"Al estudiar el nacimiento de las ideas, o al menos sus metamorfosis; al seguirlas a lo largo de su camino en sus débiles inicios, en la manera que tienen de afirmarse y hacerse fuertes, en su progreso, en sus victorias y en su triunfo final, se llega a esta convicción profunda, que son las fuerzas intelectuales y morales, no las fuerzas materiales, las que dirigen y mandan en la vida"
PAUL HAZARD
Si partimos de esta “convicción profunda”, se podría deducir, en primer lugar, que existe una lucha de poder entre las ideas de las personas y que ganarán las mejores, desde el punto de vista intelectual y moral, pasando a ser aceptadas y adoptadas por el otro/otros. Una lucha, en la que según Hazard, habrían claros ganadores: fuerzas intelectuales (Adulto) o morales (Padre).
Para que haya lucha han de haber contrincantes con capacidad de defensa o de ataque, si no, estaríamos hablando de sometimiento o imposición sin resistencia, sin lucha. Y si es así, éste poder de la idea “de afirmarse y hacerse fuerte, a sus victorias y a su triunfo final”, sería mera retórica en el sentido Aristotélico, mero artificio a la hora de hablar o escribir de forma elegante y con corrección con el fin de deleitar, conmover o persuadir.
Entonces, si consideramos que es mera retórica, podríamos pensar, en segundo lugar, que Hazard pretende “persuadir” a los demás con esta idea construida desde su “autoridad” intelectual y moral. Y profundizando un poco más en el análisis, bien podríamos reconocer cierta mistificación, la cual, definida por José Luís Martorell, es una sutil forma de manipulación a través de la comunicación, empleada por la figura que generalmente ostenta el control de un sistema de interacción, con el objetivo de mantener su ventaja, ligada al “statu quo” de dicho sistema. O dicho de otra manera más coloquial, sería la habilidad de persuadir al otro para que funcione (piense y actúe) en interés del persuasor y no de sí mismo (incluso en contra de sus intereses).
La conclusión a la que llegaríamos, de ser cierta esta hipótesis interpretativa, es que Hazard estaría alimentado su narcisismo (intelectual y moral) y manteniendo su status quo, a expensas del poder intelectual y moral de los otros (fuera de su status quo). Técnica de la lucha por abajo del perverso narcisista. Lucha en la que el otro pierde sin participar conscientemente.
Sin embargo, yo también podría estar construyendo una mistificación, una explicación plausible, aprovechando una frase, para construir toda una interpretación general e interesada, si yo tuviera algún interés personal en ello.
Vamos entonces a retomar mi primera interpretación del texto, en la que la lucha de ideas es abierta y democrática (todos pueden participar en ella), todas las ideas tienen la misma oportunidad para vencer sobre las otras y todos los que pueden generar ideas (todos los humanos pueden) podrían ganar la batalla, con el único requisito de ser reconocidas como las mejores intelectual y moralmente, por lo que merecerán ser directoras y obedecidas.
Este "ideólogo" (recordemos que las ideas pertenecen a un alguien) ganador, muy similar al hablante ideal de Chomsky, que conoce su lengua (la esencia de las cosas) perfectamente, y aplica su conocimiento lingüístico (ideas) en el uso real (praxis), sin verse afectado por ninguna condición "gramaticalmente irrelevante", tales como las limitaciones de la memoria o las pequeñas distracciones o errores. Es decir, ese poseedor de tal perfección “intelectual y moral” podría ser el aclamado para el triunfo final.
Luego, el poder estaría reservado para los que respondieran a esa fortaleza ideal. Pero como sucede en la lingüística, en el mundo de las ideas esa posibilidad no existe, porque todos estamos afectados por condiciones muy relevantes que afectan a nuestra intelectualidad: nuestra naturaleza emocional.
El poder del Niño, su poder mágico, creativo, reivindicativo, intuitivo, manipulativo y hedonista. O dicho de otra manera, el poder por abajo, oculto, velado, simulado o clandestino.
Dámaso Alonso nos dice que la emoción discrimina y valoriza entre todas las opciones racionalmente posibles y descarta aquellas que generan malestar, por tanto, la emoción contamina la razón dirigiéndola hacia un lugar cómodo “para el que razona”.
Para Damasio la emoción no sólo participa en las conductas sino que provoca un desencadenamiento de ideas asociadas a ese estado emocional. La comodidad o incomodidad que nos produce la emoción, va a dar lugar no solo a activación de ciertos circuitos neuronales y comportamientos, sino también de ideas asociadas con aquellos.
Cada individuo ha ido construyendo sus emociones, en función de las experiencias vividas y de cómo ha sido su respuesta interna a los eventos externos de nuestra historia personal. Así, todos podemos sentir el miedo, sin embargo, cada persona puede experimentarlo ante eventos diferentes. Alguien puede tener miedo a las arañas, otro puede tenerle miedo a las tormentas. Lo que es común en todos los humanos es que las emociones son una fuerza directiva que forman parte de nuestra naturaleza de seres vivos, y que nos impulsan hacia la vida y el bienestar personal o nos alertan de la muerte y el sufrimiento.
Incluso aunque una idea fuera compartida por todos como la mejor, no podría ser seguida emocionalmente con la misma unanimidad. Esa idea moral e intelectual, vendría respaldada por los deseos y afectos del que la expone, pero no podría contar con la diversidad de situaciones y vivencias que han configurado las necesidades y deseos de los Niños de los otros, incluso aunque sus Adultos y Padres estuvieran de acuerdo.
Incluso, aunque el ganador “ideológico” pueda someter o destruir las ideas y la moral de los otros, mediante la retórica perversa o no, nunca podrá someter a las emociones, que buscando cubrir sus necesidades mantendrán esa lucha contra la idea ganadora, aun cuando ni siquiera sea consciente de contra qué o contra quién está luchando.
Isaiah Berlin dice refiriéndose a los que ejercen el poder por arriba: “aquellos que descansan en los confortables lechos del dogma son víctimas de una miopía inducida, señal que puede ser de contentamiento, pero no de entendimiento de lo que es ser humano”. Se podría matizar, los que descansan sobre el dogma, sobre la idea vencedora, descuentan el poder de la emoción.
Paul Henri Dietrich también acusa a la parte “perdedora”: “La ignorancia hace a los pueblos crédulos, su inexperiencia e ingenuidad los orillan a confiar con fe ciega en aquellos a quienes atribuyen la capacidad de pensar, de formar opinión y de orientar a sus prójimos.” También aquí podríamos incluir en esta ecuación la parte excluida, añadiría que, es posible que la ignorancia o la confianza ciega sea la parte complementaria para que la mistificación se produzca o las batallas se pierdan, pero es necesario reconocer que los Niños no atendidos y traicionados continúan la guerra indefinidamente.
Solo tenemos que mirar a nuestro alrededor.
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