En busca del sentido de la vida vamos construyendo nuestra vida. Incluso aquellos que nunca se plantean la cuestión, lo buscan cada día de manera inconsciente, con más o menos acierto. Es nuestro motor desde que nacemos, primero lo hacemos con un sentido prestado, aquel que la sociedad y nuestra familia nos facilita: si haces esto, obtendrás esto, debes de ser, sentir, hacer…, tendrías que….indicaciones a las que nos adaptamos más o menos bien y a medida que van alejándose de nuestra realidad del presente, en el mejor de los casos, nos invitan a buscar nuevos sentidos, en el peor, nos instalan en la confusión y el sufrimiento.
Si usamos la acepción de sentido
como orientación, ir de un punto hacia otro, el sentido no se puede concretar,
no es una meta, es sólo una dirección, por tanto, podríamos pensar que el
sentido de la vida solo es la energía que fluye, a través del bienestar o
malestar, en el proceso de vivir hacia una dirección cuya parada solo está en la
muerte; es posible que ese sentido solo pueda ser definido a posteriori, cuando
al final de la vida nos enfrentemos al balance final. Quizás es mejor que
vayamos haciendo pequeñas evaluaciones y no posterguemos todo para aprenderlo
en el último momento.
El Análisis Transaccional es una
magnífica herramienta para comprender hacía dónde estamos yendo, nos ofrece un
lenguaje muy concreto para poder describir nuestra relación con nosotros mismos
y con los demás. Los conceptos del AT nos permiten descubrir la dirección hacia
la que estamos enfocados, dándonos la oportunidad de mantener, corregir o cambiar el rumbo.
Conocemos la realidad cuando la
podemos describir. Nuestras sensaciones se convierten en emociones cuando las
nombramos. Nos ubicamos frente o con los
demás en los relatos que nos hacemos sobre nosotros mismos y/o los demás. El
relato es importante por tanto, el relato nos hace protagonistas o víctimas,
héroes o villanos, aventureros o presos. El relato nos permite comprender el
guión que seguimos y su estructura.
El relato puede ser construido
desde el exterior o desde el interior. Puedo ser un mero actor del guión
impuesto o autoimpuesto, o un autor creativo de cada acto. Si soy mero actor,
atenderé a lo que se espera de mí, a los
mandatos, prescripciones y atribuciones recibidas. Si decido ser autor, utilizaré mi creatividad, aceptaré mis
bloqueos creativos y mi responsabilidad y poder en las elecciones que hago en
cada momento de mi vida.
Cada una de las herramientas de
autoconocimiento que nos ofrece el AT puede ser utilizada como brújula cuando
andamos perdidos. Y en estos tiempos, en los que la meditación o el mindfulness “está
tan de moda” para encontrar la serenidad, el equilibrio y la ecuanimidad, utilizar
los conceptos del AT durante la meditación puede reforzar sus beneficios.
Personalmente no sé a qué se
dedican las demás personas cuando meditan. Unos cuentan que les basta centrarse
en su respiración dejando ir sus pensamientos sin aferrarse a ninguno. Otros buscan
la emoción profunda e intensa que encuentran al entrar en contacto con la
sensación básica, tan simple, de estar vivo. También se utiliza para trabajar
emociones, desarrollar la compasión o la ecuanimidad. Los más atraídos por la
biología buscan desconectar su sistema simpático y activar el parasimpático,
relajando sus músculos, regulando su respiración y recreando pensamientos
positivos y emociones agradables. En cualquier caso, el tiempo de meditación se
utiliza para alcanzar cierto bienestar interno o desconectar del malestar que
nos habita.
En mi caso, en el tiempo que
dedico a la meditación, practico un poco todo lo anterior, dependiendo de la
necesidad del momento, y reservo la mayor parte del tiempo para hacer lo que yo
llamo “recalcular ruta”. Es un tiempo dedicado para ubicarte en tu mapa y contrastarlo con la realidad. Como sentencia la PNL el mapa no es el territorio,
por ello estamos obligados a realizar actualizaciones constantes.
Para poder comprender qué
actualizaciones se deben realizar en el mapa, el AT me ayuda a identificar
cuando se necesita seguir, retroceder o modificar el camino, si tengo suficiente
combustible o si he de parar a descansar para poder proseguir.
Meditar sobre mis estados del yo
me permite equilibrarlos. Contactar con mi cuerpo, mi respiración y mis
emociones me ponen en contacto con el Niño, notar como se siente y qué necesita para sentirse seguro y calmado. Cuando mi Niño está atendido, paso
a escuchar a mi Padre, a distinguir los mensajes constructivos y protectores de
los críticos y paralizantes, puedo mantener un diálogo con él desde mi Adulto,
de manera que le ayudo a aclarar sus valores, sus límites sanos y sus mensajes nutritivos
hacia el Niño, de manera que Niño y Padre se sientan en cooperación.
Una vez equilibrados los estados del yo, puedo hacer un recuento de mis entradas y salidas de estímulos (caricias), los condicionales e incondicionales que doy y que recibo. Cómo es el balance. Donde necesito poner o quitar. Así como la estructuración de mi tiempo, donde necesito recortar y donde fomentar.Me resulta muy útil también meditar sobre mi posición existencial ante los conflictos vividos y buscar en ellos mis descuentos o sus descuentos, mi rol en las triangulaciones y los juegos en los que he podido enganchar o provocar.
Desde las gafas que me facilita el AT puedo
examinar los actos y escenas que me acercan
a lo hamártico o banal que otros han
escrito, buscando responder adecuadamente, cada vez mejor, a los estresores
externos y reaccionar menos.
El encargado de toda esta
actualización es mi Adulto, como describe Erskine, con la “plena capacidad
neopsíquica del yo adulto para integrar valores, procesar información,
responder a emociones y sensaciones, ser creativo y estar en contacto” (p. 87).
O como confirma Tudor, con la capacidad del Adulto de procesar e integrar
sentimientos, actitudes, pensamientos y comportamientos apropiados para el aquí
y ahora.
No es posible revisar todo esto
en el tiempo de una sola meditación, por ello voy atendiendo a demanda, a demanda
de mi Niño, de mis relaciones, de mis dudas o de mis emociones. Siempre hay una
herramienta de AT que me podrá facilitar el proceso, el proceso de tomar
perspectiva suficiente para poner orden en el caos. La metáfora que puede
representar el proceso es la del jardín, mi jardín cada día necesita ser
atendido, quitar malas hierbas, abonar cuando se necesita, podar para
fortalecer, regar, etc. Cada día hay nuevas tareas a demanda del jardín, no
todos los días se necesitan las mismas, pero sé que cuento con la caja de herramientas de AT que me ayudaran en el proceso.
Aquello que cultivamos crece, cultivando regularmente el Adulto mediante el tiempo de la meditación lo empodero, es fácil si se crea el hábito, el hábito de atender y detectar las necesidades del Niño y los valores del Padre, de manera que podamos mantener nuestra armonía y coherencia interna y con los demás.
Todo esto no evita que te salgas o te pierdas en el camino, pero no cabe duda que te ayuda a volver a él y seguir el sentido qué tú eliges.
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