viernes, 3 de junio de 2011

Terapeuta Gestalt - Herramientas Para El Psicodiagnostico





Conforme han ido gestándose estas reflexiones sobre algunas herramientas para el psicodiagnóstico al servicio del Terapeuta Gestalt, he advertido que decantarme por este tema tenía sus antecedentes.

De un lado, me atraía mucho la idea de elaborar una síntesis de lo que ha sido mi proceso personal, formativo y laboral durante los últimos 15 años. Estos tres elementos configuran de alguna manera una Gestalt importante que ahora se cierra en mí, en la que puedo descubrir, si lo expreso en lenguaje axiológico, la interrelación entre lo intrínseco (mi proceso terapéutico personal) lo sistémico (la formación en Gestalt, Psicoterapia Clínica Integrativa y Axiología) y lo extrínseco (mi trabajo como educador social y terapeuta en diversos espacios). Expresado en términos energéticos, una Gestalt durante la cual he ido aprendiendo a tomar contacto y a gestionar de una manera más saludable mi propia capacidad de ternura y agresión.

Por otro lado, el tema del diagnóstico me resultó muy propicio como cauce integrador para elaborar esta recapitulación: destacar la importancia del esclarecimiento diagnóstico para un posicionamiento más eficaz del terapeuta clínico en el encuentro con los pacientes.

Desde el enfoque gestáltico, encuadrado dentro del movimiento de la psicología humanista, hacemos una opción por contemplar al ser humano desde una perspectiva fenomenológica, donde somos mucho más que una suma de partes y apostamos por la superación de visiones reduccionistas. Expresado en términos axiológicos, nuestro valor intrínseco otorga matices infinitos a nuestra particularidad de ser.

Enraizados en este punto de vista, podemos abrirnos a considerar que, como terapeutas, el diagnóstico no tiene por qué significar el encorsetamiento del paciente en una u otra ordenación sistémica. Más bien, puede suponer una guía abierta y susceptible de reformulación que acompañe y se supedite al proceso dinámico de la persona, que es lo que realmente nos importa. En nuestro quehacer terapéutico, el diagnóstico puede ayudarnos a vislumbrar las coordenadas del conflicto que trae la persona. En el marco de la supervisión, puede servirnos como mapa de referencia que nos permita seleccionar las figuras más relevantes, las distorsiones que están a la base del conflicto neurótico.

Cuando una persona llega a nuestra consulta, al igual que nosotros en su momento, lo hace por la vivencia de angustia, sufrimiento, insatisfacción, etc., que ha irrumpido en su existencia, como figura, de tal manera que siente la necesidad de pedir ayuda.

Este momento de crisis desvela un conflicto ocurrido en el contacto de la persona consigo misma y con el mundo. La manera como hasta ahora ha funcionado (el carácter que ha forjado) deja de ser útil y nos vemos envueltos en el conflicto neurótico. Se produce la fricción entre el organismo y el medio en el que vive.

Es entonces cuando se produce el encuentro paciente – terapeuta. En este encuentro no somos, como terapeutas, un papel en blanco. También nosotros, en un momento de nuestra vida, experimentamos esta situación crítica de nuestra existencia desajustada; como pacientes, transitamos nuestro propio camino de conocimiento y crecimiento personal. Como terapeutas gestalt, además, vamos recorriendo itinerarios formativos que nos proporcionan y facilitan herramientas para nuestro trabajo. Desde la perspectiva gestáltica, consideramos que el terapeuta es la principal herramienta para el acompañamiento del proceso terapéutico. Estimo que esta herramienta que somos se va configurando a través de nuestra propia experiencia y de nuestra formación. Y en el aquí y ahora del encuentro terapéutico desarrollamos nuestra escucha, siendo éste el marco donde nosotros somos, estamos presentes y prestamos atención a otra persona que es y está presente.

Pues bien, los diversos grados de inquietud, malestar, insatisfacción o angustia con que una persona viene al encuentro terapéutico nos anuncia, al menos, tres posibles realidades. Puede ser que exprese un interés en avanzar en su proceso de maduración o de desarrollo de un mayor grado de conciencia. Puede ocurrir que esté atravesando un momento de crisis en su vida para el que necesita acompañamiento cualificado. Y, por último, puede presentarse con una patología evidente, donde la angustia adquiere un nivel tal que cursa con síntomas clínicos incapacitantes y la persona queda inhabilitada para una contención suficiente y necesaria.

En este sentido, el diagnóstico nos permite poder discriminar una u otra situación, nos posibilita tener capacidad para diferenciar cuándo el paciente cuenta con los recursos necesarios para contenerse durante el proceso terapéutico o cuando precisa, por ejemplo, de medicación para poder contener lo que él solo no puede.

Así mismo, el establecimiento de hipótesis diagnósticas abiertas y flexibles no resulta contradictorio, sino necesario, en la consideración de los procesos terapéuticos como procesos dinámicos, donde cada individuo, lejos de constreñirse a condiciones inalterables de su existencia, va descubriéndose en sus múltiples potencialidades. En este sentido podemos observar que, si bien el diagnóstico nos permite discriminar, el pronóstico no está en función del diagnóstico, sino de la propia dinámica personal en el transcurrir del proceso terapéutico.

En Gestalt nos importa de manera especial y prioritaria la dinámica con que la persona establece contacto consigo misma y con su entorno, así como escudriñar los modos en que interrumpe una regulación saludable de sí mismo como organismo vivo. El diagnóstico nos posibilitará tomar en cuenta a la persona en su globalidad y poder elegir las propuestas terapéuticas que nos resulten más adecuadas en cada momento y que promuevan el restablecimiento de la salud.

La tesis que planteo es, pues, que, como terapeutas gestalt, somos instrumentos y tenemos herramientas para ofrecer a la persona que viene a consulta la mejor ayuda posible en el acompañamiento de su proceso vital. En la polaridad “diagnóstico sí”  - “diagnóstico no”, enmarco mi posición entre aquellos que tratan de encontrar un enfoque de síntesis e integración, donde las herramientas diagnósticas están imbricadas en la actitud gestáltica de un encuentro terapéutico.

En este sentido, y teniendo en cuenta mi propia experiencia, desarrollo este trabajo considerando cuatro capítulos que, a continuación, expongo de manera resumida.

Mariano Cruz Zamora

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