Una sucesión de crisis financieras, humanitarias y sanitarias, han
desdibujado la sociedad tal y como venía gestándose en el S.XX.
Si en la crisis financiera del
2008 benefició a los más ricos y hundió a la clase media, la crisis del Covid
19 enviará, definitivamente, a una legión de gente a la marginalidad. Puede ser ésta una de las posibilidades que todos tememos en esta época incierta. Tememos tener que sufrir o cargar con una enorme marginalidad que el sistema no podrá atender, o que se atenderá de manera muy deficiente. La falta de especialización tecnológica, la imposibilidad de acceder al mercado de trabajo crearán ingentes legiones de parados crónicos, por tanto, pobres crónicos.
Tendremos entonces una masa de población que no puede
integrarse en un sistema capitalista, puesto que éste basa su funcionamiento en
la propiedad privada de los medios de producción, en la importancia del capital
como generador de riqueza y en la asignación de los recursos a través del
mecanismo del mercado. Esta nueva humanidad queda, por tanto, fuera del
sistema, un sistema que cada vez protege a menos gente y que puede contener al
resto.
Los gobiernos, por tanto, no
tendrán recursos para proteger a esta nueva clase social excluida.
El Estado del yo Padre del Estado
ya no tiene mensajes para él, ésta nueva clase excluida tiene que recrearse, redibujarse, generar un nuevo Estado del yo Padre. Este huérfano de figuras parentales ha de
resurgir desde su creatividad, desde la creatividad que el Estado del Yo Niño
desarrolla ante la necesidad, la ausencia de modelos o libertad, desde su
instinto de supervivencia.
Lejos del papel que se le ha otorgado de “protector” y “nutritivo” al Padre Estado, ahora la nueva humanidad excluida sólo contará con la solidaridad,
la ayuda mutua, la cooperación, la reciprocidad, la compasión y empatía que
inspirarán a todos estos nuevos movimientos hasta generar un sistema parental nutritivo y protector. Estos movimientos probablemente vendrán dirigidos por las necesidades emocionales del Estado
Niño vulnerable, desvalido y vital. De ahí que algunos de ellos puedan resultar inviables hasta que alcancen una madurez necesaria para que el Estado Adulto otorgue la viabilidad necesaria a cualquier proyecto.
La nueva humanidad excluida, son
hombres y mujeres formados, con acceso más o menos fácil a la información, a
las redes sociales y muy bien comunicados. Deberán desarrollar un pensamiento
crítico ante la desinformación que se intenta crear desde los grupos que
pretenden el poder.
Esta masa, si finalmente queda excluida del sistema, desarrollará su propio paradigma, lejos del sometimiento a las soluciones
propuestas por el viejo sistema. El viejo sistema resistirá hasta fagocitarse a sí mismo.
Ahí está el reto del siglo XXI.
Crear un sistema más equitativo, que pueda sostener a toda la humanidad o
asistir a una nueva clase social, mantenida por las migajas desde el sistema o, porqué no, una capaz de generar un nuevo sistema paralelo al tradicional que funcione de otro modo. Al fin y al cabo los sistemas económicos y sociales solo funcionan cuando todos estamos incluidos.
Tener la suerte de que tanta gente vaya a estar excluida es poder aceptar la invitación a crear inevitablemente un sistema nuevo.
Tener la suerte de que tanta gente vaya a estar excluida es poder aceptar la invitación a crear inevitablemente un sistema nuevo.
Las crisis implican cambios. El ser humano es básicamente creativo.
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