de las transacciones representa una caricia. Consideramos que una caricia es la resultante de dos componentes, afectivo y cognitivo, que el medidor representa por dos ejes cartesianos. Presenta algunos conceptos neoreichianos para describir las dimensiones del pensamiento y del sentimiento bajo la forma de continuos entre dos polos. A partir de aquí impulsa una reflexión sobre las dinámicas emocionales de base.
RESUMEN
El diagrama del “medidor de caricias” es una especie de pantalla de
radar donde podemos situar las caricias según su tipo, estilo e intensidad.
Se basa en la definición de Eric Berne: Caricia es la unidad básica
de toda transacción. Dicho de otra forma, cada flecha en el diagrama de
las transacciones representa una caricia. Consideramos que una caricia
es la resultante de dos componentes, afectivo y cognitivo, que el medidor
representa por dos ejes cartesianos. Presenta algunos conceptos neoreichianos
para describir las dimensiones del pensamiento y del sentimiento
bajo la forma de continuos entre dos polos. A partir de aquí impulsa
una reflexión sobre las dinámicas emocionales de base.
Palabras clave: Medidor de caricias; Afecto; Cognición.
Me sirvo del concepto “caricia” en el sentido
fundamental de Berne: unidad de base
de reconocimiento y de transacción. Este
empleo de la palabra me parece más práctico.
El uso corriente frecuentemente identifica “caricia” solamente como “amor” o
como “caricia positiva”. Sin embargo, el
concepto berniano tiene la ventaja de implicar
que toda forma de reconocimiento puede
satisfacer la sed de contacto y sostener
la vida de la persona. Para mí, en el diagrama
de transacciones, cada flecha representa
una caricia. Una transacción es,
pues, un intercambio de caricias: una caricia-estímulo
y una caricia-respuesta.
Pensar
en caricias es un marco mental bastante
potente para “helar” la acción el tiempo
que necesitamos para preguntarnos “¿Qué
pasa aquí?”. Con este concepto así definido,
podemos considerar el análisis de caricias
como una quinta parte del AT, al lado
del análisis de los estados del yo, de las
transacciones, juegos y guiones.
Además, el medidor de caricias permite
integrar, de una forma satisfactoria en el
plano teórico, los aportes de otras terapias
en el marco del Análisis Transaccional.
Hace algún tiempo practiqué la Gestalt y la
“magia” de Bandler y Grinder, e incorporé a
mi terapia conceptos bioenergéticos. Incluso,
me pregunté “si lo que hacía todavía
era AT”. El medidor me permite hacer relajación
corporal, establecer polaridades, observar
grados de congruencia, situándome
aún en el marco transaccional del análisis
de la terapia de las caricias.
Hace algunos años, cuando comenzaba
a explorar este material, me sentía atraída
por la posibilidad de representar sobre dos
ejes perpendiculares los diversos elementos
de la teoría de caricias: positivas/negativas,
condicionales/incondicionales, reconocimientos/rechazos.
Intenté numerosos
diagramas que no me satisficieron.
Hace poco que he encontrado los conceptos
que necesitaba en los artículos de
C. Nelly en el Radix Journal y en las obras
de bioenergía de A. Lowen. Estos conceptos,
de origen reichiano, se mantienen en el
nivel del comportamiento observable y suministran
un modelo para comprobar congruencias
y establecer polaridades.
EL MEDIDOR DE CARICIAS SIMPLE
La caricia o reconocimiento, el acto del
“contacto” humano, resulta de combinar dos
factores: un elemento afectivo, el sentimiento,
y un elemento cognitivo, el pensamiento
y la voluntad. La interacción y la mezcla de
estos dos factores producen la cualidad designada
con el nombre de “emoción”.
1. El componente afectivo, la sensación,
indica el tipo de la caricia, el grado de placer
o de dolor que siente la persona. Podemos
sentir “Placer o dolor aquí” como la polaridad
continua de base. En el punto central de equilibrio,
la persona “se siente bien”. Cuanto más
se desvía, el movimiento se torna más amplio
y activo, en la medida que la persona se
acerca a los extremos del placer o del dolor:
DOLOR/
Dolor amargo – dolor agudo
enfermedad
// Bienestar – alegría – éxtasis / PLACER
El grado de placer o de dolor presente
en cada caricia se expresa por la actitud
corporal, el movimiento, las palabras, el
tono de voz, la mirada, la cara. Se presentan
dos posibilidades: o bien las sensaciones
cinestésicas, auditivas, visuales, olfativas
y gustativas concurren en una experiencia
unificada donde los cinco sentidos
actúan, o bien la caricia es incongruente,
pues un canal expresa el dolor, mientras
que el otro expresa el placer.
Es necesario que las sensaciones puedan
moverse libremente sobre este eje.
Quien suprime, desconoce o bloquea el dolor,
disminuye al mismo tiempo su capacidad
de sentir placer. Recíprocamente,
abrirse al placer y expresarlo aumenta la
consciencia del dolor.
Este componente afectivo de la caricia
reposa sobre una activación espontánea
del sistema nervioso autónomo. En este
nivel, creo que nosotros “hacemos” realmente
sentir los unos a los otros. En el
placer, se activa el parasimpático: el
cuerpo se expande, llena el espacio, se
hace dulce, vivo, gracioso. El organismo
opera sobre el modo de la aventura. El
dolor libera las sustancias químicas que
inducen el modo de la protección: se tensa
el simpático, eventualmente hasta el
espasmo.
2. El segundo componente de las caricias
es cognitivo; comporta el pensamiento
y la voluntad. Determina el estilo de la caricia.
En el nivel fisiológico, se trata aquí de
actividad voluntaria y cerebroespinal.
Si el tipo de una caricia se expresa por
el grado de placer y de dolor, podemos
describir su estilo según la estructuración
del tiempo. Puede corresponder a un ritual,
aislamiento, intimidad, o a un juego
en sentido amplio. En el último caso, si las
reglas son visibles, se trata de “deporte”;
si están escondidas, se trata de juego en
sentido de AT.
En los contactos donde se intercambian
reconocimientos, el flujo natural de la energía
vital es parecido a la respiración. Es
una pulsación rítmica, con un movimiento
hacia fuera y hacia adentro. Hacia el exterior,
placer y dolor se expresan como acción,
expansión hacia el otro, expresión de
sí mismo, descarga de energía. Si la energía
está dirigida al interior, se acumula y se
carga el organismo: yo llamo pasión a este
segundo movimiento.
Sobre el continuo del componente cognitivo
aparece lo que se hace, cómo se organiza
el contacto:
ACCIÓN/ intimidad – “juego” – trabajo//
Pasatiempo – ritual – aislamiento/
PASIÓN
Las dos dimensiones, afectiva y cognitiva,
nos ofrecen así los cuatro polos de
un diagrama en coordenadas cartesianas:
Para observar las caricias, estoy atento
sobre todo a la calidad del movimiento,
donde el cliente expresa placer y dolor por
los canales sensoriales, y a la estructuración
del tiempo. El grado de congruencia
de estos elementos, y la correspondencia
más o menos grande de la acción con la
calidad del sentimiento expresado, ofrecen
a menudo unos índices sobre el proceso de
pensamiento subyacente.
Yo soy del parecer de identificar, sin
más, la polaridad placer/dolor como distinción
entre caricias positivas y negativas.
Esto último concierne a recibir caricias.
Además “placer” y “dolor” no implican juicio,
como “positivo” y “negativo”. Prefiero
utilizar estos últimos términos para designar
los efectos sanos o nefastos de la caricia.
Una caricia de carácter placentero puede
resultar positiva o negativa, tanto como
una de carácter doloroso. Es nefasto y por
tanto negativo, aprobar un comportamiento
destructor. Recíprocamente, es sano y positivo
desaprobarlo. En fin, todo reconocimiento
produce una excitación que, al principio
al menos, es sentida agradablemente,
y esto puede ser más verdadero todavía si
la caricia es la “caricia esperada”, que corresponde
a nuestro programa de guión.
“Positivo” y “negativo” expresan más un juicio
sobre los efectos que una actualidad
afectiva.
3. Las caricias intervienen en la intensidad
del reconocimiento, que se expresa en
términos de condicionalidad o de incondicionalidad.
No se trata de una polaridad.
En el medidor de caricias, representa elementos
con unos círculos concéntricos,
donde aumenta la intensidad desde el centro
hacia la periferia. La intensidad sentida depende parcialmente de la percepción del destinatario.
Pienso que es el momento aquí de ir
más allá de la distinción habitual entre las
caricias dirigidas a lo que la persona “es” y
lo que “hace”. En la práctica, el comportamiento
expresa el ser, y los dos están estrechamente
mezclados. La pregunta obligada
es: “¿Qué condición hay para que se
dé el reconocimiento?”. Para responder a
ello, intento localizar dónde se concentra la
atención. En las caricias incondicionales, la
referencia es “objetiva”, se trata antes que
nada, de una percepción externa, ahora, de
un “tú” exterior a quien da la caricia. En las
caricias condicionales, por el contrario, se
pone el acento en los sentimientos y las
percepciones internas del que la recibe: la
referencia es subjetiva, y el movimiento
permanece en el interior. La “condición de
reconocimiento” está en que el destinatario
satisfaga sus necesidades y sus deseos.
En el medidor de caricias simple (Fig. 2)
inscribo el tipo, el estilo y la intensidad de
la caricia, ya se trate del estímulo o de la
reacción.
Podemos observar la intensidad desde
diferentes puntos de vista. Sobre el eje
cognitivo, una estructuración inapropiada
del tiempo con relación a la caricia, puede
indicar un comportamiento pasivo basado
en un rechazo. Sobre el eje afectivo, se
puede observar la “coraza” corporal o los
“bloqueos” al flujo natural de la energía.
Extender y ampliar la propia capacidad
de sentir una emoción tiende a liberar y a
aumentar al mismo tiempo la emoción polarmente
opuesta. Todas son “buenas” y
necesarias en un funcionamiento sano, y
todas están en relación mutua. Si el flujo de
la acción hacia el exterior y la descarga de
energía están bloqueados, las consecuencias
atañen tanto al amor como a la cólera.
Para sentir el placer del amor, es necesario,
pues, ser receptivo al dolor de la cólera.
Si el bloqueo se sitúa a nivel del movimiento
hacia el interior, de la inspiración y de la
acumulación de energía, se produce una
inhibición tanto del lado de la sumisión
como del lado del rechazo: las capacidades
de confianza, de miedo, de desolación y de
odio se alcanzan de un solo golpe. Para liberar
la afirmación de sí mismo y la con-
fianza, es necesario pasar a través de la
cólera y del miedo. Tolerar mejor la desolación
y el odio ayuda a ser alegre y amable.
Liberar las propias emociones, es también
estar disponible para las caricias de
todo tipo, tanto para darlas como para recibirlas,
y abrirse a contactos humanos plenos
y que conciernen a todas las potencialidades
cognitivas y afectivas.
Para mí, una caricia basada en un rechazo
deja de ser caricia. El rechazo es un
proceso interno, que precede a la caricia
cuya dinámica influencia. Lo opuesto del
rechazo es, pues, la ausencia de rechazo,
más bien que la caricia. El rechazo de sí
mismo aparece en la consciencia interna y
condicional. La del otro se manifiesta en los
aspectos incondicionales y dirigidos hacia
el exterior. Independientemente de todo intercambio
de caricias, una persona puede
también rechazar su entorno. Así, conduciendo,
puede no tener en cuenta el estado
de la carretera o las indicaciones de su reserva
de gasolina.
El medidor de caricias permite un paso
fácil en la terapia y el tratamiento. En este
sentido podemos decir lo que Ernst escribió
en el OK Corral: en el examen del comportamiento
observable, un “flash” interno sitúa
la caricia considerada sobre el diagrama.
Como atraído o repelido por los polos,
gira más o menos sobre un caso particular,
aunque suponga una zona de penumbra
que usurpa los casos vecinos. En efecto, la
mirada puede decir una cosa, la actitud
corporal otra, el tono de voz o las palabras
una tercera: las caricias pueden ser más o
menos congruentes.
Desde esta perspectiva, comprendemos
el mecanismo subyacente en “coleccionar
sellos”. Incluso si la transacción no está torcida,
la persona puede no reaccionar más
que a una parte de la caricia, y conservar inconscientemente el resto para valorarla
más tarde.
Cada parte de la caricia es un verdadero
mensaje que importa apropiarse y desarrollarse
hasta que se expresa plena y conscientemente.
El objetivo es múltiple: poner
en acción toda la gama de caricias, expresar
el placer y el dolor en cualquier estructuración
del tiempo, ir más allá de los rechazos
de sí mismo, de los otros y del entorno,
y dejar entrar y salir la energía en un
flujo natural y cómodo.
EL MEDIDOR DE CARICIAS AMPLIADO:
LA DINÁMICA EMOCIONAL
DE CARICIAS
El concepto de caricias es una herramienta
práctica, útil para descomponer el comportamiento humano en unidades reconocibles.
La palabra, en sí misma, es muy
sugerente para quienes perciben ahí la
comparación subyacente con la manera de
atender a un recién nacido. Sin embargo,
no olvidemos que también es un término
técnico de AT. En lenguaje ordinario, nos
servimos más bien del vocabulario de las
emociones: confiar, admirar, dominar, explotar,
dudar; amargo, amigable, hostil, có-
lera, culpabilidad, miedo, tristeza…
Nota.
Sintetizo aquí materiales de diversa procedencia.
Como lectura de base; me refiero
sobre todo a la “ruta de comportamiento”
de T. Leary, aparecida en Carson, Interaction
Concepts of Personality, y a los artículos
publicados por C. Kelly en el Radix
Journal.Introductory letter from
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