La reconciliación cuenta con una diversidad de instrumentos, dentro de las cuales se puede encontrar: la verdad, la cicatrización, la reparación y la justicia restaurativa (Instituto Internacional para la Democracia y la Asistencia Electoral, 2003).
La justicia restaurativa (JR), a través de la mediación, trata de estimular el dialogo y activar actitudes ligadas a la empatía, es decir, se trata de un mecanismo alternativo a la fuerza (Martin, 2016); se comprende que la JR es un modelo de justicia que convoca al agresor, a la víctima y a la comunidad para restaurar las relaciones sociales destrozadas, el énfasis en este paradigma está en que solo puede darse de forma voluntaria (Villarreal, 2013).
La ONU (2006) propone que, ante el comportamiento delictivo y sus secuelas, se debe tener una respuesta clara, y para ello, los procesos restaurativos enmarcados en los programas de JR, convocan a víctimas y ofensores a participar activamente en la resolución del conflicto; para ello la JR se basa en premisas que apuntan a que:
1) la respuesta al delito debe ser reparatoria.
2) que los delincuentes comprendan que su comportamiento no es aceptable.
3) los delincuentes deben aceptar la responsabilidad por sus acciones.
4) la víctima debe indicar la mejor manera en que puede ser reparado.
5) la comunidad tiene responsabilidades en estos procesos.
Los obstáculos de la reconciliación
El mayor obstáculo para los procesos de reconciliación es la impunidad, algunos de sus efectos son: amenaza la creencia de una sociedad democrática, genera ambigüedad social, la mentira se institucionaliza en el país, se estimula el delito, invalida el pasado promoviendo dificultades en la comunicación de los ciudadanos y, se deja de creer en el futuro (Beristain, 2000). En ese orden de ideas, paz y reconciliación no pueden separarse, y deben éstas constituirse en estructuras sociales y en la cultura, es decir, no basta con el alto al fuego ni con una imagen mental representativa de cese del conflicto (Hernández, 2003).
Otro obstáculo tiene que ver con no reconocer a los excombatientes como seres humanos (Halperin & Weintein citados por Revelo & Ditta, 2017). Otros obstáculos apuntan a problemáticas atadas a la historia del país y su contexto (Henriques, 2017):
1) El fenómeno de la violencia del país mas allá del conflicto armado.
2) Confrontación entre grupos ilegales y el estado.
3) Criminalidad urbana.
4) Violencia intrafamiliar.
5) Violencia cultural.
6) Cultura política.
7) Polarización de la sociedad.
En ese sentido el objetivo es un cambio social, en donde puedan superarse los traumas y sobre todo un cambio en las percepciones mutuas (Murillo, 2012); además de realizar una transición entre un pasado dividido a un futuro compartido (Arévalo, 2014). Lederach (1998) menciona al respecto que la reconciliación debería realzar la interdependencia, haciendo alusión al vínculo de los actores activos del conflicto.
Otro obstáculo puede darse en la misma dinámica de los juegos psicológicos de los participantes de la reconciliación, en ese orden de ideas el triángulo dramático propuesto por Karpman (1973); en términos generales este es un juego en donde hay tres roles/componentes: 1) el perseguidor, que está legitimado para dominar e imponer, su emociones negativas son justificadas, es crítico con los demás, y el objetivo de su juego se relaciona con la venganza; 2) el salvador, desea proteger, su posición es dominante pero encubierto y, ayuda así no se haya solicitado su apoyo, su juego consiste en sentirse superior a los otros; y 3) la víctima, se muestra desamparada y vulnerable, sin embargo, es un desamparo agresivo, en el que suele culpar a alguien -el perseguidor- y delegar sus acciones a otros -el salvador-, de modo que puede asumir actitudes defensivas (Liras, 2015).
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