Hace muchos años, en una pequeña isla, vivía un grupo de personas felices. Amaban su amigable islita con sus hermosos árboles, agua y arena. Los isleños tenían una tradición especial de intercambiar "peluches cálidos" entre ellos. Los peluches cálidos eran como pequeñas bolitas de amor puro que hacían que todos se sintieran bien por todas partes.
Las personas ofrecían los peluches cálidos libremente, y si necesitabas uno, solo tenías que pedirlo. ¡Incluso personas que no conocías sacarían un peluche cálido de sus bolsillos y te lo darían! Cada peluche cálido era como un abrazo grande de un amigo. Y siempre había suficientes peluches cálidos para compartir.
Todos se sentían seguros y amados, y todos ayudaban a los demás a sentirse seguros y amados. Pero un día llegó a la isla un turista gruñón y murmurador. No entendía lo que todos estaban haciendo, pero estaba seguro de que no le gustaba. Llevaba pinchazos fríos en sus bolsillos y los peluches cálidos no tenían ningún sentido para él. Así que decidió contar una mentira a los isleños para convencerlos de que dejaran todo ese asunto de los peluches cálidos.
El turista gruñón les dijo a los isleños que sus peluches cálidos eran las cosas más preciosas del mundo. Les dijo que en lugar de compartirlos, deberían quedárselos. ¿Y si se agotara el suministro mundial de peluches cálidos? ¿Qué harían entonces?
De repente, los isleños comenzaron a preocuparse y a actuar egoístamente, guardando sus peluches cálidos para sí mismos. Y ocurrió algo curioso. Cuando la gente dejó de compartir sus peluches cálidos, dejaron de recibir peluches cálidos. En lugar de sentirse cálidos y reconfortados por dentro, comenzaron a sentirse fríos y pinchudos por dentro. Esto hizo que todos se sintieran un poco tristes, todos excepto el turista gruñón.
Afortunadamente, algo bonito sucedió después. Verás, uno de los isleños se fue a la universidad. Volvió a casa de visita y trajo consigo sus peluches cálidos. Cuando llegó a casa, comenzó a dar peluches cálidos a todos los que veía. Los isleños comenzaron a darse cuenta de lo que estaban perdiendo y de que habían cometido un error. Aferrarse a sus peluches cálidos no los hacía más felices, los hacía miserables. Descubrieron que regalar sus peluches cálidos no solo hacía felices a sus amigos, sino que también los hacía felices a ellos.
¡La buena noticia es que podemos ser como esos isleños! Podemos dar peluches cálidos, como estos lindos pompones. Pero también podemos dar peluches cálidos que sean brillantes, pequeños y esponjosos, bolitas imaginarias de felicidad. Verás, cuando ofrecemos una palabra amable o ayudamos a alguien a sentirse mejor, ese es el mejor tipo de peluche cálido que existe.
Claude Steiner
Fue un psicoterapeuta y escritor conocido por sus contribuciones a la teoría y práctica de la psicología transaccional, una corriente de la psicología que estudia las interacciones humanas desde el punto de vista de los estados del yo, las transacciones, los juegos y los guiones. Su cuento de Peluches es una historia que ilustra la importancia de las caricias, entendidas como unidades de reconocimiento, para el bienestar emocional de las personas. El cuento narra cómo un grupo de animales de peluche descubre que puede intercambiar caricias libremente, sin necesidad de comprarlas o robarlas, y cómo esto mejora su calidad de vida. El cuento de Peluches se puede encontrar en el libro Educación Emocional de Claude Steiner, publicado por primera vez en 1997 y revisado en su edición en español en 20102. También se puede leer en línea en el sitio web de Claude Steiner3. Espero que te guste este cuento y que te ayude a entender mejor la teoría de la economía de caricias de Claude Steiner.
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