El complejo del psicoanalista.
Alice Miller, psicóloga Suiza, alcanzó la fama por sus estudios sobre violencia infantil. Mientras se encontraba estudiando las consecuencias de la II guerra mundial en la generación de los niños que vivieron en esa época, descubrió una variable poco común dentro de los clásicos complejos que se desarrollaban debido a una infancia dura o a padres poco afectivos.
En su libro “EL DRAMA DEL NIÑO DOTADO” describe una situación que afecta a la gran mayoría de las personas que misteriosamente escogieron dedicarse al estudio y ejercicio de la psicología, denominado por lo mismo “complejo del psicoanalista”.
Padeciendo ella misma este complejo, inicia una investigación que detalla los orígenes y motivos que lo causan, la forma de operar de los que lo padecen y las vías por las cuales pueden desligarse de él o al menos aprender a convivir con él.
Causas.
Este complejo se presenta generalmente en personas con un coeficiente intelectual relativamente alto y principalmente con una altísima carga emocional, que han desarrollado su infancia en un ambiente duro, o con padres muy absorbentes y autoritarios que pretenden proyectar en sus hijos la obtención de sus propias carencias o realización de frustraciones.
Ante la falta de afecto, comprensión, aceptación o el reconocimiento por parte de los padres, lo común es que se desarrolle un mecanismo de defensa que se basa en la negación de la necesidad de estas faltas, es así como durante la adolescencia se genera la actitud rebelde de rechazo (“no me importa si no me quieren, me da igual”). Es aquí donde parte la diferencia del paciente que lleva este complejo, ya que este observa analíticamente y reconoce los medios para lograr obtener la aceptación por parte de sus padres, así que no niega estas carencias, su vía es otra, mucho más larga y compleja.
El paciente se torna extremadamente complaciente. Comienza a coincidir con el estereotipo de hijo que sus padres esperan que él sea, y es a éste estereotipo a quien sus padres aceptan y estiman, no al verdadero, por lo que las necesidades de aceptación y cariño nunca serán satisfechas plenamente.
Estos niños se convierten en pequeños adultos, capaces de tomar responsabilidades que no les corresponden, supliendo todas las necesidades del alter ego de sus padres y dejando de lado cualquier característica que incomode a éstos. Así, las actitudes consideradas como defectuosas son inmediatamente eliminadas, no sienten celos, envidia, rabia, miedo, desarrollan toda un arte para escindir sentimientos. Estos niños no manifiestan berrinches ni pataletas, no exigen ser consentidos ni mimados, se vuelen receptivos pero no demandantes, así que sus padres preocupados de sí mismos no notarán ni llenarán sus necesidades, se tornan un objeto yoico de proyección narcisista de sus progenitores.
Esto provoca que el paciente comience a buscar sus necesidades en otra parte, por lo cuál debe ganarse la aceptación de nuevas personas. Para esto debe necesariamente conocer qué se espera de él. Es aquí donde entra en juego la habilidad que desarrollan estos pacientes y la que le da el nombre de “complejo de psicoanalista” ya que se especializan en inmiscuirse en la mente de su interlocutor, para saber que se espera de él y que rol desempeñar.
Desarrollo.
Los problemas comienzan cuando el paciente termina sumido en un mundo donde necesita fingir constantemente ser alguien que él no es, con el fin de obtener ilusoriamente la aceptación y cariño de quienes le rodean. Esto irrita al paciente, generando actitudes o acciones de protesta a modo de llamados de atención, si esta alerta no es bien entendida generará represalias de parte de sus congéneres, debido a que los padres verán esta situación como un desvío del carácter de su hijo, el cual debe ser castigado y corregido (“no entiendo que le pasa, mi hijo no es así”) por otro lado sus iguales, desconcertados de su cambio de carácter reaccionan con burlas (“mira lo que dice, que tonto es”). Esta situación acrecentará la sensación de no ser aceptado y aumentará la tendencia a fingir. Sumirán al afectado en un mundo hostil donde entiende que se le castiga por ser auténtico, ya que no se le quiere como es (“no estoy a la altura, no soy digno de cariño”), así que debe ser distinto de cómo es.
Su elevada carga emocional produce una hipersensibilidad que no juega a su favor. Si es constantemente objeto de agresiones y se ve limitado para expresar libremente sus sentimientos y debe contenerlos, entonces sus emociones se tornan en su contra, se convierten en un constante flagelo, una carga que no vale la pena llevar, por lo que son erradicadas, se entierran en algún lugar del inconsciente, se bloquean. Estos pacientes suelen tener pesadillas en donde las emociones son representadas por alguna amenaza que los persigue.
Cada cierto tiempo, irá probando disimuladamente dejar salir ciertas “pistas” sobre su verdadera opinión o sensibilidad ante situaciones, por lo que un ambiente de aceptación le ayudaría a revelarse libremente y a salir de su complejo, pero su hipersensibilidad lo torna muy “quisquilloso” y es fácilmente ofuscado por cualquier actitud de rechazo, recayendo en su actitud inicial, con el tiempo esto le puede desarrollar una compulsión a la repetición, donde cada vez que lo intente fracasará, alejando las ganas de volver a intentarlo y reforzando el problema, lo que se convierte en un círculo vicioso.
Es así como su mundo interno se cierra, se esconde, y cada vez le es más difícil reconocer quién es realmente, y más fácil interpretar un rol o adoptar un carácter que no le pertenece, ya que sin un yo interno, se vuelve un perfecto espejo de proyección para sus interlocutores, lo que aumenta su habilidad psicoanalítica.
Este constante fingir que desencadena gradualmente la pérdida de identidad, es decir, del verdadero yo, y la no aceptación repercutirán en una pérdida de la autoestima, ambos se sumarán a la carencia de satisfacción de las necesidades afectivas y producirán una fuerte depresión.
Represiones.
Si los tormentos causados por su carga emocional durante las malas experiencias de su niñez no se han superado, entonces el paciente no abandonará la idea de que sus emociones son un flagelo. Ante esto el mecanismo de defensa que presenta consiste en evadir cualquier situación que comprometa algún lazo sentimental, ante cualquier indicio de posible mala experiencia el paciente evitará la situación, y si no le es posible, entonces simplemente bloquea sus sentimientos (“no les permitiré hacerme daño”). Con el tiempo desarrollan un alto control disciplinario de sus emociones, incluso de su estado físico. Por lo general estos pacientes no lloran, no se alteran, no sienten miedo, ni suelen extrañar, tienen una enorme capacidad de rendimiento, pueden trabajar durante días sin distraerse o durmiendo muy poco. Esto último se vuelve su única arma contra su baja autoestima y su mejor herramienta para obtener reconocimiento (“ellos no pueden lo que yo puedo”), así que no dudará en auto exigirse, a pesar del daño físico y mental que esto le provoque.
El bloqueo emocional genera una represión que suele desatar un elevado nivel de estrés, si las represiones se prolongan por demasiado tiempo se presentan síntomas psicosomáticos, como trastornos de sueño, salpullidos en la piel o calambres musculares. En el peor de los casos puede incluso desembocar en ataques de pánico, que se presentan por ciclos cada vez más ajustados, pronosticando un colapso.
Personalidad.
Las relaciones personales de este paciente se ve fuertemente marcada por una supuesta falta de apego de su parte, no importa cuanto se le quiera o él llegue a querer, siempre se sentirá distante, no aceptado. Lamentablemente tendrá razón, puesto que inconscientemente sabe que no es a él a quien aceptan, sino al “personaje” que caracteriza para ellos.
Principalmente sus relaciones se dan como el resultado de un reflejo, ya que este paciente es de naturaleza antisocial y no busca compañía directamente, pero cuando alguien se acerca a él, éste reacciona inmediatamente como un espejo de lo que se le ofrece, siendo el mejor amigo que se pueda tener, debido a sus aptitudes y disponibilidad. O puede ser el peor enemigo que se pueda imaginar, debido a sus represiones que los pueden volver muy cruel y testarudo. No obstante olvidará rápidamente estos lazos si se le deja de lado, ya sea el rencor de un enemigo distante o amigo poco constante. Ya que los sentimientos arraigados profundamente en él son otros, relacionados con lazos familiares mucho más antiguos.
Su habilidad para entrar en la psiquis de otros lo lleva a conocer y entender de tal manera a quienes lo rodean que desarrolla un aprecio incondicional por ellos, le es casi imposible enfadarse con alguno de ellos o culparlos de sus defectos y errores, incluso si es ofendido o traicionado, ya que entiende sus acciones y las circunstancias que determinaron su actuar (“sabía que reaccionaría así”). Notará rápidamente si le mienten, pero disimulará ser engañado si sabe que su contraparte necesita esconder la verdad. Es extremadamente comprensivo y finalmente genera un “amor fraternal”, este lo incita a ayudar a sus cercanos, principalmente a superar sus problemas internos. Será el confidente perfecto a la hora de una crisis, siempre estará dispuesto a escuchar y aconsejar. Su habilidad psicoanalítica le será muy útil aquí. No será raro que este paciente en algunos casos exceda este comportamiento generando situaciones irreales. Es probable que finja necesitar ayuda y la pida a un amigo que sabe que se siente menoscabado, demostrándole su importancia. Puede pretender una secreta admiración por aquella vecina que sufre de baja autoestima por alguna ruptura amorosa. O puede que se muestre vulnerable y busque apoyo en un familiar que atraviesa una etapa de inseguridad, solo para reafirmar en éste su auto confianza. Llega incluso a crear personajes basados en el alter ego de quienes le rodean para hacerlos encontrar y ver sus necesidades y carencias, o para ayudarlos a enfrentar alguna represión oculta o miedo no resuelto. La práctica le ha proporcionado una gran capacidad histriónica para estos casos.
Como contraparte a su gran calidad humanitaria, este paciente es un hábil manipulador, aunque rara vez busca obtener ventaja de aquello. Además suele presentar en los ciclos de auto revelación, más de un arranque de ira, generalmente dirigido a las personas que lo han rechazado o agredido anteriormente. Estos ataques de hostilidad son cortos, pero terribles y certeros, ya que saben perfectamente donde herir. Tras el daño provocado se presenta una grave sensación de culpa, un arrepentimiento que lo hará dudar a la hora de manifestar nuevamente su agresividad, empeorando la represión y haciendo más distante estos ciclos.
A pesar de su fácil adaptación a cualquier tipo de persona, y de su habilidad para situarse en un lugar importante dentro de la vida de éstas, no suele tener pareja, ya que inconscientemente sabe que se convertirán en un espejo de las necesidades de ésta, ganándose así un papel prolongado y constante que demandará mucho tiempo y energía, significando un gran desgaste. Este individuo suele necesitar mucho tiempo para estar solo ya que busca encontrarse a sí mismo, y constantemente se tiende a sentir agobiado con la compañía de otros, ya que obstruyen esta búsqueda.
Interacción.
Este paciente nunca dirá lo que piensa ni demostrará lo que siente, tampoco tomará la iniciativa de una conversación ni tratará de llevar la dirección de la sesión terapéutica, solo se limitará a responder las preguntas directas, evitando cualquier comentario que crea que refleje su mundo interno, lo que hace muy difícil su diagnóstico. Como dato se puede decir que suele evadir el contacto visual directo, para lo cuál ha desarrollado varias artimañas, como nunca sentarse frente a su interlocutor, mostrarse distraído o estar pensativo durante la sesión. Pasa gran parte de su tiempo evadiendo la realidad directa que le rodea, ya sea leyendo, viendo televisión o sumido en su trabajo.
Ante este paciente se debe tratar de mantener la imagen del terapeuta como solo un “ente profesional” durante el mayor tiempo posible para facilitar un análisis objetivo y certero, ya que eventualmente el paciente logrará “descifrar” al terapeuta como persona y tenderá a influenciar sus reacciones y respuestas en función de éste, complicando el análisis con distracciones innecesarias.
Se debe tener en cuenta que si bien, la habilidad histriónica de estos pacientes logra ser muy desarrollada debido al tiempo que llevan puliéndola, siempre cuenta con una base real, la cual es potenciada o exagerada para cumplir con el papel, no pueden fingir completamente de la nada, por lo que analizando sus personajes se puede llegar a entender gran parte de su situación emocional interna.
Liberación.
Una vez que el problema es identificado y aceptado, comienza el largo proceso de rehabilitación, que parte con tener que afrontar sus malas experiencias vividas, debe de una vez por todas guardar un luto por su dolor. El paciente tiende a pensar que no es capaz de tolerar la amargura de los sucesos, debido a lo traumático que resultaron estas experiencias durante su infancia, por lo que se le debe convencer que ya no es un niño, y que tendrá la fortaleza para afrontar esas situaciones. Irónicamente, este paciente suele haber desarrollado una gran fortaleza interna, debido a los años de represión, insatisfacciones y depresión, pero no están consientes o convencidos de esto.
El proceso de rehabilitación, si bien significa alivio, no es nada placentero ni rápido, la depresión se cambia por un estado de melancolía o pena. Se vuelven a presentar las emociones, más intensas que nunca, debido al tiempo que llevan contenidas. No es raro que el paciente tienda a desertar y a querer volver a la comodidad su estado anterior.
Una vez superada esta etapa, se encuentra ante una situación de fragmentación interna. Por un lado tenemos el aspecto racional, muy desarrollado debido a que fue el dominante durante muchos años, por lo que el individuo presenta una elevada madurez a nivel laboral o intelectual. Por otro lado el aspecto emocional no se ha desarrollado completamente, debido a su negación, por lo que los sentimientos se presentan bruscos, indefinidos y desordenados, en una forma tan básica y primitiva como cuando se abandonaron en su niñez. El paciente oscilará entre un estado y otro constantemente, se sentirá incómodo y desconcertado (“no sé lo que debería sentir”), podrá resolver problemas de alta complejidad y asumir responsabilidades mayores a las que le corresponden, pero se agobiará con situaciones normales de la vida cotidiana. Se sentirá vulnerable y a la deriva hasta encontrar el equilibrio.
Descubrirá en el camino sus gustos personales, sus aficiones, y seguramente alguna habilidad propia y no desarrollada por la necesidad. Probablemente reniegue de su habilidad sicoanalítica y la olvide, o aprenda a utilizarla sin que le signifique una carga. Comenzará poco a poco a establecer lazos de dependencia con otras personas o recuperará los perdidos. Finalmente el paciente quedará liberado para comenzar la búsqueda de su propia identidad, de su verdadero yo.
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