martes, 18 de junio de 2024

Del dolor al reconocimiento: El cambio de valencia en las caricias que alimentan la adicción

 


Alejandro siempre había sido un hombre en busca de reconocimiento y amor. Desde niño, su vida estuvo marcada por una constante lucha por obtener caricias positivas, esas señales de aceptación y afecto que todos necesitamos. Sin embargo, en su hogar, estas caricias eran escasas. Su padre, un hombre severo y crítico, rara vez ofrecía palabras de aliento. En su lugar, las caricias negativas, críticas y desaprobaciones, eran el pan de cada día. Su madre, atrapada en su propia batalla con la depresión, no podía ofrecer el apoyo emocional que Alejandro necesitaba desesperadamente.

A medida que crecía, Alejandro comenzó a buscar fuera de su hogar esas caricias positivas que tanto anhelaba. En la escuela, trabajaba incansablemente para obtener buenas calificaciones, esperando que el éxito académico le brindara el reconocimiento y la aceptación que no encontraba en casa. Pero, por cada éxito que lograba, su padre siempre encontraba una falla, una imperfección que subrayar, manteniendo así a Alejandro en un estado constante de insatisfacción y ansiedad.

El alcohol entró en su vida como un refugio, una manera de adormecer el dolor de las caricias negativas y la ausencia de caricias positivas. Al principio, una copa de vino después del trabajo ofrecía una breve sensación de alivio y relajación. Pero pronto, una copa no era suficiente. El alcohol se convirtió en su principal fuente de caricias, aunque estas eran ilusorias y destructivas.

Las caricias negativas continuaron aumentando a medida que su adicción al alcohol se profundizaba. Perdió su trabajo debido a su comportamiento errático y su falta de productividad, una consecuencia directa de sus noches de embriaguez. Su familia, cansada y herida por sus promesas incumplidas y su incapacidad para cambiar, comenzó a distanciarse. Alejandro se encontró solo, rodeado por un mar de críticas y desaprobación, tanto internas como externas.

El punto de inflexión llegó una noche oscura, cuando Alejandro, mirando su reflejo en el espejo, no vio más que a un hombre derrotado. En ese momento de claridad dolorosa, reconoció que había estado buscando caricias en los lugares equivocados. Decidió buscar ayuda, consciente de que necesitaba aprender a obtener y dar caricias positivas de manera saludable.

Alejandro ingresó a un centro de rehabilitación, un entorno que, a diferencia de su hogar y su entorno laboral anterior, estaba lleno de apoyo y comprensión. Allí, encontró terapeutas y compañeros que ofrecían caricias positivas genuinas: elogios por sus pequeños logros, palabras de aliento y comprensión ante sus recaídas. Estos gestos comenzaron a llenar el vacío emocional que había estado tratando de llenar con alcohol.

A través de su terapia, Alejandro comenzó a entender sus patrones de comportamiento. Reconoció cómo su Niño interior había estado clamando por caricias positivas y cómo su Padre Crítico interno había perpetuado un ciclo de auto-reproches y búsqueda de caricias negativas. Aprendió a nutrir su estado del Adulto, tomando decisiones más saludables y equilibradas, y a desarrollar un Padre interno más cariñoso y comprensivo.

Con el tiempo, Alejandro comenzó a participar en actividades que le brindaban caricias positivas auténticas. Se unió a un grupo de apoyo, donde podía compartir sus experiencias y recibir el reconocimiento y la aceptación que siempre había deseado. Comenzó a hacer ejercicio y a practicar hobbies que le proporcionaban satisfacción y una sensación de logro.

Alejandro también trabajó en reconstruir sus relaciones familiares. Aprendió a comunicarse de manera más abierta y honesta, buscando y ofreciendo caricias positivas auténticas con sus seres queridos. Poco a poco, comenzó a sanar las heridas del pasado, reemplazando las críticas y desaprobaciones con comprensión y apoyo mutuo.

Hoy, Alejandro es un hombre transformado. Ha aprendido a buscar y valorar las caricias positivas en su vida diaria, mientras maneja de manera constructiva las caricias negativas que inevitablemente surgen. Ha dejado atrás el alcohol y ha encontrado en su lugar una vida llena de significado y propósito. Su historia es un testimonio del poder de las caricias positivas y del análisis transaccional para sanar y transformar vidas.

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