25 de mayo de 2012
Feliz veinticuatro cumpleaños!!!!
Las cartas de tu cumpleaños, una
cada año en tu cumpleaños, me hacen consciente de lo deprisa que pasa el tiempo y de cómo
inevitablemente te haces mayor. Ya eres una mujer a pesar de que internamente yo
te sienta exactamente igual que cuando acariciaba tus piececitos tumbadas en la
cama, tú siendo un bebe y yo la misma madre deseosa de que fueses feliz.
Sé que tú también tienes la
sensación de que todo ha pasado rápido, el tiempo que se vive intensamente
tiene esa virtud, se hace corto, escurridizo, esquivo. Sin embargo, al mirar hacia atrás surgen miles de momentos
compartidos y disfrutados. Recuerdos llenos de emociones, de relatos, de dudas,
de ilusión, de rebeldía, de éxitos y de fracasos que hemos vivido juntas y que
han formado parte de nuestra relación madre e hija y de nuestra relación como personas
únicas que siguen creciendo juntas.
Me comentabas que a veces te
sentías un poco culpable de no estar más tiempo con tus padres cuando vienes a
España, porque crees que dedicaste mucho tiempo en tu adolescencia a estar con
tus amigos y que sientes que no estuviste lo suficiente con nosotros. Tanto tu
padre como yo, cuando éramos adolescentes hicimos exactamente lo mismo. Tanto si
nos dejaban, como si no, lo que queríamos era estar con nuestros pares y
alejarnos lo más posibles de las tareas y responsabilidades que al ir creciendo
nos esperaban y que nuestros padres nos recordaban con su presencia. Cualquier
profesional de la materia te dirá que es parte del proceso de desarrollo y necesidades del
adolescente.
Por fortuna, ni siquiera en la menos
buena de las épocas de tu rebelión adolescente nos impidió comunicar. Hemos
tenido siempre, desde bien pequeña, facilidad para poder expresarnos y
sentirnos escuchadas o por lo menos, nos
ha gustado a las dos; lo sé porque me he sentido bien al hacerlo y te he
sentido bien, como siempre en las relaciones es cosa de dos. Y quizás sea esto
lo que nos ha permitido que incluso cuando estás a miles de kilómetros siga sintiéndote
a mi lado y me sientas cerca. Seguimos acudiendo la una a la otra cuando
necesitamos “expresar”, contarle a alguien protector y seguro nuestros temores,
deseos, alegrías, miedos y proyectos. Sin ocultar, simular o modificar por
miedo a hacer daño o ser dañado.
Me encanta cuando me llamas
angustiada, bloqueada, rabiosa o triste y vas poco a poco contándome,
desgranando, con todo detalle emocional (llantos incluidos) y con toda la
descripción de la situación para que yo pueda comprender bien todo el problema,
y cómo poco a poco, sin yo apenas decir nada, solo escuchándote y aceptando tus
sentimientos, vas recuperando la serenidad, el sosiego, para acabar diciendo
con un tono de aliento recuperado ¡Bueno, ya me siento mejor! Y me llega, me alivia
y me libero contigo y sé que ya estás bien.
Curiosamente desde un tiempo a
esta parte, yo comienzo a hacer lo mismo contigo (llantos incluidos) y tú cual
mamá nutritiva me das todos los permisos para sentir lo que siento, hacer lo
que crea que tengo que hacer y tu apoyo incondicional. Y yo acabo diciendo eso
de: “ufff, perdona cielo, pero es que necesitaba contarlo y ya me siento mejor!”
Las mamás damos mas rodeos para decir lo mismo. Gracias mi vida.
Y es que además de la cercanía que siento contigo, me gusta tu
criterio hacia las cosas, cómo intentas buscar la equidad en las conclusiones,
tu empatía antes de opinar sobre todas las partes, incluso cómo señalas las partes
que no te gustan de las personas o de las cosas con respeto y tolerancia. Cómo
descubres perlas brillantes donde la gente solo ve sombras o cómo sigues
teniendo la frescura de un bebé ante las pequeñas cosas.
Además eres intuitiva y dispuesta a ver la solución y a no derrumbarte con el problema. Es decir, un lujo
como hija, amiga, pareja y persona.
Supongo que veo todo esto en ti
porque te quiero, el amor es como una lupa que resalta y engalana las virtudes
de la persona querida y acepta y comprende y sabe protegerse de sus vulnerabilidades. Será por esto último que evito ir a comprar ropa contigo, jajajaja, o
acompañarte a que te corten el pelo, tú ya sabes a qué me refiero. O quizá estas cualidades tuyas son algo objetivo en ti y todo el mundo es capaz
de captarlo como yo, de verte con mis ojos, aunque temo que es difícil que “todo el
mundo lo pueda captar”.
La gente capta nuestras
cualidades en función de las gafas que llevan puestas. Solo deseo, Aida, que te
rodees de gente que pueda ver y disfrutar de todas esas cualidades maravillosas
que yo disfruto y que, desde luego, sepan contener esas chispeantes “emociones”
tuyas. Desde aquí he de comunicar al mundo que esas “emociones” duran lo que
dice Sabina: “lo que duran dos peces de hielo en un whisky on the rocks”.
Cuando yo estudiaba las emociones
y los rebusques identifiqué rápidamente que esas explosiones tuyas cortas e
intensas no tenían nada que ver con rebusques, eran pura emoción.
Que se lo digan a Paco, el día
que te conoció y nos invitó a una mariscada en tu honor en el mejor sitio de
Murcia, que no podía creer que fuera verdad lo que veían sus ojos cuando te
pusiste a llorar, como una Magdalena, cuando él se comía las almejitas vivas moviéndose
al ponerles el limón encima. Llorabas inconsolable y decías: “pobres almejitas”.
Pero a Paco el shock le duró poco, a los dos minutos ya estabas con tu cara
iluminada, la sonrisa fresca y llena de vida. Todo había pasado sin dejar
heridas en nadie.
Sé que te va a saber a poco esta
carta, que vas a querer más. Si, también se que nada más empezar a leerla vas a
empezar a llorar y luego estarás unos días releyéndola y la guardarás en tu
archivo de cartas de mamá y algún día, en algún momento la volverás a leer,
junto con las otras cartas, o ésta en concreto. Quizás se la leas a tus hijos,
o a la persona que más quieres. Me gustará que sepas que cada una de estas
cartas son también parte de mis tesoros y de mi corazón. Y como tus emociones,
cortas pero intensas y llenas de amor.
Te quiero
Mamá
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