La asertividad, clave fundamental de una comunicación saludable y constructiva, permite a todas las partes expresar sus necesidades, cultivar una autoestima positiva y mantener un respeto mutuo. Sin embargo, a pesar de su importancia, a menudo nos encontramos con dificultades para expresar lo que realmente queremos. Esto puede llevarnos a adoptar comportamientos defensivos, pasivo-agresivos o incluso agresivos, desencadenando resentimientos y confrontaciones negativas.
En el núcleo de la asertividad reside la teoría del Análisis Transaccional (AT), desarrollada por el psiquiatra Eric Berne, la cual se centra en el concepto de "posiciones de vida". Según Berne, todos nacemos con una auto-percepción positiva ("OK"), pero durante la infancia, nuestras interacciones con figuras importantes como padres, familiares y maestros, moldean nuestras creencias sobre nosotros mismos y los demás.
Algunas personas adoptan la creencia de que los demás "no están bien", lo que se convierte en su "posición de vida existencial". Esto puede manifestarse en comportamientos como la intimidación ("Yo estoy bien, tú no estás bien") o adoptando una postura de víctima ("Tú estás bien, yo no estoy bien"), ninguno de los cuales fomenta la asertividad.
Ejemplos Prácticos:
- Comportamiento de Intimidación: Imagina a un colega que constantemente desacredita las ideas de sus compañeros en reuniones de equipo, creando un ambiente de desconfianza y hostilidad.
- Posición Pasiva de Víctima: Una persona que siempre cede ante las demandas de los demás, sacrificando sus propias necesidades y deseos para evitar conflictos, es un ejemplo de esta postura.
Comprender cómo nuestras experiencias pasadas influyen en nuestra percepción de nosotros mismos y los demás es fundamental para desarrollar la asertividad. Al reconocer y desafiar estas creencias limitantes, podemos cultivar una comunicación más efectiva y constructiva en todas las áreas de nuestra vida.
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