Imagina que estás en la época previa a la invención del teléfono móvil y decides proponer la idea a la gente:
La conversación podría ir así:
Tú: "¡Hola! Tengo una idea revolucionaria. ¿Qué te parecería tener un dispositivo que puedas llevar contigo a todas partes y que te permita hablar con cualquier persona en cualquier lugar del mundo?"
Persona promedio: "Bueno, ya tenemos teléfonos fijos en casa, y hay cabinas telefónicas en la calle. ¿Para qué necesitaríamos algo más?"
Tú: "Pero este dispositivo sería portátil, lo llevarías en el bolsillo. No estarías limitado por cables ni ubicaciones fijas."
Persona promedio: "No creo que sea necesario. Además, ¿quién querría estar disponible para hablar todo el tiempo? Tendríamos que desconectar en algún momento."
En este escenario, proponer la idea de un teléfono móvil podría haber sido recibido con escepticismo. La noción de tener un dispositivo personal para comunicarse en cualquier momento y lugar podría haber parecido innecesaria o incluso intrusiva. Sin embargo, hoy en día, los teléfonos móviles son una parte integral de nuestras vidas y una innovación que cambió radicalmente la forma en que nos comunicamos. Esto ilustra cómo las grandes ideas innovadoras pueden enfrentar resistencia inicial antes de transformar la forma en que vivimos.
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