La teoría de Sonja Lyubomirsky, autora de "The How of Happiness", indica que la felicidad está influenciada por tres factores:
- Genética (50%): Predisposición innata a la felicidad.
- Factores internos (40%): Influenciados por nuestra actitud, pensamientos y emociones.
- Factores externos (10%): Circunstancias externas como el estado civil, la riqueza o la influencia social.
Si bien la genética juega un papel importante, la actitud y los factores internos tienen un impacto significativo en la felicidad.
El análisis transaccional nos ofrece herramientas para cultivar una actitud positiva:
Estados del yo: Desarrollar un Niño sano, un Adulto responsable y un Padre nutritivo.
Diálogo interno: Fomentar pensamientos positivos, amables y esperanzadores.
Caricias: Dar y recibir caricias positivas, tanto verbales como no verbales.
Transacciones: Promover interacciones basadas en el respeto, la igualdad y la cooperación.
Al enfocarnos en estos aspectos, podemos aumentar el 40% de la felicidad que depende de nosotros.
Ejemplo:
Imagina a dos personas con la misma predisposición genética a la felicidad (50%).
Persona A: Cultiva una actitud positiva, tiene un diálogo interno amable, da y recibe caricias positivas y participa en transacciones sanas.
Persona B: Tiene una actitud negativa, se critica constantemente, no recibe caricias positivas y se involucra en juegos psicológicos.
A pesar de tener la misma predisposición genética, la Persona A tendrá una mayor felicidad que la Persona B.
La actitud es un factor determinante en la felicidad.
No podemos controlar la genética ni los factores externos, pero sí podemos trabajar en nuestra actitud y en los factores internos para construir una vida más feliz y plena.
Nos detendremos en esta entrada en el diálogo interno. El diálogo interno va a ser decisivo para generar nuestra respuesta ante los eventos.
Lo que decimos a nosotros mismos puede tener un gran impacto en cómo nos sentimos. Por ejemplo, si te hablas a ti mismo de manera negativa, es probable que te sientas triste o desanimado. Por otro lado, si te hablas a ti mismo de manera positiva, es posible que te sientas más feliz o motivado. Por lo tanto, para cambiar tus emociones, es importante prestar atención a lo que te dices a ti mismo y reemplazar cualquier autodiscurso negativo con palabras más positivas.
Por otro lado, lo que nos decimos sobre nuestras emociones será definitivo para atravesarlas y obtener un aprendizaje de ellas o hundirnos en ellas.
Diálogos internos de los estados del yo en la gestión de las emociones
1. Liberar las emociones:
Niño: "¡No puedo más con esto! Estoy furioso/a, triste/a, asustado/a..."
Adulto: "Es normal sentir estas emociones. Es importante que las exprese de forma saludable para poder seguir adelante."
Padre: "Aquí estoy para apoyarte y ayudarte a superar este momento difícil. No estás solo/a."
Ejemplos de liberación: Llorar, hablar con alguien de confianza, escribir en un diario, realizar ejercicio físico, practicar técnicas de relajación.
2. Permitir que las emociones se queden:
Niño: "Siento mucha tristeza/miedo/rabia..."
Adulto: "Está bien sentirte así. Acepta estas emociones y observa cómo van cambiando con el tiempo."
Padre: "Confía en tu capacidad para manejar estas emociones. No te dejes abrumar por ellas."
Estrategias para permitir: Observar las emociones sin juzgarlas, aceptarlas como parte de la experiencia humana, practicar la atención plena.
3. Dar la bienvenida a las emociones:
Niño: "¿Qué me quiere decir esta emoción? ¿Qué estoy sintiendo realmente?"
Adulto: "Exploremos estas emociones con curiosidad y sin miedo. Vayamos al fondo del asunto."
Padre: "Te ayudaré a descubrir el significado de estas emociones y a aprender de ellas."
Herramientas para dar la bienvenida: Análisis de las emociones, diálogo interno reflexivo, búsqueda de apoyo profesional si es necesario.
Los tres estados del yo pueden ayudarte a gestionar las emociones de forma saludable. El Niño expresa las emociones, el Adulto las analiza y el Padre brinda apoyo. La elección del método dependerá de la intensidad de la emoción y de tu estilo personal.
Recuerda: No hay una forma "correcta" de gestionar las emociones. Lo importante es encontrar un método que funcione para ti y que te ayude a sentirte mejor.
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