Bandera roja y el autoconocimiento emocional
Nací en un pueblo de la costa
mediterránea con una playa paradisíaca cuando está en calma pero, como su mar es
muy abierto al viento de levante, puede ser muy peligroso para los bañistas debido
a las corrientes de resaca o de retorno.
Desafortunadamente, en verano,
cuando mi pueblo se llena con los numerosos turistas atraídos por sus once
kilómetros de fina arena, durante los días de viento de levante, no es raro que
se produzca algún ahogamiento y, alguna vez, con final dramático. El bañista
que se encuentra con las corrientes de resaca, que succionan el agua de la orilla hacia zonas
más profundas, lucha contra ellas para impedir ser arrastrado y acaba poco a
poco agotado y sucumbiendo a la fuerza de la corriente.
Los locales sabemos que cuando
hay viento de levante no debemos entrar en el mar. Y para advertir de ello a
los que nos visitan y evitar su ahogamiento, cada verano, se indican con
banderas rojas las zonas en las que se prohíbe el baño.
Sin embargo, aunque, desafiando
al viento de levante, los habitantes locales nos metiéramos en el mar, sabemos
que, en caso de quedarnos atrapados en una corriente, lo más importante es no
nadar de frente hacia la costa, sino en paralelo. Nos dijeron siempre que
luchar contra la corriente es perder.
También hemos aprendido a distinguir la
zona peligrosa, cuando entre el oleaje aparece una zona sin olas, sabemos que esa aparente calma esconde un retorno furioso. Incluso reconocemos el color
diferente que muestra el agua en su curso contrario.
El conocimiento que los habitantes
del pueblo tenemos del viento de levante y su influencia en el mar nos permite
respetarlo, adaptarnos a él y protegernos. Sólo tenemos que esperar que los
vientos cambien y que el mar, de nuevo, nos acoja con su habitual calma y
calidez.
Conocer el cuerpo que nos habita
y respetarnos debería ser una asignatura obligada desde que nacemos.
Necesitamos aprender a convivir con nosotros mismos, con nuestras emociones,
necesidades, deseos, pensamientos, etc. Aprender a protegernos de los vientos que nos habitan, de las resacas
emocionales y de las corrientes del descontrol límbico.
Muchas veces actuamos
como meros visitantes que no conocen las gigantescas olas de nuestros mares y desde la ignorancia nos enfrentamos a ellas arriesgando incluso nuestra supervivencia.
No hay comentarios:
Publicar un comentario