Los tres roles en el triángulo de las víctimas son: Perseguidor, Salvador o Rescatador y Víctima.
Karpman colocó estas tres funciones en un triángulo invertido y los describió como los tres aspectos, o las formas de sentirse victimas. No importa en que lado del triángulo empecemos, se terminará en el de víctima, por lo tanto no importa cuál es el papel que tenemos en el triángulo, siempre estamos en el victimismo.
Si estamos dentro del triángulo, estamos viviendo como víctimas, así de simple!
Cada persona tiene un papel favorito o más familiar, es lo que llamaremos posición de salida.
Aprendemos nuestra posición de salida de nuestra familia de origen. A pesar de que cada uno tiene un papel con el que se identifica más, una vez que estamos en el triángulo, rotaremos automáticamente a través de todas las posiciones, pasando por completo alrededor del triángulo, a veces en cuestión de minutos o incluso segundos, muchas veces, todos los días.
En posición Salvador o Rescatador uno se ve como "ayudante" y "cuidador”. Se necesita a alguien que rescatar (la víctima) a fin de sentirse importante y vital.
Es difícil en la posición de Salvador reconocerse en una posición de víctima, puesto que ellos sienten que tienen todas las respuestas.
En la puerta de salida del Perseguidor, por el contrario, él se identifica principalmente como víctima. Por lo general, negarán completamente sus tácticas para culpar o perseguir. Sostienen que cuando ellos atacan es plenamente justificado y necesario para la autodefensa.
Estos dos - el salvador y perseguidor - son los dos extremos opuestos de la víctima.
Pero, de nuevo, independientemente de dónde partimos en el triángulo, todos los roles terminan en víctima. Es inevitable.
Se puede ver que tanto el perseguidor y salvador están en el extremo superior del triángulo, porque ellos suponen estar " por encima" de los demás, es decir, creen que son mejores, más fuertes, más inteligentes que la víctima.
Tarde o temprano la víctima, que está en la posición de inferioridad en la parte inferior del triángulo, desarrolla un metafórico "calambre en el cuello" de estar siempre mirando hacia arriba.
Al sentirse "menospreciado" o que "vale menos que”" los otros, la víctima, que va acumulando resentimiento, más pronto o más tarde, explotará en represalias.
Esto generalmente moverá de lugar al perseguidor o salvador hasta situarlos en víctima. Todos los jugadores, antes o después cambiarán sus posiciones. Como en el juego de las sillas.
"Limpias tu habitación o….o bien," mamá amenaza.
Papá de inmediato viene al rescate. "Mamá", podría decir, "dale al niño un descanso. Ha estado en la escuela todo el días".
Tal vez mamá, sintiéndose Víctima de papá, a su vez, arrojará su ira sobre él.
En ese caso, el padre se traslada de Salvador a Víctima. A partir de ahí se pueden dar unos cuantos movimientos alrededor del triángulo con el niño al margen.
O tal vez el niño se una a papá en una persecución "Vamos a conspirar contra mamá", o, tal vez el niño se enfrentará con papá, para salvar a mamá, con, "Métete en tus asuntos, papá. No necesito tu ayuda!"
Así son las cosas, repitiendo siempre el proceso, no obstante, haciendo un salto de rol en rol en el triángulo. Muchas familias, es la única manera que conocen de interactuar.
Nuestra posición en la puerta de salida en el triángulo cómo Víctima no sólo es la posición más frecuente para entrar en el triángulo, es también el papel a través del cual en realidad nos definimos. Se convierte en una parte importante de nuestra identidad.
Cada posición de partida tiene su propia manera de ver y reaccionar ante el mundo.
Todos tenemos creencias inconscientes básicas adquiridas en la niñez, derivadas de nuestra interpretación de nuestras experiencias familiares tempranas. Estas se convierten en "bases vitales" que nos predisponen para seleccionar inconscientemente una posición de partida en el triángulo.
La madre de María era una enferma adicta a las drogas de prescripción (pastillas). Desde que ella recuerda, María tuvo la sensación, en última instancia, de ser responsable de su madre.
En vez de recibir la atención adecuada de un padre que se preocupara por su bienestar, ella se convirtió en la "pequeña" madre de una madre que hacía el papel de un niño indefenso.
En este escenario se establece la niñez María con un guión de vida que se activará con su predisposición para entrar al triángulo en la posición de salida de Salvador.
Cuidar a los demás se convirtió en su principal forma de relacionarse con ellos.
María tiene una creencia central inconsciente que podría ser algo así: "Mis necesidades no son importantes. Solo me valoran por lo que puedo hacer por los demás.
Por supuesto, estas ideas requiere tener alguien en su vida que se pueda rescatar (la víctima). ¿Cómo lo hará alguien como María para llegar a sentirse valiosa e importante?
María nunca admitiría ser víctima, porque en su mente ella es quien debe tener las respuestas. Sin embargo, de hecho, lo siente, regularmente está en víctima en el triángulo. Cuando está en esta posición se convierte en un mártir, quejándose en voz alta, "Después de todo lo que he hecho por ti ... este es el agradecimiento que recibo!"
Así es como puede fácilmente justificar su comportamiento vengativo (su ira) ... "Me preguntaron y respondí lo que se merecían", es la forma como lo ven.
Su creencia básica podría ser algo como esto: "El mundo es peligroso, no se puede confiar en la gente así que tengo que prevenirlo antes de que me hagan daño. "Esta actitud les lleva a pensar que deben de golpear con el fin de defenderse contra el ataque inevitable”.
Es en este momento que cambia su posición a Perseguidor ("Eso es todo - no haré ninguna otra cosa para ti!")
Pablo es un médico que justifica a menudo el daño que hace a los demás. El ataque es su manera de lidiar con las molestias, la frustración o el dolor.
Una vez, por ejemplo, se refería a un paciente que le abordó en el Campo de Golf, de este modo:
"Luis, puede usted creer que el paciente tuvo el descaro de pedirme que examinara su rodilla enferma, justo en ese momento, en mi único día libre?"
"Sí", respondí, "algunas personas simplemente no tienen límites apropiados. ¿Cómo lo manejaste?
"Oh, lo llevé a mi oficina para hacerle un tratamiento, ¿sabes?," se rió entre dientes, y le di una inyección de esteroides que nunca olvidará!
En otras palabras Pablo rescató a su paciente desconsiderado, pero "castigándole" por atreverse a ser tan audaz.
Su paciente había infringido su tiempo libre, por lo tanto, según él, su paciente merecía el trato duro que le dió.
Él no tendría porqué sentirse Víctima, ni tampoco sentir la necesidad de Rescatar a su paciente.
Establecer límites apropiados nunca se le ocurrió a Pablo como una opción. En su mente había sido tratado injustamente y por lo tanto tenía el derecho, incluso la obligación, de vengarse.
Las Víctimas también tienen creencias básicas que las crean para situarse en su puerta de salida en el triángulo. En esta posición creen que no pueden cuidar de sí mismos. Se ven como sistemáticamente incapaces de manejar la vida. Incluso buscan el Rescate desde una posición de inferioridad, pensando que su Salvador potencial es "el único que le puede ayudar." Estas son palabras que cualquier Salvador desea oír!
Por ejemplo, si los padres no llevan a sus hijos a asumir la responsabilidad apropiada para su edad, pueden crecer convertidos en adultos que se sienten inadecuados (incapaces) para cuidar de si mismos (posición de salida de la Víctima) o se convierten en adultos resentidos que culpan a otros cuando ellos no reciben la atención apropiada (Perseguidor).
Hay muchas variaciones, y cada caso debe considerarse individualmente.
Las personas no sólo representan estas posiciones triangulares en la convivencia diaria con los demás, sino que también reproducen el triángulo internamente. Nos movemos en torno al triángulo, con mas rapidez, dentro de nuestras propias mentes que como lo hacemos en el mundo.
Nos quedamos atrapados en el triángulo con un diálogo interno deshonesto y disfuncional. Por ejemplo, es posible que nos tratemos con mano dura a nosotros mismos por no completar un proyecto. Tal vez nos injuriamos como perezosos, insuficientes o defectuosos (P), lo que nos producirá sentimientos de ira y falta de autoestima. Internamente, intentaremos apagar esta voz de persecución, por temor a que pueda estar en lo cierto (V). Finalmente, cuando no podemos soportarlo más, buscaremos justificar, minimizar o caer en alguna forma de escapar (S). Así es como nos rescataremos. Esto podría durar minutos, horas o días.
A veces nos rescatamos y otras negamos lo que sabemos - algo así como: "Si miro para otro lado y simulo no darme cuenta, se irá" (el avestruz). La negación o el drama interior, de cualquier tipo, se perpetúa como un círculo vicioso de vergüenza y asco del yo.
Moverse por el triángulo nos hace acumular mensajes autodenigrantes que se convierten en el motor de la Víctima. Nuestro “diálogo de la mente” se inunda de vergüenza hacia nosotros mismo. Depende de nosotros aprender a convertir éste ”diálogo mental” en armonioso y sano.
No podemos salir del triángulo hasta que reconozcamos que estamos en él. Una vez que lo hacemos consciente, podemos observar nuestras interacciones con los demás como una manera de identificar cual es nuestra posición de salida en el triángulo. ¿Con qué enganchamos? ¿Desde dónde entro en el triángulo, una vez me han enganchado?
Podemos empezar a practicar la actitud de Observador, sin juicio, de nuestras conversaciones con los seres queridos, especialmente los momentos más "pegajosos" (en los que tenemos que andar cómo sobre cáscaras de huevo).
Cada rol tiene su propio lenguaje, sus creencias y su comportamiento – nos ayudará mucho conocerlos e identificarlos.
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