Gracias a no fiarnos hemos llegado hasta aquí, hemos tenido que ser radicales desde tiempos ancestrales para filtrar y protegernos de los peligros para nuestra supervivencia, incluso aunque ya no estemos rodeados de depredadores (aparentemente), esa parte del celebro animal todavía no lo sabe. Sigue viviendo en la inospita selva aterradora donde cualquier movimiento o ruido es sospechoso. Algunos aprenden a calmar esa parte animal por imitación de su entorno, que lo aprendió por herencia o por ampliar consciencia, otros nunca lo consiguen.
En realidad, la clave está en tener desarrollada la parte del cerebro más joven, la del estado del yo Adulto, la parte cortical, que puede transformar los peligros en oportunidades, los desiertos en caminos y el vacío en recursos. La neuroplasticidad de nuestro cerebro ha de ser desarrollada por el estado del yo Adulto, porque si no interviene el Adulto, nuestro cerebro funciona automáticamente con las grabaciones del Padre y del Niño, imposibilitando nuevas elecciones y nuevas perspectivas.
Nuestra parte inconsciente se aferra a su zona de confort, aunque esto suponga obtener caricias negativas todo el tiempo. Es lo que sabe hacer, es lo que aprendió a obtener, recibió y le mantiene "viva" en el mundo, de momento. En esta zona se mueven los estados del yo Padre y del yo Niño, que se activan ante estímulos que interpretan como peligrosos para su supervivencia y bajo la premisa de gastar la mínima energía.
Así, esta parte animal, primitiva, emocional y física, reacciona de forma rígida a eventos reales o imaginarios. Con patrones identicos que se aplican a cualquier área de nuestra vida.
Veamos un ejemplo de dos casos que ilustran procesos de aprendizaje inconsciente derivados de experiencias dolorosas o traumáticas:
Estafa por mensaje fraudulento: Imagínate que te han estafado tras haber confiado en un mensaje de una entidad que pensabas que era segura. Después de ser estafado por un mensaje fraudulento, la persona aprende que responder a tales mensajes puede llevar a consecuencias negativas, como pérdida de dinero o violación de la privacidad. Como resultado, decide evitar mensajes o llamadas de remitentes desconocidos para protegerse de futuros engaños.
Experiencias de fracaso y dolor en relaciones amorosas: De manera similar, las personas que han experimentado fracasos y dolor en relaciones pasadas pueden aprender a evitar futuras relaciones románticas para protegerse de más sufrimiento. Después de enfrentar situaciones dolorosas, como el engaño, la manipulación o el abuso emocional, estas personas pueden decidir que es más seguro y beneficioso evitar las relaciones íntimas por completo.
Ambos casos muestran cómo el dolor y el sufrimiento actuan como poderosos catalizadores de aprendizaje, nos llevan a cambios en el comportamiento y decisiones enfocadas en evitar situaciones similares en el futuro, en las que la supervivencia y la economía de energía lo interpreten como amenazadas.
El estado del Padre y del Niño necesitan tener todo controlado. Si no puedes asegurarles que todo está controlado o que obtendrán algún beneficio que compense el gasto de energía y esfuerzo no van a cooperar en salir de la "zona de conford" que "controlan". Esa es la tarea del estado del yo Adulto, nuestra parte pensante, que busca información, realiza conexiones nuevas, obtiene nuevas informaciones, etc.
Este diálogo interno podría ser la representación del proceso que se ha de producir internamente para que la plasticidad cerebral pueda funcionar:
Adulto: ¡Ey, equipo! Parece que nos enfrentamos a un nuevo desafío aquí. Y se que las alarmas del Padre y del Niño están sonando fuerte.
Padre: Claro que sí, ¿cómo vamos a confiar en alguien nuevo que ni siquiera conocemos? ¡Nuestra zona de confort es como nuestro refugio seguro!
Niño: Exacto, no quiero arriesgarme a más dramas y desastres. ¡Ya tuvimos suficiente de eso en el pasado!
Adulto: ¡Entiendo vuestras preocupaciones, pero también necesitamos ponerle ilusión a la vida! Si nos quedamos siempre en el mismo lugar, ¿cómo vamos a experimentar cosas nuevas y emocionantes?
Padre: Pero, ¿y si nos lastiman otra vez? No podemos permitirnos correr ese riesgo.
Niño: Sí, eso me da miedo.
Adulto: Tranquis, entiendo vuestro miedo, pero también necesitamos recordar que cerrándonos por completo a nuevas experiencias también nos estamos cerrando la puerta a la felicidad y al crecimiento personal.
Padre: Suena arriesgado...
Niño: Totalmente, me da escalofríos.
Adulto: ¡Pero hey, estamos en esto juntas! Podemos ser conscientes de los riesgos y tomar precauciones, y de esa manera podemos abrirnos a nuevas oportunidades que podrían hacer nuestras vidas mucho más emocionantes y llenas de aventuras. ¡Somos capaces de aprender y crecer con cada experiencia que vivimos! Sigamos vivas, viviendo!!!
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